«La infiltrada», de Arantxa Echevarría

JOSÉ LUIS MUÑOZ

Son numerosas las películas que se han realizado y que giran en torno a las actividades de la banda terrorista ETA desde Días contados, de Imanol Uribe sobre una novela de Juan Madrid, sin duda la mejor, a Todos estamos invitados, de Manuel Gutiérrez Aragón, sin duda la peor. Ahí están Yoyes, Operación Ogro, La muerte de Mikel, Maixabel, más o menos críticas con la actividad de la banda, algunas centradas en el terrorismo de estado como Lasa y Zabala, unos cuantos documentales muy notables como El proceso de Burgos o La pelota vasca, incluso una comedia, El negociador, y una serie, Patria, sobre la novela de Fernando Aramburu, como para que el espectador haya tenido una visión calidoscópica a través del cine de esos más de cincuenta años terribles y el reguero de dolor y muerte que causaron.

La realizadora vasca Arantxa Echevarría (Bilbao, 1968), conocida por sus anteriores películas Carmen y Lola y Chinas, es la encargada de poner en pie un proyecto cinematográfico sobre la desconocida actividad de una policía nacional que se infiltró en ETA con el nombre supuesto de Aránzazu Berradre (Carolina Yuste, que ya había trabajado con la directora en Carmen y Lola) y consiguió en la década de los noventa, cuando ya ETA estaba muy desmotivada y acorralada por la sociedad después de un reguero de crueles asesinatos difícilmente explicables (Gregorio Ordoñez, Miguel Ángel Blanco), la desarticulación de un nuevo comando Donosti antes de que empezara su actividad criminal.

La labor de esta policía española fue mucho menos relevante que la de Lobo, sobre la que se hizo la película El lobo, interpretada por Eduardo Noriega, pero sin duda destacable porque se trataba de infiltrar a una mujer en el seno de ETA. La infiltrada incide en la dureza de un rol que debe asumir la protagonista durante ocho años en los que debió renunciar a su vida familiar e incluso profesional (nadie, salvo su superior, sabía de su actividad).

El filme de la realizadora vasca tiene algún momento impactante (el asesinato de Gregorio Ordóñez) y de suspense (la sustracción de la lista de posibles objetivos), pero se echa en falta que pase por alto todo el proceso de integración de la protagonista femenina en la banda que ya se da por hecho desde el principio del film. Describe muy bien el filme las actividades del grupo de la CPN escogido para el seguimiento y las escuchas de las actividades terroristas, y su rivalidad con la Guardia Civil cuando ese cuerpo consigue desarticular más comandos que ellos, pero resulta muy plano con los dos terroristas con los que se relaciona Aranzazu Berradre, Kepa Echevarría (Iñigo Gastesi), con el que inicia una relación sentimental de la que luego se arrepiente (se restriega con estropajo todo rastro en su cuerpo), y Sergio Polo (Diego Anido), el más brutal de ellos, sucio y desordenado, un machista despreciable (la realizadora introduce la violencia de género y denuncia el machismo que reinaba en la banda), que son personajes excesivamente planos y simples. Luis Tosar, en el papel de Ángel Salcedo, el jefe policial responsable del operativo está, como siempre, convincente en una película que no se sale de la corrección artística y política en ningún momento y que podía haber dado mucho más de sí.

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