“Kubrick por Kubrick”, de Gregory Monro

JOSÉ LUIS MUÑOZ

Excelente y breve documental, de poco menos de una hora (podía ser mucho más extenso), que gira en torno a uno de los genios indiscutibles del Séptimo Arte que con solo 13 películas alcanzó la gloria y la eternidad. Stanley Kubrick es uno de los grandes que merece estar en el Parnaso cinematográfico al lado de Ingmar Bergman, Federico Fellini, Orson Welles, Serguei Eisenstein, Luis Buñuel o Carl Theodor Dreyer. El director norteamericano (Nueva York, 1928-Childwickbury 1999) nacionalizado británico, un obseso de la perfección, habla en esta larga entrevista de su concepto personal del cine, una forma de narrar que deja al espectador en su papel de testigo de los acontecimientos.

Stanley Kubrick era un artista del Renacimiento que se alejó voluntariamente de la influencia de Hollywood, de ahí su retiro al Reino Unido, en donde se sentía mucho más a gusto y libre, y era capaz de convencer a los productores para que asumieran los gastos de sus muy costosos rodajes que podían durar años. Tocó prácticamente todos los géneros:  el negro en Atraco perfecto; el antibelicista en Senderos de gloria, una de sus muchas obras maestras; el épico en la extraordinaria y revolucionaria Espartaco; el humor vitriólico en Teléfono rojo, volamos hacia Moscú; la pederastia en Lolita, la mejor adaptación de la novela de Vladimir Nabokov; la ciencia ficción en 2001, una odisea del espacio, otra de sus obras cumbre; la anticipación distópica en La naranja mecánica; el cine de época en Barry Lyndon, que raya la perfeción; el cine bélico en La chaqueta metálica; el terrorífico en El resplandor y la pesadilla onírica y sexual en Eyes Wide Shut. Le faltó el western por el abandono del rodaje de El rostro impenetrable que acabó filmando su protagonista Marlon Brando.

Por el documental, además de algunas escenas de sus exitosas películas (cada estreno era un acontecimiento) desfilan algunos de los actores con los que tuvo que lidiar. Así sabemos que el gran Sterling Hayden, el protagonista de Atraco perfecto, una de las obras maestras del cine negro, hubo de repetir 78 veces una toma de Teléfono rojo, volamos hacia Moscú, porque no daba el tono adecuado. También aparece Malcolm McDowell que defiende a capa y espada La naranja mecánica, una de sus películas más polémicas que el propio Kubrick retiró de las carteleras por el temor a ser mal interpretada y desatar una ola de violencia. Jack Nicholson, el enloquecido escritor frustrado de El resplandor, habla de aspectos del rodaje que se hizo en interiores y en un estudio próximo a la vivienda del realizador. Marisa Berenson, la exquisita protagonista femenina de esa obra maestra del cine de época que fue Barry Lyndon, fotografiada con candelabros, habla de su rigor como director y lo minucioso que era rodando cada escena. Kubrick, a raíz de la adaptación para el cine de la moralista novela de William M. Thackeray, nos cuenta que para el vestuario del film se compró un montón de libros de arte y arrancaba las páginas de los cuadros de época para que los clonaran Milena Canonero y Ulla-Brit Soderlund y que la elección de Ryan O’Neal, que borda su papel como arribista sin escrúpulos que recibe su justo castigo al final de la historia, se debió al atractivo físico del actor que estaba en boga por Love Story.

El documental cuenta con la presencia de Ronald Lee Ermey, el militar  instructor de marines deslenguado y actor que se metía en su papel en La chaqueta metálica, uno de los filmes más impactantes sobre la guerra de Vietnam, de la que fue veterano, y se habla de cómo escogieron una zona industrial próxima a Londres, una fábrica de gas en desuso, la Beckton Gas Work, para rodar las escenas ambientadas en Hue, porque el director de 2001 no se movía de su mansión en el Reino Unido en donde trabajaba y montaba sus películas, además de jugar partidas de ajedrez, una de sus pasiones.

Nicole Kidman y Tom Cruise aparecen por haber protagonizado su obra póstuma Eyes Wide Shut, tras la que separaron, tan turbadora y enigmática como la novela Relato soñado del austriaco Arthur Schnitzler en la que se inspira. La pareja de actores resalta la relación próxima que tuvieron con el realizador, de padre e hijos, y las osadas secuencias de la orgía que en nada son pornográficas, conmocionados ambos por la repentina muerte de Kubrick que se produjo a la edad de 70 años y mientras dormía por un infarto de miocardio.

Y por supuesto está 2001: una odisea del espacio, la obra cumbre de la ciencia ficción que supuso un antes y después para el género y en donde un robot, AL9000, razonaba como un humano y se deshacía de estos para sobrevivir cuando vio que su existencia corría peligro, sin duda la película que más interpretaciones ha tenido de todas las suyas porque mezclaba hábilmente ciencia y filosofía en ese salto prodigioso que el realizador hacía desde la Prehistoria a la actualidad con el hueso que se convertía en nave espacial, y todo rodado con maquetas. Asombroso.

Hay en el documental imágenes inéditas de la primera película que rodó con unos amigos, y un actor que luego serial profesional, el también director Paul Mazursky (Una mujer descasada), a la edad de 20 años, el drama bélico Miedo y deseo, de apenas 60 minutos de duración, producido por sus padres y que costó 33.000 dólares.

Stanley Kubrick marchó de este mundo sin llevar a cabo su Napoleón, que Steven Spielberg quiere convertir en serie y es un proyecto al margen de la fallida propuesta de Ridley Scott, también sin ganar un solo Oscar de Hollywood, salvo el de efectos especiales por 2001. Ni era dócil ni disciplinado, ni se casaba con nadie salvo consigo mismo. El film del documentalista francés Gregory Monro (París, 1975) acaba con unos videos familiares en donde un Stanley Kubrick niño ya aparece jugando con una filmadora. Los genios nacen. Y Kubrick fue de los mayores con los que ha contado el Séptimo Arte. El documental lo pueden ver en RTVE Play y en Filmin. Los amantes del cine no se lo pueden perder.

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