«First Man (El primer hombre)»: La La Space


Damien Chazelle se ha convertido en el nuevo niño mimado de Hollywood.
Bajo el amparo de la todopoderosa Dreamworks, su nueva película sorprende por el margen que se le concede para transformar un proyecto tan complejo (pero atractivo cara a llenar arcas) en un ejercicio tan cercano al cine de autor, algo que parece alejado de las grandes producciones actuales. Y de un título con trazas de previsible (¿otra biografía sobre astronautas?) nos hallamos a bordo de una película cuyo rumbo no está marcado por el ardid de lo comercial.
Cuánto se agradece esa libertad.
Y los riesgos que conlleva.
Quizás por eso, «First Man» tiene tantas cimas como atraviesa peligrosas simas. Chazelle es un narrador muy poderoso, y como alguno de sus personajes, hay cierta ceguera en su entrega, un obcecación que tiene mucho de temeraria, lo que le hace caer en las trampas de un sentido de la estética demasiado plúmbeo y artificial allí donde apenas unos segundos antes las imágenes rezumaban verdad. Por ello, el relato no termina de lograr que tantos elementos como intenta manejar (desde el melodrama hasta la ciencia ficción pura) confluyan en una obra mucho más incisiva. Pero hay que decir que ese defecto hace su aparición muy pocas veces, y Chazelle, saltando de un formato a otro con insólita facilidad, hace suya la odisea de Neil Armstrong, el primer hombre en pisar la luna. Y lo logra de un modo inesperado. Rechaza la oda colectiva, el reverso de guerras frías, el canto al esfuerzo, el logro en equipo y la loa patriotera y lo transforma en un relato muy íntimo y personal, a veces con trazos propios de una pesadilla hermética y despiadada. Es la mirada del protagonista, quebrada por el dolor de una pérdida en su vida que no tiene parangón con ningún cielo, la que nos lleva a un periplo muy extraño, a veces arisco, pero siempre inquietante y al que Chazelle se aproxima, para filmarlo, como quien observa un fenómeno, consciente de lo indescifrable que es.
Elogios no sobrarán nunca para la pareja protagonista. Claire Foy de alza ya como una de las grandes actrices actuales y Ryan Gosling hace nuestra su fascinación y su honda tristeza. Perfectos.
Esto no es el vértigo pasajero de «Gravity».
Una secuencia como la del amerizaje en la luna deja la impronta de un talento visual con mucho que aportar a este viaje por los sueños que llamamos cine.

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