El juego de la política

Por Sonia Hidalgo Moreno

 

Desde la antropología, podemos ver la política como un juego donde los participantes acatan unas reglas consensuadas pugnando por  conseguir y mantener el poder. Pero es en épocas de crisis económicas donde verdaderamente podemos ver estos intereses en pleno movimiento, llegando a poner en peligro la estabilidad social. Este artículo pretende mostrar brevemente algunas de las posibles consecuencias de estos juegos de poder.

 

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Decía Bailey que la política era un juego de reglas acordadas sin las cuales la contienda se transformaría en  simple pelea (Bailey, 1969). Gracias a su teoría del juego no matemático, vimos la política de una manera diferente a la que hasta ese momento estábamos acostumbrados. Y es que la caída del estructural-funcionalismo y sus estudios holísticos, que dejaron definiciones como la de R. Brown sobre la política como acción social encaminada al mantenimiento del orden, el uso legítimo de la fuerza y la ocupación de un  territorio, dio paso a una nueva visión del universo social, en donde el foco de atención se centró en el propio individuo. Pero al margen de la importancia que tenga en sí el cambio de paradigma si nos fijamos bien, el estructuralismo que se abandonaba consideraba el sistema como un todo donde sus partes  contribuían al mantenimiento del equilibrio  posibilitando el mantenimiento del sistema. Pero el cambio a un nuevo paradigma donde el foco de atención está en el individuo, en sus movimientos para maximizar el poder, nos abre las puertas a un nuevo espacio de consecuencias sobre el conjunto social, que deja en manos de una élite el futuro actual. Y no es que la visión anterior sobre la realidad no entendiera que solo unos pocos llevaban el timón de la sociedad concreta, lo que ocurría es que  entendía que la prioridad estaba en el mantenimiento del equilibrio, viendo el conflicto como una mera anomalía. Gracias a Glukman comenzamos a ver el conflicto como algo mucho más importante, base del cambio de paradigma. El mundo no es estático, sino dinámico.

El dinamismo al que nos enfrentamos tiene una doble cara. Por un lado propicia los cambios necesarios para la adaptación social, pero por otro nos deja los rastros de los que se quedan en el camino, en muchas ocasiones recibiendo las consecuencias de movimientos que ni propician ni alcanzan a manejar. Es en estos grupos donde se está generando un conflicto en potencia, fruto de los movimientos políticos en base a la actual crisis económica

Pero volvamos a Bailey. El ejercicio del poder se realiza en base a un conjunto de reglas aceptadas por los participantes y que varía de una cultura a otra. Estas reglas pueden ser normativas, que son públicas y se refieren a reglas poco definidas como la honestidad, y las pragmáticas, no visibles con las que se gana el juego. Este juego se desarrolla en lo que llamamos arena política.

Esas reglas pragmáticas operan en la oscuridad de pactos y movimientos que se encaminan a la consecución de intereses particulares y colectivos. En un entorno histórico de crisis como el que vivimos, nos llama la atención la aplicación de políticas poco solidarias, que más obedecen a una pérdida de derechos sociales, laborales, políticos y económicos, que a una mejora de las condiciones generales que este tipo de crisis acarrea. Ante estas situaciones, muchas de las medidas se toman bajo la premisa de que no queda otro remedio pero, ¿Es siempre así?

 Echemos la vista atrás y centrémonos en un momento histórico relevante para esta cuestión. En la época de los 60 comienza lo que se ha llamado la crisis del estado del bienestar. Se achacó a la  crisis del petróleo pero en realidad tiene causas políticas, ideológicas y sociales. La situación inflacionista que se generó por la subida de precios y salarios, propició la implantación de políticas neoliberales con aplicaciones de dinámicas tecnológicas generadoras de incrementos de tasas de desempleo. De no haberse dado esta situación de crisis económica, no hubiera sido posible que estas medidas se aplicaran de manera tan profunda (Tezanos 2001). Este ejemplo nos hace pensar, que la aplicación de este tipo de políticas que priman la obtención de beneficios, la mayor productividad y mejor competitividad sin tener en cuenta los efecto adversos sobre el grueso poblacional, ven su oportunidad en estas situaciones. La búsqueda desesperada por parte del común de los mortales de soluciones, deja paso libre a tendencias ideológicas que no siempre miran por el bien común.

En estos juegos de poder, donde las estrategias se encaminan a la búsqueda de los propios intereses, juegan un papel importante las corporaciones internacionales, cuyas políticas se basan en el libre mercado siendo creadoras de organizaciones supranacionales que ponen en marcha estas políticas mediante vigilancia y coerción. Organizaciones como el FMI, Banco Mundial, BCE que exige a los gobiernos una reducción del gasto público sobre todo en aquellas actividades no lucrativas o susceptibles de producir beneficios ( Bretón 2001). Es más probable que este tipo de medidas se apliquen en situaciones donde el miedo a empeorar la situación, ya de por si degradada y que por otro lado está provocada en gran parte por las grandes corporaciones y entidades financieras, favorezcan medidas de choque que entrañan cierta cantidad de opacidad y falta de transparencia. Por ejemplo ¿cómo es posible que la carga de los errores de los grandes bancos la tengan que pagar los ciudadanos y que en contrapartida estos no hagan fluir el crédito que tanto se necesita en las medianas y pequeñas empresas? Evidentemente, este tipo de actuaciones está respaldada por el gobierno de turno que juega sus cartas y pone en marcha esas reglas pragmáticas con las que ganar el juego, con más facilidad  si además consiguen una mayoría absoluta con la que gobernar. Esa mayoría absoluta a la que todos quieren acceder, en muchas ocasiones precisa de movimientos tejidos en la mentira, en la manipulación y en la falta de escrúpulos, donde no importa mentir al electorado, aportando contramedidas desde la oposición, faltas de realismo y que luego se confirman como quimeras que solo sirven para acceder al poder una vez se instauran en él. Ciertamente la política se convierte en una enrevesada maraña de movimientos, estrategias, intereses y posicionamientos que realiza ese Hombre político y el entramado en el que se desenvuelve. La antropología estudia la política como esa arena donde se ponen en marcha todas estas piezas intrínsecamente relacionadas. El mantenimiento del poder conlleva la creación de redes extensas que relacionan a todos sus participantes de manera simbiótica. Un movimiento en una dirección, suele ir acompañado de otros no tan visibles en beneficio de aquellos que propician el primero. ¿Pero es posible seguir realizando una pérdida de un estado social inicial más o menos positivo indefinidamente como consecuencia de la defensa de esos intereses que operan en las sombras? Evidentemente no. Las sociedades basan su estabilidad en equilibrios conformados por las condiciones de vida en las que los diferentes grupos sociales se encuentran. Cuando un amplio sector de la población cae en la exclusión social, los gobiernos favorecen el blindaje de las clases medias-altas y no realizan políticas solidarias, se generan situaciones de conflictividad social de difícil tratamiento puesto que estos colectivos sociales que han caído en la exclusión carecen de medidas de presión eficaces y plantean cauces de difícil regulación. No hay que olvidar por otro lado, que la exclusión social no es un estado, sino un proceso generado por múltiples variables de entre las que destacan el poseer o no un trabajo y en las condiciones en las que se realiza. Es decir, a la exclusión social puede llegar cualquier persona y en épocas de crisis económicas donde las tasas de desempleo son tan elevadas, el peligro de llegar a esta situación es altamente probable para muchos colectivos.

 

En conclusión. La política es un juego, las reglas están claras aunque no visibles para todos. La actual crisis económica está propiciando una continua pérdida de derechos sociales, políticos, económicos, laborales que obedecen a políticas poco solidarias, de tendencia neoliberal y que están más que orquestadas por corporaciones supranacionales con un papel en las políticas y las economías mundiales mucho más que significativa. Esos movimientos son parte de ese juego  en el que participan todos los actores de una manera más o menos comprometida, en base a la cantidad de poder que pueden manejar. La profundidad de esos movimientos y las consecuencias que tienen, se benefician de momentos histórico-económicos concretos, por lo que podemos sospechar que sean provocados a conciencia por algunos, para desequilibrar la balanza del poder en uno u otro sentido.

 

 

 

 

 

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