Lectura, un hábito indestructible

Por Guillermo Samperio

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El que lee, sabe, y viceversa. Templo de conocimiento, información y placer, la lectura juega un papel relevante en la formación profesional y, más aún, en nuestro desarrollo personal.

 

Una de las características de la sociedad global de este nuevo milenio es la gran importancia de la información, no sólo entendida ya como insumo del conocimiento, sino también como herramienta fundamental para la toma de decisiones, tanto en el dominio público como en el privado. Nick Moore, director del Instituto de Estudios Políticos de Gran Bretaña, describe la llamada sociedad de la información por sus características principales. En efecto, señala que “la información se utiliza como un recurso económico. Las empresas recurren cada vez más a la información para aumentar su eficacia, su competitividad, estimular la innovación y obtener mejores resultados, elevando, en la mayoría de los casos la calidad de los bienes y servicios que producen (…) En segundo lugar, se detecta un mayor uso de la información por el gran público. La gente recurre más intensamente a la información en sus actividades como consumidores, ya sea para elegir con criterio entre diferentes productos, conocer sus derechos a los servicios públicos o tomar decisiones por cuenta propia. Utilizan igualmente la información como ciudadanos, para ejercer sus derechos y responsabilidades cívicas”.

 

Aun cuando la lectura es un proceso personal, en tanto se le realiza sobre la base de saberes, experiencias, expectativas y finalidades individuales, el valor que se le confiere, sus usos y sus funciones parten de una significación social, pues se le concibe como una actividad que se realiza con el otro, como un fenómeno construido socialmente, ya que mediante la posesión y puesta en práctica de esta actividad adquirimos y ejercitamos conocimientos socialmente aprobados.

 

Además, la lectura como medio para interpretar y significar la realidad tiene como punto de partida el lenguaje y éste es un producto cultural, un vehículo para conocer, comunicar y construir el pensamiento humano. Entre los aprendizajes más significativos del ser humano se encuentra el lenguaje, el cual constituye una de las herramientas básicas del pensamiento.

 

El lenguaje pone de manifiesto las ideas que poseemos; a través de su empleo nos formamos conceptos y adquirimos el aprendizaje de principios, así como la posibilidad de establecer una comunicación efectiva con los otros.

 

En los estudios realizados, desde una perspectiva social, (Van Dijk, 1983, Lyons, J, l983, y Halliday, M.A.K., 1986), del lenguaje destacan conceptos que llevan a reflexionar sobre la construcción de significados que elaboramos los hablantes de una lengua cada vez que establecemos interacción comunicativa. De acuerdo con Halliday, el lenguaje nos permite codificar dos aspectos de la realidad social en la que nos insertamos: la reflexión que hacemos de ella y la acción que ejercemos sobre ella. Por medio del lenguaje construimos y transmitimos los sistemas de valoración y conocimiento que compartimos en un ámbito social. En el uso de la lengua hablada o escrita imprimimos un saber cultural. La construcción y la adquisición del conocimiento cultural son de naturaleza social; la amplitud y profundidad en estos saberes conforman nuestra competencia comunicativa. De ahí que el lenguaje es la habilidad de significar en los tipos de situación o contextos sociales que son generados por la cultura. Consecuentemente, en el uso del lenguaje están presentes nuestra concepción de la realidad y el dominio de la lengua.

 

Se puede afirmar que mediante el lenguaje no sólo se transmite, sino que se crea el conocimiento. El lenguaje nos muestra una manera de nombrar las cosas y de participar en la cultura, pues la mayor parte de los encuentros con ella son sobre todo simbólicos, más que directos; en este sentido, el lenguaje constituye un medio de comunicación y, al mismo tiempo, una forma de representar al mundo sobre el cual nos comunicamos.

 

El interés por la relación entre el lenguaje y el aprendizaje no es nuevo en la educación; distintos teóricos, entre los que destacan Dewey, Piaget, Vygotski y Luria, entre otros, se han ocupado de esta temática. Pero, a pesar de ello, no siempre los ámbitos escolares han prestado atención suficiente ni le han otorgado importancia al lenguaje como vehículo de adquisición del conocimiento, aun cuando cualquier tipo de actividad encaminada al aprendizaje requiere del empleo del lenguaje, sea oral o escrito.

 

La enseñanza-aprendizaje es, en muchos de sus aspectos, una forma especial del proceso comunicativo que se efectúa entre el profesor y los alumnos, entre los alumnos con los alumnos y entre el profesor y los alumnos con los textos. Consecuentemente, revalorar el lenguaje es una labor imprescindible en todo proceso educativo, pues mediante él es posible hablar de uno mismo, de los contenidos curriculares y de la situación social.

 

La mayor parte de lo que se enseña en la escuela es transmitido mediante la presentación oral de los contenidos curriculares por parte de los maestros o bien mediante la presentación de textos y obras de referencia. Las valoraciones de los logros académicos se hacen generalmente a través de preguntas y respuestas, ya sea orales o escritas. Resulta evidente que para tener éxito en los estudios, un alumno debe dominar de manera adecuada las aptitudes lingüísticas: hablar, escuchar, leer y escribir.

 

Leer y escuchar nos permite ampliar nuestras ideas; en tanto que escribir y hablar nos capacita para mostrarlas y reconstruirlas. En efecto, construimos nuestras ideas leyendo y expresándolas en nuestras propias palabras.

 

Con frecuencia se afirma que la lectura es uno de los instrumentos más poderosos de aprendizaje. Quien lee adecuadamente puede utilizar lo leído para ampliar sus pensamientos y reflexionar sobre lo escrito. En este sentido, la lectura se convierte en una herramienta que permite pensar y aprender. La práctica docente la presupone como uno de los medios de adquisición e interpretación de conocimientos, de informaciones, de experiencias; vale decir, como una forma de aprendizaje que permite adquirir otros aprendizajes.

 

Desde esta perspectiva, la lectura es esencial en la formación profesional, pues posibilita sintetizar nuevos conocimientos a partir de informaciones previas; de igual manera, a través de ella se conocen y comprenden los conocimientos producidos en diversos tiempos y en diferentes temáticas. En este sentido, se conceptualiza a la lectura como una fuente de información, de aprendizaje, que permite resolver problemas tanto del contexto escolar como de la vida cotidiana, posibilitando ampliar la visión del mundo, el desarrollo de la sensibilidad y los procesos intelectuales.

 

Por otra parte, la lectura a veces proporciona información de hechos específicos, útiles para escribir y ofrecer un cierto sentido de cómo comunicarse mediante lo que se escribe. Así, se constituye en una oportunidad para formular ideas y no solamente para captar información del escrito. Es decir, a través de la lectura se obtiene información, pero también la posibilidad de aprender nuevas formas de comunicarse mediante el escrito y además generar nuevas ideas.

 

Saber más –y dudar más– tiene que ver con estar vivo. Y el más vivo es el que lee más.
 

 

Fuente: Sin embargo

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