La soledad de Hans Teodore Mankel, de José Luis Muñoz

ANA ALEJANDRE

Esta nueva novela de José Luís Muñoz, prolífico autor, es, sin duda alguna, la más literaria de las que ha escrito, y lo es doblemente porque, en primer lugar, el género es de literatura general, dejando a un lado el género en el que se ha especializado, entre otros, como es el género negro. Más el lenguaje utilizado, con unas frases más largas y complejas, la descripción psicológica del protagonista y de otros personajes y, segundo, porque es la literatura el tema central de la novela y así lo demuestra esta narración que se bifurca en dos, siendo la principal la trama que se narra y, la segunda, la novela que está leyendo el protagonista, entre admirado y sorprendido, y que se ha llevado de la editorial desaparecida , enviada por un escritor del que solo conoce su nombre que figura en la obra, cuyo autor no se volvió a interesar por recoger el manuscrito, al notar el silencio que recibió como respuesta.

La acción que transcurre en Múnich, poco antes, pero en un año indeterminado, de la unificación alemana, que tuvo lugar el 3 de octubre de 1990., fecha que, desde entonces, se conmemora como el Día de la Unidad Alemana. El lenguaje es lineal y no hay saltos temporales ni espaciales, y solo se establecen los dos espacios narrativos y el cambio temporal en las dos narraciones que se simultanean. La una en el tiempo anterior a la unificación alemana, y la otra en un tiempo indeterminado, y en una residencia para personas mayores en plenos montañas, en la que un profesor jubilado está interno y habla con algunos de sus compañeros residentes, evocando una vieja pasión que le acompaña en el recuerdo emocionado por su intensidad que aún perdura en su vejez solitaria,

Hans Teodore Mankel es el protagonista de esta novela que le da título a la misma. Es un lector de una pequeña editorial que asesora al propietario de dicha empresa sobre aquellas obras recibidas que merecen ser publicadas o no. De este personaje, parsimonioso, circunspecto, reservado, tímido y con cierta falta de habilidades sociales, se va relatando en tercera persona, de manera directa, sencilla y metódicamente lo que hace, bebe, piensa, lee y dice, con total objetividad, exenta de cualquier emoción por parte del protagonista y con la asepsia propia de la voz narradora que cuenta solo lo que ve un espectador omnisciente. Esto recuerda a una de las características de la literatura realista que tanto se usa en los diversos géneros de ficción.

La sensación de ser un escritor fracasado domina el estado de ánimo de Han Teodore Mankel, especialmente al quebrar la editorial para la que trabajaba y el suicidio posterior de su editor. El fracaso de su primera obra y la crítica recibida de un difícil crítico literario le sumen en una sensación de la inutilidad de sus intentos y, al comparar la novela recibida de ese autor desconocido, por su autenticidad, y capacidad narrativa que le fascinan, comprende que nunca llegará a igualar a ese autor que tiene la madurez narrativa de un escritor avezado y no la de un simple autor novel y eso le hace caer más profundamente en el desaliento.

En esta novela no se narra solo las peripecias del protagonista, sino que aparecen reflejados otros personajes, más o menos duraderos en la narración, como son el propio editor arruinado, Gustav Webber, la mujer solitaria y medio loca a la que le ha apodado Madeleine, aunque desconoce su verdadero nombre; al igual que otros personajes que pululan por la novela principal y la segunda ficción dentro de la ficción, como son el profesor Johan Müller, sus compañeros de residencia, Deter Wolfe, empresario ya jubilado, la enigmática dama Úrsula Kiess y la bella Aina Bodren, el amor apasionado del viejo profesor que toman vida en la novela que está dentro de la narración principal, como diferentes ámbitos, dentro del universo de la ficción que es toda novela, y que muestran que la realidad y ficción son vasos comunicantes en los que lo que entra en uno sale del otro pero, aunque sean continentes distintos, el contenido es el mismo, pues la literatura es un reflejo de la propia realidad que se plasma en el universo de ficción y este puede reflejarse en otro igualmente ficcionado, lo que provoca la pregunta ¿no es la realidad otra ficción que vivimos en el mundo real y fáctico, pero en el que hay muchos niveles distintos que se comunican entre sí?. El mundo de los sentimientos puede crear ficciones cuando se intenta vivir de forma diferente a lo que se siente, quiere o desea. Esa ficción se vive falsamente en la realidad, queriendo hacer creer que lo que se siente, piensa, desea u opina es real y no deja de ser un mundo aparente de mentiras y falsedades, o sea, pura ficción insertada en la vida real.

En La soledad de Hans Teodore Mankel, el autor trata, a través de los diálogos entre los personajes, los pensamientos, dudas y reflexiones de los protagonistas de ambas novelas intercaladas, del problema del amor y el el deseo, de la lealtad y la traición, del paso inevitable del tiempo y sus muchos estragos, de la vida y la muerte, del éxito y el fracaso; así como, de la mentira que se esconde en muchos tipos de géneros artísticos y su falacia comercial que convierte en arte a productos variopintos que no son arte ni artesanía, solo objetos absurdos y grotescos para vender en el mercado artístico.

Y como no podía faltar, habla de literatura, buena literatura, sin subgéneros que la encorseten y limiten. Se citan las obras magnifica de Thomas Man como son los Baddenbrooks (1901), La Montaña Mágica (1924), ambos libros considerados monumentos de la literatura universal que nos dejó un recuerdo imborrable a quienes los leímos hace tantos años y volvemos a releer con la misma atención y placer los adeptos a la literatura de este gran escritor alemán, uno de los más insignes representantes de la corriente modernista (Premio Nobel de Literatura de 1929).

También, habla, a través de su personaje central, de los críticos llamándoles escritores fracasados, olvidando que hay muchos críticos que nunca han escrito un libro de ficción, solo de teoría de la literatura porque son grandes teóricos de esta materia; de las trapisondas de las editoriales, de las envidias entre los escritores, del talento y de su falta en muchos escritores afamados y aplaudidos. Es decir, del mundo de la literatura en sus aspectos comerciales que son los que predominan en un sector tan importante para la cultura, pero que tiene que estar sometido a los requerimientos del mercado.

Esta novela es, pues, la constatación de que José Luís Muñoz sale de territorio limitado que son los géneros y subgéneros, más comerciales, para abordar la literatura a secas, donde la vida palpita en los seres que la habitan y que dejan el recuerdo en los lectores, no por llegar a descubrir quién mató a quien, sino por estar leyendo y dialogando con los personajes de ficción que toman vida y se sientan al lado del lector para dialogar de los verdaderos enigmas que tienen que descifrar los seres humanos, convertidos en personajes de ficción, para llegar a comprender el mundo que los rodea y, lo más importante, para comprenderse a sí mismos.

Es deseable que esta novela sea la primera de una etapa menos prolífica en títulos, quizá, pero en las obras que escriba, a partir de ahora, se ponga de manifiesto al verdadero escritor que es José Luís Muñoz, en su verdadera calidad de autor no sometido a los cánones de los distintos géneros que le limitan a un campo acotado que le viene pequeño.

Excelente novela, La soledad de Hans Theodore Mankel.

Reseña publicada originalmente en EDITANET

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