La guerra de los pasteles

Por Javier Sanz

Mexique_en_1838Imagen:  Wikimedia

 

Lo que puede llegar a cambiar una frase si suprimimos una palabra, en este caso simplemente un artículo, de “guerra de pasteles” a “guerra de los pasteles”. En la primera de ellas a nadie nos importaría participar y la segunda la libraron Francia y México en 1838.

 

Tras lograr al independencia de España en 1821, México se enfrentaba a una delicada situación económica lastrada por las cuantiosas deudas con los países que había financiado la guerra de independencia, sobre todo Francia, y agravado con enfrentamientos entre partidarios de los distintos candidatos a la presidencia. En la década de los treinta una serie de disturbios callejeros  desembocaron en el asalto de varios comercios entre los que estaba la pastelería de un ciudadano francés el señor Remontel.  Éste, se puso al frente de los comerciantes asaltados y exigieron al gobierno mexicano una indemnización por los daños y perjuicios causados… 600.000 pesos. Ante la falta de respuesta, solicitaron ayuda al gobierno francés. Poco o nada importaban las reparaciones económicas exigidas por los comerciantes, pero Francia utilizó este conflicto menor para exigir a México la devolución de los préstamos concedidos para financiar la guerra. Luis Felipe I, rey de Francia, envió una flota, al mando del almirante Charles Baudin, que bloqueó los principales puertos del Golfo de México.

 

Ante aquel bloqueo, en noviembre de 1838, México le declaró la guerra a Francia. El almirante Baudin ordenó tomar Veracruz. A pesar del regreso del general Santa Ana, que incluso perdió una pierna en la defensa de Veracruz, la superioridad numérica y, sobre todo, de armamento inclinó la balanza del lado francés. En marzo de 1839, y actuando como intermediarios los británicos, México se comprometía a pagar los 600.000 pesos y la flota francesa se retiró.

 

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