«El ministro de propaganda», de Joachim Lang
JOSÉ LUIS MUÑOZ
Joseph Goebbels ha aparecido en diversas películas como personaje secundario —a veces irrisorio como en La niña de tus ojos de Fernando Trueba— como en El hundimiento en donde acompañaba a un sencillamente genial Bruno Ganz que era Hitler resucitado, y seguramente se merecía el papel protagónico como el que le ofrece el director alemán Joachim Lang (Spraitback, 1959) en El ministro de propaganda por ser uno de los epígonos fundamentales de los hacedores del mal absoluto sino su creador.
Joseph Goebbels (aquí el actor Robert Stadlober, de razonable parecido) fue uno de los personajes centrales del régimen hitleriano, el que encumbró con una extraordinaria campaña publicitaria a Adolf Hitler (Fritz Karl, que no se le parece), que lo consideraba miembro de su propia familia y a su mujer Magda (Franziska Weisz), prototipo de la mujer alemana que aportaba un sinfín de hijos arios al III Reich. La película de Joachim Lang se centra en lo habilidoso que fue el ministro de propaganda a la hora de ensalzar la figura del führer como héroe wagneriano, su maestría en manipular, creando imágenes que parecen fortuitas (Hitler que entra en coche descapotable en Viena, cuando se anexiona Austria, y recibe de manos de una niña aria un ramo de flores) o censurarlas cuando no convienen (los temblores de las manos del führer durante el asedio ruso de Berlín), consciente de la importancia de la imagen de cara a mantener el liderazgo de masas del líder supremo de la nación alemana, pero el realizador también ahonda en la personalidad mujeriega del propagandista nazi que debe sacrificar a su amante Lida Baarova (Katia Fellin) en aras del bien común cuando el führer así se lo exige.
Del poder de la imagen fue muy consciente Joseph Goebbels que encargó a la cineasta Leni Riefenstahl la realización del documental La victoria de la fe para cubrir el 5 congreso del Partido Nazi en Nuremberg o la panegírica Kolberg de Veit Harlan. Película oportuna El ministro de propaganda en esta época en que la extrema derecha global se ha convertido en un ventilador de falsas noticias siguiendo las enseñanzas de Goebbels al que le salen un montón de alumnos aventajados: “Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”. Por desgracia le falta nervio y fuerza al film de Joachim Lang que inserta en su largometraje una serie de imágenes de documentales de la época que resultan casi más clarificadores que las imágenes rodadas por él, porque planea sobre todo el largometraje de más de dos horas una cierta desconexión entre secuencias que lo lastran y tampoco es que convenzan las interpretaciones que sus principales actores hacen de Hitler (Fritz Karl), Goebbels (Robert Stadlober), Herman Göring (Oliver Fleischer) y Eva Braun (Raphaela Möst), quizá porque la sombra de El hundimiento es muy alargada y esté siempre presente en la retina del espectador.