«Tormo, investigador privado», VV.AA.
JOSÉ LUIS MUÑOZ
La originalidad de Tormo, investigador privado es que no es una antología, como subraya su creador Luis Aleixandre Giménez, sino una serie alrededor de dos personajes estrambóticos creados por el autor de Vila-real: el investigador privado Tormo, un dechado de desorden y poca pulcritud personal, y doña Pruden, una septuagenaria con furor uterino, y misa semanal, a cuyas expensas vive ese personaje. Luis Aleixandre Giménez lanzó el desafío a nueve escritores de novela negra (Antonio Parra, Carlos Augusto Casas, Jordi Ledesma, Mari Carmen Sinti, Mónica Rouanet, Paco Gómez Escribano, Salva Alemany, Susana Hernández y un servidor) y todos recogieron el guante a pesar de trabajar con un personaje ajeno, prestado.
Tormo, investigador privado es un ejemplo del maridaje que existe entre novela negra y humor, negro, por supuesto, y cada uno de los autores ha tenido libertad absoluta para crear una historieta sobre esos dos personajes con el único compromiso de ser fieles a ellos, y a sí mismos, y el resultado es sumamente divertido y estimulante.
Mari Carmen Sinti en Tormo, servidor de Dios y usted habla de la reacción física y telúrica de su personaje cuando las cosas se tuercen: Eso no quitaba que se estaba generando en el centro de su vientre un cabreo que tomaba forma de espiral como un tornado cuyo epicentro ardiente nacía de sus tripas y se expandía hasta las puntas de sus extremidades.
El relato de Antonio Parra se titula No somos nadie, claro homenaje a Paco Gómez Escribano, y describe al personaje de esta guisa: Tormo tiene el andamiaje de los sentimientos cogido con palos y cañas, y recubierto de un adobe más bien basto y vulgar, tras el que se esconde durante los mandatos de Prudencia, pero a él le gustaría que ese adobe fuera alguna vez mármol de Carrara. No lo es, porque Tormo, esencialmente, es un calzonazos que no se va a rebelar contra su ama y señora.
En Bourbon Marilyn, Mónica Rouanet dice de él: A sus más de cincuenta años decía de sí mismo que era un estoico, cuando en realidad sabía que no era más que un pasota abúlico. Y esto otro, porque Tormo podría ser una franquicia como James Bond si los astros se conjuran: Tecleó entonces las palabras Aston Martin y encontró dos nombres: Fernando Alonso y James Bond. Ninguno era el que buscaba.
El valenciano Salva Alemany, el autor de la excelente Lapsus, le da al sexo y al snuff movie en su relato El sótano: Unas cajas de cartón, una escoba, un recogedor al que le falta el palo, una manguera amarilla, un cubo sin asa y un marco que no encierra ningún lienzo. Una puerta de hierro con una mirilla y un ventanuco con reja son los únicos huecos en los muros desconchados. El siniestro escenario en donde Tormo y doña Pruden deberán dar rienda suelta a sus instintos básicos y ser grabados si quieren salir de su encierro.
Susana Hernández define meridianamente al personaje desde el título de su relato: Un pringado de manual: Tormo era para ella solamente un juguete sexual animado, y en segundo lugar la piel flácida de la setentona no se asemejaba en nada a aquella suavidad aterciopelada. Porque el investigador privado se paga el alojamiento y su manutención básicamente contentando las partes bajas de su ama y señora, a su pesar y poniendo mucha voluntad en el empeño.
Por sus antecedentes literarios podría ser el madrileño de Canillejas Paco Gómez Escribano el que más cómodo se sintiera con el personaje y su entorno en Tormo toca fondo en donde que mete en la cárcel al protagonista (matarlo estaba terminantemente prohibido por Luis Aleixandre Giménez): Él había llegado a pensar que lo del sexo antes de ir a la iglesia debería tener alguna relación, pero solo lo había pensado hasta ahí, por no incumplir el primer precepto de su filosofía existencial: «no darles demasiadas vueltas a las cosas». Uno de los principios filosóficos del personaje.
El coche de Tormo es otro de los escenarios fundamentales de todas estas historietas, su despacho, y así lo describe el autor de Yonqui: Volvió al viejo Escort y abrió la última cerveza de una nueva remesa. Sin poder contenerse, rebuscó en la parte de atrás entre cajas de pizzas, sobres de mostaza y de kétchup y botes de cerveza hasta que encontró la botella vacía de agua donde orinó hasta el borde. La tapó y la tiró por la ventana.
Y doña Pruden es el complemento perfecto de ese descacharrante investigador privado que se mueve en las antípodas de Marlowe y está más próximo a Torrente o a Mortadelo y Filemón: No, para eso ya estaba Pruden, la buena de Pruden, la pícara de Pruden, el helado de fresa y pistacho de Pruden.
Paco Gómez Escribano ahonda en la cutrez de los ambientes en su relato: Ojeó un periódico local que a esas alturas de la mañana tenía más manchas que el mandil de un pinche de un restaurante de comida basura. Y para sacarlo de la cárcel, en la que el de Canillejas mete al protagonista, quizá para que sea un poquito más ordenado y limpio, el jefe de esta banda de escritores negros y muy desmadrados, Luis Aleixandre Giménez, se vio obligado a escribir un relato extra, además del iniciático, El caso del robo parroquial: «Tampoco es para tanto. Bebí más de la cuenta, sí, pero es que ese vino de misa estaba de muerte».
La virtud que tiene este libro Tormo, investigador privado, que publica la madrileña Vencejo Editores, es que gustará a los aficionados a la novela negra, a los de la novela de humor y a los que simplemente quieran pasar un buen rato con una historietas que son fronterizas con el cómic, así es que no me sorprendería ver muy pronto al bueno de Tormo y a doña Pruden encorsetados en viñetas. Se lo merecen.