Juan Eduardo Cirlot contra los molinos de viento

El poder de una biografía reside en la humana necesidad de conocer la intimidad de personas que existieron. El de la ficción, en el no menos humano anhelo de imaginar personajes y lugares que nunca han existido. El deseo del Quijote de un mundo donde vivir aventuras sin fin, de un lugar donde prevalezcan las altas virtudes morales, es acaso una versión de nuestro afán de hacer el mundo más real a través de las irrealidades del arte. La habilidad peculiar de Cervantes radica, entre otras, en la forma en la que deliciosamente nos confunde escribiendo sobre odres encantados y gigantes que son molinos de viento.¿Quién no ha querido alguna vez convertirse en un personaje de cuento?

La galantería del Caballero de la Triste Figura se acerca al autismo: aislado, su relación con Sancho Panza es casi inexistente. Aun así, se mantiene fiel al ideal caballeresco de no quejarse. Sobrevive a las palizas más humillantes sin caer en la autocompasión, conmovedora prueba de que el silencio puede ser una muestra de heroísmo. Cervantes murió hace 400 años, en 1616, el mismo año que Shakespeare. No en vano, la novela más universal se revela además como una historia sobre el teatro: lo que significa interiorizar un personaje, creer en él y representarlo.

“Luis IX me miró fijamente y me dijo: / Empieza tú a mover la batalla. / Todas las lises de plata de su manto / avanzan por el campo.” (“Blanco”, 1961). Juan Eduardo Cirlot (Barcelona, 1916 – 1973) fue un poeta, crítico de arte, mitólogo, iconógrafo y músico español, que entendió como nadie la fascinación por la máscara, los personajes, los disfraces: “sonámbulo en la vigilia y solo con la ciudadanía de los sueños, religioso entre los surrealistas (…), reaccionario entre los izquierdistas y vanguardista entre los conservadores, extranjero en un mundo que es el mal, el cual le atrae, sin embargo, y sin encaje posible nunca sino en el conflicto”, afirma, acerca del poeta catalán, el escritor Antonio Rivero Taravillo (Melilla, 1963), que investiga al autor del Diccionario de los ismos (1949) y sus relaciones con la Historia, las escrituras del yo y la literatura de la memoria en Cirlot. Ser y no ser de un poeta único, (Fundación José Manuel Lara, 2016).

Se diría que Cervantes y Cirlot comparten su gusto por el realismo y las metaficciones, conscientes de sí mismas. Como el caballero andante y su escudero, el barcelonés sufre y discute, aunque consigo mismo. Al igual que Shakespeare, tuvo un cuerpo real en una sociedad cuasi-real. Como Hamlet, el personaje inmortal del cisne de Avon, se debate entre el ser y no ser. “La escisión constante en Cirlot es la que dota la complejidad a su vida y poesía”, sostiene Rivero Taravillo. Nadie mejor que el poeta de Lo que importa o el traductor de Venus y Adonis, de Shakespeare, para rendir homenaje en su biografía no solo al autor de Bronwyn (1967) sino a todos los que alguna vez nos hemos enfrentado a los molinos de viento de la literatura.

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