Nos manipulan
Nos manipulan.
El Gran Hermano orwelliano se encontraría bastante cómodo en esta sociedad que hemos creado. Ya no es necesario eliminar al adversario ideológico, ahora se le adoctrina, se le anula, se le lleva de la mano por un inicuo sendero, previamente trazado. Nos manipulan desde todos los flancos, en todos los instantes de nuestra vida. Somos blancos de las artimañas del ejecutivo de turno, de aquellos que en lugar de limpiar, fijar y dar esplendor; como reza el lema de la RAE; ensucian, envilecen y defecan (intelectualmente). Los talibancillos del pensamiento único, hace tiempo que descubrieron el uso de los estímulos cotidianos. La repetición del falso mantra ideológico, lo convierte en verdad frente al desvalido receptor. El primer paso es apropiarse de los medios de comunicación. Una purga, que viene a sustituir a la anterior purga y así hasta la saciedad, cada vez que una ideología toma posesión de su cargo.
Las noticias sesgadas, los eufemismos como norma de estilo, la repetición cansina de las corruptelas de los “otros”, el olvido de las infracciones de los de su cuerda, la justificación cuando se trata de los tuyos. Estos son los pilares básicos de la ética de una clase política que hace del “y tú más” su único programa. Algunos comunicadores, vendidos al mejor postor, practican la genuflexión intelectual, regurgitando lo que la voz de su amo les indica. Cuando la empresa mediática está directamente financiada por alguna cuerda, el resultado es sonrojante y vergonzante a partes iguales. Panfletos ideológicos a la búsqueda de instaurar el pensamiento único, descalificaciones, vejaciones y falsedades, servidas en bandejas por los monaguillos y mariachis, a golpe de talonario.
Bustos parlantes que repiten guiones de serie B, tendenciosos, sectarios y ágrafos. El analfabetismo se apodera de los cenáculos. Tertulianos incapaces, con el talonario aún fresco, cuyo único peso intelectual es la carótida a punto de explotar cuanto les llevan la contraria. Eruditos en nada, que defecan incoherencias e inanidades. El analfabetismo como una de las bellas artes. Resulta difícil; aún haciéndolo aposta; alcanzar tales niveles de desconocimiento como el que lucen los contertulios de estos programas. Todo es válido si el mensaje se sedimenta, si soltamos las soflamas por las que previamente nos han pagado. “Nada es verdad, todo está permitido”, decía Hasan-i Sabbah. En esta piel de toro aplicamos a conciencia este engañoso aforismo. La mentira goebbeliana repetida una y otra vez, que se convierte en verdad. El principio de simplificación y el enemigo único. Nada más vergonzante que escuchar noticias manipuladas, sesgadas o pasadas por el tamiz de las ideologías, en un intento de adoctrinar al ciudadano.
Nada más triste que una comparsa de palmeros ideológicos, sirviendo al poder como una Santa Compaña desleída y laxa.