“No me llame Ternera”, de Jordi Évole
JOSÉ LUIS MUÑOZ
Con este documental le está pasando a Jordi Évole lo que le sucedió a Julio Medem con La pelota vasca, salvando las distancias entre uno y otro. A Medem, la derecha, que se negó a participar en el documental sobre la situación en el País Vasco, lo crucificaron y poco menos que fue acusado de filoetarrra seguramente por los que no lo vieron. A Jordi Évole le está sucediendo algo parecido cuando tildan su trabajo de blanqueo de un terrorista.
Se mete en un jardín espinoso el periodista catalán al entrevistar al etarra más rocoso y duro, uno de los irreductibles que no se ha arrepentido de ninguna de sus acciones y que se retrata en el documental con sus respuestas a las preguntas del entrevistador. Évole le pone ante el espejo de las atrocidades que la banda terrorista ETA cometió y Josu Ternera, al que no le gusta su apodo, ni parpadea ante ese aquelarre de fuego, destrucción, sangre y muerte que sus acciones, muchas de ellas aprobadas por él mismo, causaron, porque el jefe de la banda terrorista estuvo moviendo los hilos casi hasta el final de su carrera delictiva. Todo lo justifica el etarra con la consecución de unos objetivos y con forzar al estado español, la bicha, a sentarse y hablar de la independencia del País Vasco, y para ese fin iban amontonando sobre esa mesa de negociaciones cadáver tras cadáver, primero de los que ellos llamaban fuerzas de ocupación, luego de políticos, periodistas, cocineros o gente que pasaba cuando las acciones de la banda se convirtieron en indiscriminadas. Évole se sirve del plano corto, del tenebrismo del fondo de la imagen y de los rasgos despiadados de su entrevistado para montar un documento que tiene como contrapartida una de sus víctimas, el escolta de un alcalde navarro al que el etarra dejó malherido.
En un momento de esa larga entrevista en la que el periodista pone a Ternera ante las más execrables masacres cometidas por la banda (cuarteles de Vic y Zaragoza, Hipercor, Buesa, Miguel Ángel Blanco, Yoyes, Gregorio Ordóñez) este reconoce que cada uno lleva su propia mochila encima y que le pesa, aunque él sea el verdugo que cargue con las culpas de tantas víctimas como la actividad de la banda causó durante su existencia. Quizá le falta a este valioso documental, que en ningún momento blanquea al monstruo ni lo hace más humano, las palabras de José Luis Rodríguez Zapatero que reconoció en una reciente entrevista, con Jordi Évole precisamente, que hasta el dirigente más sanguinario de ETA, Josu Ternera, se implicó en el proceso de paz que llevó a la disolución de la organización terrorista. A ETA lo derrotó el estado de derecho y las fuerzas policiales durante un gobierno socialista aunque les pese a muchos que dicen que la banda ganó la batalla. Afortunadamente todo esto forma parte de nuestra historia reciente que no debemos olvidar para que no se repita jamás.