El viaje infinito, de José Luis Muñoz

CARLOS MANZANO

Quizá esta novela podría haberse titulado “La vuelta a la vida en 43 hoteles”, porque lo que en ella se cuenta es precisamente la vida de Roberto Luis Wilcox (un escritor frustrado que abandona la escritura tras su primer éxito comercial) a través de 43 momentos concretos de su existencia acaecidos en 43 hoteles de 43 localidades diferentes. Ese es el punto de partida de la original, trepidante y subyugadora historia que el escritor José Luis Muñoz nos relata en su última novela, “El viaje infinito”, publicada por Bohodón Ediciones, que además supone la quincuagésima publicación de su autor. De alguna manera, el nombre del protagonista va a determinar las circunstancias de su existencia: Robert Louis Stevenson, el que contaba historias, el eterno viajero, se erigirá en modelo para el joven Roberto Luis y azuzará su desbocada pasión por conocer el mundo y llegar hasta los míticos mares del sur. Los viajes van a constituir, pues, su particular leitmotiv y el eje central de casi todas sus vivencias. Y junto al viaje, la literatura, que no es sino la forma más hermosa de contar la vida (y de vivir los viajes de los demás). Como se indica en la sinopsis, viaje, vida y literatura conforman un triángulo donde cada uno de los lados puede funcionar perfectamente como sinónimo de los otros dos (o como su más perfecto complemento). La vida de Roberto Luis Wilcox nos será mostrada mientras hace escala en los hoteles donde tras cada jornada, con mayor o menor fortuna, va al encuentro del descanso, la reflexión o el placer (y en la novela hay mucho de esto último). Porque los hoteles, en su aséptica estandarización, en su vulgar utilitarismo, pueden ser lugares idóneos para dejar salir los miedos, las carencias, los sueños y en general todas las incertidumbres y dejaciones que definen una vida:

“La soledad del hotel. El territorio ajeno, extraño, impersonal, en el que te mueves y que no haces nunca tuyo, porque te será siempre extraño. Cientos de personas que han pasado por sus camas, que han hecho el amor, se han masturbado, han roncado, hasta puede que hayan muerto, cientos de personas que se han lavado, afeitado, cortado, suicidado ante el espejo del cuarto de baño, que han orinado y defecado en el sanitario.”

La originalidad de la propuesta se ve además cimentada en la magnífica escritura de José Luis Muñoz, un autor bregado en todo tipo de géneros, que con esta novela alcanza uno de sus ejemplos más destacados. En sus 43 capítulos (uno por hotel, como ha quedado dicho) se nos presentan en breves pinceladas (a menudo sutilmente insinuadas, apenas esbozadas, otras profusamente descritas) las etapas de la vida del protagonista, a las que accederemos a través de, por ejemplo, una carta, un recuerdo, una llamada de teléfono, una sorda reflexión, la ardiente conversación de dos amantes… “El viaje infinito” es una novela plagada de sugerencias, de momentos sutiles, de frases apenas dichas que sin embargo contienen la esencia de toda una vida. Inevitablemente, al final el lector deberá hacerse algunas preguntas: ¿Quién es realmente Roberto Luis Wilcox? ¿Por qué y para qué hace de su vida un viaje permanente sin destino concreto? ¿Es acaso la huida una manera de conferirle sentido a la existencia? Pero tendrá que ser él mismo quien dé las respuestas, porque como toda gran novela, lejos de cerrarse, “El viaje infinito” invita al lector a realizar su propio viaje a través de las páginas que ha leído. Sea como sea, si hubiera que elegir una frase que pudiese servirnos como resumen, yo personalmente escogería esta, que el propio protagonista pronuncia en un momento dado:

“No hay más paraísos que los imaginados, que los inexistentes”.

En resumen, una excelente novela donde vida, viaje y literatura (y también cine, muy presente a lo largo de las páginas; no en vano el cine ha sido la expresión artística más popular del siglo pasado) se dan la mano con brillantez y exquisita elegancia. Gran novela de José Luis Muñoz, un autor que, tras cincuenta libros publicados, nos vuelve a demostrar una vez más su depurado oficio como narrador.

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