“Yakutat”, de José Luis Muñoz
LLUNA VICENS
No es por arte de birlibirloque que José Luis Muñoz acaba de publicar YAKUTAT, su novela número sesenta. ¿Prolífico?, por supuesto. Pero también es el resultado a la constancia, el amor por la literatura y hacer de ella el motor de su vida.
Viajero incansable, que va llenando sus viajes de fotografías, que serán portadas, como lo es la de este libro, videos, que le servirán para regresar a ese rincón del mundo y exprimir al máximo la esencia del país, notas, observando todo lo que sucede a su alrededor y que lo más probable es que acaben convertidos en novela, muestra de ello es El viaje infinito (Bohodón Ediciones, 2020).
Si la trama se desarrolla en un ambiente caluroso, te lo hará sentir pero si el escenario es frío como en Cazadores en la nieve (Versátil, 2016), La manzana helada (Bohodón Ediciones, 2017), La bahía humeante (Traspiés, 2022) novela que le llevó a ganar el Premio de narrativa Carmen Martín Gaite, La soledad de Hans Teodore Mankel (Bohodón Ediciones, 2023) y ahora Yakutat (Bohodón Ediciones 2024), podrás sentir como el frio se te va colando entre los huesos durante su lectura.
Una de las primeras cosas que me enseñó José Luis Muñoz como mi maestro que es y antes de que yo empezara a publicar, fue que las novelas que escribe un autor siempre llevan algo de sí mismos y en Yakutat se pone de manifiesto.
No me esperaba volver a encontrarme ante la sensación de los meses de confinamiento que vivimos con el Covid en el 2020. Incluso en el culo del mundo llegan los virus. Quienes hayan visitado el Valle de Arán donde reside Muñoz desde hace trece años, descubrirá que la Alaska que describe el autor tiene mucho de ese pueblo llamado Bossòst y de sus gentes. En cambio nuestro personaje Ben Ferguson, un hombre solitario, desconfiado, que no tiene mucha o ninguna relación con sus vecinos más directos o el resto de los habitantes del pueblo.
¿Quién no ha huido o le habría gustado escapar de su vida alguna vez? Ese es el motivo por el cual nuestro protagonista Ben Ferguson, llega a Yakutat en ese barco, el Kennicott, que solo atraca en el puerto una vez al mes para abastecer al pueblo.
Yakutat, te lleva hasta la soledad más inimaginable, a sentir ese desasosiego infinito, al gélido frio con temperaturas extremas, que tal y como dice el autor “no es lugar para mujeres que se les queda el culo frio”. Un entorno desangelado, como esa fábrica conservera que el propio José Luis Muñoz tuvo oportunidad de visitar y que encontró tal y como se describe en su novela, muestra de que Yakutat tuvo tiempos mejores.
Escrita en segunda persona, el lector podrá sentir la voz del narrador cómo acusaciones continuas, hechas al protagonista Ben Ferguson durante toda la novela, casi como pidiendo explicaciones a su comportamiento de años atrás, tirando por el suelo cualquier justificación que este pueda dar. No lo hará de la misma manera con personajes como el sheriff Alexei Ivanovich, el vendedor Fedor, su hermano, con el que cada mañana juega una interminable partida de ajedrez y que parece ser la única conexión con el mundo civilizado, Alyn, la madre de dos niños con hidrocefalia.
Novela dura, que te sacude porque el escenario no es fácil de llevar, algo más descarnada y cruel que la que nos tocó vivir durante la pandemia que azotó el mundo en 2020. Desconfianza, recelos, odios, que ya eran evidentes y que frente a la situación casi apocalíptica se acentúan entre los pocos vecinos de ese punto más al norte de Alaska, sepultado casi siempre por esas perpetuas nieves, que no dan tregua alguna a sus habitantes.
Hay en la novela un personaje al que le tengo mucho cariño, pues forma parte de mi familia peluda de cuatro patas, que es Shiva. Esa perra mezcla de Husky Malamute, que le demuestra a Ferguson su fidelidad y al mismo tiempo a través de quien veremos la parte más humana de su protagonista.
Una extraordinaria novela escrita por un ya consagrado y poco reconocido José Luis Muñoz, un pilar en la literatura y en el género negro de nuestro país. Pero no por ser la número sesenta tiene algo que ver con lo anteriormente leído de su autor. Solo una cosa tienen en común esos sesenta títulos: su calidad literaria.