«Las mil vidas de Jorge Semprún», de Albert Solé

JOSÉ LUIS MUÑOZ

Documental extraordinario, sobre todo porque el personaje retratado lo fue. Jorge Semprún (Madrid, 1923 / París, 2011) fue uno de los mayores intelectuales españoles que ha dado la literatura contemporánea, personaje progresista comprometido hasta el final de sus días, miembro de la resistencia francesa contra el invasor nazi, militante del PCE en la clandestinidad, hasta que lo expulsaron por sus críticas al estalinismo, escritor excelso de un puñado de novelas con una potencia narrativa extraordinaria.

Las mil vidas de Jorge Semprún (2023) de Albert Solé (Bucarest, 1962), rigurosa y bien documentada, que cuenta con varias entrevistas al escritor que fue también el Federico Sánchez de la clandestinidad, habla de su infancia entre algodones en Madrid (nieto, por parte de madre, del político Antonio Maura e hijo del catedrático de Derecho y diplomático de la República José María Semprún Gurrea) en una familia de clase media alta muy politizada y republicana; de su huida a Francia, cuando el golpe de estado fascista del general Franco sorprende a la familia veraneando en el norte de España; su militancia en la Resistencia Francesa en donde participó activamente en acciones de sabotaje contra el invasor, su apresamiento y las torturas que sufrió durante lo quince días que estuvo en los calabozos de la Gestapo que buscaba información sobre sus camaradas, sin conseguirlo, y su estancia en el campo de concentración de Buchenwald, en donde sobrevivió conviviendo con la muerte a diario y que liberó bazuca en mano disparando contra los SS cuando la Alemania nazí colapsó; su entrada tardía en la literatura (después de su experiencia en el campo de trabajo se decidió por el silencio mientras otros supervivientes como Primo Levi vertían en sus libros sus experiencias y acababan suicidándose); la clandestinidad en España con el alias de Federico Sánchez, organizando células del Partico Comunista en fábricas y universidades; su expulsión del Partido Comunista, por disidente, junto a Fernando Claudín; su etapa como novelista escribiendo en francés (lo hablaba perfectamente, sin ningún acento, como también el alemán); sus guiones para Alain Resnais en La guerra ha terminado y Stavisky, los de las películas de Costa Gavras Z, Sección Especial y La confesión, sobre el proceso que sufrió su compañero el checo Arthur London por parte del estalinismo, por los que fue nominado para el Oscar de Hollywood, para Joseph Losey en Las rutas del sur, un documental sobre la nostalgia de los vencidos de la guerra civil española en el que salían Yves Montand, amigo personal del escritor desde La guerra ha terminado, Miou-Miou y José Luis Gómez, entre otros; su brillante etapa como ministro de Cultura que terminó abruptamente cuando criticó la corrupción política que cercaba al vicepresidente del gobierno Alfonso Guerra por el caso de su hermano Juan; y su nuevo exilio en Francia, en donde siguió escribiendo en francés y en español. “Era un apátrida”, decía Federico Sánchez, que viajaba con pasaportes falsos. Pero sobre todo era un europeísta.

Su literatura siempre estuvo ligada al compromiso histórico, al progresismo, sin renunciar a sus ideales comunistas a pesar de lo mal que se lo pagaron expulsándole, y ahí quedan algunas de sus piezas literarias extraordinarias en donde siempre está presente la memoria de lo vivido: El largo viaje, sobre el periplo de los españoles republicanos condenados a sobrevivir en Buchenwald, Aquel domingo, Viviré con su nombre, morirá como el mío, de nuevo el campo de concentración presente, La autobiografía de Federico Sánchez, novela memorística con la que ganó el Premio Planeta en 1977, La montaña blanca, La escritura o la vida

En el documental aparecen Carmen Claudín, amiga personal de Jorge Semprún e hija del también dirigente purgado Fernando Claudín, el crítico literario francés Bernard Pivot, que falleció este mismo año, que lo entrevisto en numerosas ocasiones para su programa cultural en la televisión pública, el filósofo español Josep Ramoneda, el exministro Carlos Solchaga, su nieto, Thomas Landman su biógrafa alemana Franziska Ausgtein, la española Soledad Fox Maura,  pariente del escritor, y todos destacan su honestidad, su compromiso social, su extraordinaria valía intelectual: “Demasiado brillante para estar en el comité central del Partido Comunista”, apostilla Carmen Claudín. Santiago Carrillo se despachó diciendo que lo que le interesaba a Federico Sánchez era la literatura.

Jorge Semprún siempre acudía al Memorial de Buchenwald para rendir homenaje a las víctimas, hasta el último año de su vida, para recordar el horror del nazismo que sufrió él en su persona. En sus discursos, desde el atril que se improvisaba en ese escenario del horror, y en perfecto alemán, Jorge Semprún hablaba de ese muchacho de 22 años que empuñó una bazuca para liberarlo de los SS. Tuve la oportunidad de coincidir con él en julio del 2010, poco antes de que muriera, en la Semana Negra de Gijón: yo tomaba un café, él se deleitaba con un whisky, y hablamos del horror nazi y de esa novela extraordinaria que yo acababa de leer: Viviré con su nombre, morirá como el mío.

Jorge Semprún es uno de los mayores intelectuales que ha dado este país, un ser de apariencia dandi comprometido con el momento histórico que le tocó vivir y cuyas mil vidas de novela merecen ser contadas. El documental, soberbio, le hace justicia.

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