«Alicia en las ciudades», de Wim Wenders
JOSÉ LUIS MUÑOZ
Me atrevería a decir que Alicia en las ciudades, el cuarto largometraje de Wim Wenders (Dusseldorf, 1945) rodado en 1974, una de sus primeras películas de su autor, es casi la mejor de su carrera, del mismo modo que Al final de la escapada era la mejor de Jean Luc Godard, y lo digo en un momento en el que podemos disfrutar de la copia restaurada de esta bella y sensible road movie protagonizada por un adulto desencantado de la vida, el periodista Philip Winter (Rüdiger Vogler) —tiene que escribir un libro sobre Estados Unidos (ya por entonces el director alemán estaba fascinado por ese país) aunque le falla la inspiración, y va con un cuadernillo de notas y una polaroid con la que retrata paisajes y tipos— y una niña, Alicia (Yella Rottländer, una extraordinaria actriz infantil de solo 9 años que descubrió el director alemán en La letra escarlata y le dio un papel en Tan lejos, tan cerca) de la que debe de hacerse cargo cuando su madre Lisa (Lisa Kreuzer) desaparece en Nueva York para cerrar una historia sentimental. Se inicia así un periplo emocional, porque el solitario protagonista se va encariñando poco a poco de la niña, que los llevará a Ámsterdam desde Nueva York y por distintas ciudades de Alemania en busca de unos familiares que no encuentran y con la única pista de la imagen de una casa antigua que la niña guarda en su álbum de fotos y en donde vivía su abuela.
Rodada en un impoluto y poético blanco y negro, obra de Robby Müller, Alicia en las ciudades sigue conservando ese halo poético y nos regala algunas escenas impagables: la niña Alicia, a veces caprichosa, rebelde y deslenguada, le reprocha Philip Winter que se pase el día haciendo garabatos en esa libreta que lleva; Alicia encerrada en el lavabo de mujeres y llorando desconsoladamente cuando comprueba que su madre la ha abandonado; su expresión de censura y celos cuando su protector pasa la noche con una desconocida (Didi Petrikat) a la que abordan en un parque público. Wim Wenders contrapone con éxito el mundo infantil y el adulto en esa relación tan especial que se establece entre los protagonistas de su historia.
Wim Wenders sale muy airoso de un film que podía haberse deslizado peligrosamente hacia el ternurismo excesivo —el peligro del que alertaba Alfred Hitchcock cuando se rueda con niños, o con Charles Laughton—, saca un partido extraordinario de unas imágenes rodadas tanto en Nueva York como en ciudades de la Alemania industrial (el tren monorraíl suspendido de la ciudad de Wuppertal le regala algunas de las mejores secuencias), apunta en esa búsqueda de familiares de la niña Alicia a otra, la de Jane Henderson (Nastassja Kinski) de París, Texas, su película más conocida rodada diez años más tarde en Estados Unidos, y le debe mucho a esa actriz infantil sencillamente extraordinaria que protagoniza su historia y actúa con una naturalidad asombrosa y a su envolvente banda sonora de The Can (roba también imágenes de un concierto mítico de Chuck Berry).
Alicia en las ciudades, un film que transpira una frescura y verismo herederas de la nouvelle vague francesa, tiene un lugar preponderante en la historia del cine y la pueden recuperar en la plataforma de Caixaforum Streaming.