Espacio libre de normas impuestas : estamos en Carnaval

Por Silvia Asins.

 

Transgresión y suspensión de las reglas que “organizan” la cotidianeidad. Cultura de la risa, cultura del “mundo al revés”, cultura del deseo. Del deseo de traspasar las normas culturales y sociales para convertirnos en aquello que querríamos ser, para superar nuestras condiciones y hacer mofa de las del resto. Estamos en Carnaval

 El próximo 21 de febrero estaremos oficialmente en Carnaval y, por eso, podremos disfrutar este fin de semana de diferentes actividades en las que el humor y las sonrisas inundarán las calles de todos los rincones del país. Aunque recientemente reconfigurada, parece ser que esta fiesta ya empezaba a impresionar en el mismo Paleolítico; al fin y al cabo, el Carnaval es una expresión cultural bastante reciente y ligada al cristianismo, pero fundada bajo prácticas mucho más antiguas.

Las investigaciones arqueológicas demuestran que, aunque no sepamos exactamente qué se hacía de las máscaras encontradas, cierto es que las diferentes civilizaciones hacían ritos entorno al cambio de estaciones.

Las máscaras, probablemente, representaban los espíritus paganos que las instituciones eclesiásticas combatían antes de convertirlos en santos o en ángeles.

Si bien es cierto que este espíritu ya ha desaparecido ahora, no lo han hecho de la misma manera las reminiscencias de estos orígenes: la Cuaresma, el Domingo de Ramos o el Miércoles de Ceniza no son más que representaciones del poder eclesiástico en la cultura de las civilizaciones.

El Carnaval acaba siendo ahora, y por definición, el teatro público, la actuación de personajes populares que desenmascaran o cuestionan aquellas verdades jerárquicas que no han sido más que impuestas. En esencia, no en la práctica de muchos lugares donde, al final, el espíritu crítico queda minimizado por la ostentosidad de los disfraces, de los maquillajes o de las espectaculares batucadas.

Es, por definición, el hacer chirigota a través de la proyección de deseos, de sueños y de expectativas de un mundo mejor.

El de Río de Janeiro, el de Venecia o, más cerca, el de Las Palmas de Gran Canaria. Diferentes lugares pero un objetivo común: reír, disfrutar y criticar. Olvidar por un tiempo la miseria o el sufrimiento. Cambiar, por un período de tiempo determinado, nuestra condición social y cultural. Los hombres se convierten en mujeres, la dictadura de los niños manda, las diferencias sociales desaparecen gracias al mundo al revés.

 

No olvidemos pues que el carnaval es:

 

 “Los disfraces, las máscaras, el anonimato generalizado,

la harina, los huevos y otros proyectiles en batallas endemoniadas,

la música y las batucadas.

Si el Carnaval es un cambio, debe ser un momento de libertad,

un momento donde los que no lo tienen toman el poder, el espacio, la calle”.

 

 

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