El laberinto español. Gerald Brenan.

Gerald Brenan fue un escritor e hispanista británico que se autodefinía como “despistado y buscarruidos”.  Brenan era un tipo cercano conocido por sus vecinos como Don Gerardo, con los que tocaba la guitarra y pasaba largos ratos de hispánico asueto. La historia le conoce fundamentalmente por su aportación a la literatura sobre la Guerra Civil titulada proféticamente “El Laberinto Español”. Hijo de militar, con el que nunca se entendió, con veinticinco años arribó en La Alpujarra, después llegarían sus más de dos mil libros, enviados por barco, hasta el pueblo de Yegen, que inmortalizaría en “Al Sur de Granada”.

Fernando Colomo realizó en 2002 una película con Matthew Goode en el personaje de Brenan con el mismo título. Un discurso articulado sobre las relaciones entre culturas y el proceso de madurez del escritor frente a un mundo desconocido y el nacimiento del amor. Una comedia sobre el pasado desde la perspectiva del presente, los conflictos y las diferentes formas de vida y la cultura clásica de una sociedad victoriana contra la cultura popular. El devenir de un pueblo durante la Dictadura de Primo de Rivera, sometido a la opresión religiosa y la tenaza caciquil desde la perspectiva del humor con gran fotografía de Jose Luis Alcaline y una banda sonora excelente de Juan Bardem, en un film de narración ágil.

La película se baso en la biografía que Jonathan Gathorne-Hardy escribió sobre Brenan titulada “El Castillo Interior”. El acento de los actores no guarda ninguna relación con el habla alpujarreña, y es obligado decir que Brenan buscaba una especie de paraíso perdido del analfabetismo y lo primordial, sin interesarse para nada en la evolución cultural de su entorno, como se desprende de sus mismos escritos. Algunos detalles como esa algarabía erótico-festiva en la sociedad pacata y oprimida de la época chirrían en el conjunto. En realidad el autor, ya casado con otra mujer, volvió a por la hija que había tenido para que no fuera educada por analfabetos. Brenan decidió quedarse para siempre en esta tierra y donó su cuerpo a la Facultad de Medicina de Málaga. Desde grupo de Bloomsbury (ver la película “Carrington” de Christopher Hampton, con Emma Thompsom como Dora) hasta las feraces vegas granadinas, vía enamoramiento de la pintora Dora Carrington, enamorada a su vez de un imposible Lytton Strachev, homosexual y crítico.

En su diario Brenan relata con detalle el suicidio terrible de la artista. Los hechos sucedidos con Juliana, embarazo y posterior secuestro de la niña, no han sido olvidados en el pueblo y no se corresponden exactamente con el ambiente de comedia que impregna la obra de Colomo y la realidad fue mucho menos gratificante, ya que nunca volvió a ver a su hija, y avergonzada por su conducta en aquellos años oscuros, se marchó a Granada a pasar miseria y quedarse ciega.

El Laberinto Español es la obra más mediática de Brenan. Un lúcido ensayo sobre los condicionamientos sociológicos e históricos que antecedieron a la salvaje contienda fratricida. Hay una aproximación cronológica analizando las fuerzas sociales, históricas, etc. Brenan divide la obra en tres partes con capítulos como El Bienio Negro, Los Carlistas, Los Liberales y La Iglesia, etc. En su edición en 1934, alcanzó nombradía en países de habla inglesa como referente para el estudio de nuestros antecedentes de la Guerra Civil. Prohibida durante años en la grisura del “Régimen”, fue rescatada por la editorial “El Ruedo Ibérico” con tendencia a editar publicaciones que justifiquen las posiciones del bando derrotado en la sublevación del 36. A pesar de una cierta tendencia maniqueísta, la profusión de datos y obras consultadas lo convierte en una referencia para comprender una época histórica controvertida. Leer las páginas de este libro a día de hoy nos hace vislumbrar un paralelismo sospechoso con el presente, como una radiografía literaria de un mundo que repite sus errores.

El mismo autor se pregunta: ¿No es España después de todo, el país en que la Historia, y de que monótona manera, se repite una y otra vez? Acierta el autor al definir esa España, que no es otra cosa que una “patria chica”, una amalgama de identidades donde cada grupo humano forma una individualidad, cada pueblo, cada ciudad poseen su propio “chovinismo” vital frente a los otros. Una estructura tribal de difícil cohesión, salvo frente al invasor, para volver a las andadas una vez alejado el peligro. Reinos de Taifas (la España invertebrada de Ortega) que parten desde la más minúscula agrupación humana. Un país difícil de gobernar.

Un repaso histórico a la idiosincrasia hispánica que tantos entuertos ha promovido con su carácter de independencia del uno frente al todo, del grupo propio frente al bien común. Por estas páginas desfila toda la historia de España y especialmente los actores de los años más críticos de la contienda: sindicatos vendidos, anarquistas exaltados, clérigos omnipresentes, espadones militares, plutócratas en las sombras, campesinos oprimidos, fanáticos ideológicos. La flor y nata de nuestra piel de toro, que hizo explotar un volcán, que arrasó el país y lo oprimió durante décadas de una vida garbancera, opaca,  de una grisura de la que no se podía escapar ni con águilas imperiales, ni con datos históricos manipulados por los hagiógrafos al servicio de los vencedores. Brenan utiliza un estilo periodístico, jalado de anécdotas, sumadas a los datos buceados en la biblioteca del Museo Británico y su experiencia personal sobre el terreno. A pesar de la profusión de datos, el estilo de Brenan se hace cercano para el profano que huye de la densidad de la tesis, y del aficionado que elude la trivialidad del estilo periodístico como referencia formal.

El hombre español es diseccionado con acierto, incidiendo en su sentimiento de patria chica, causante de la desconfianza hacia las otras piezas de este puzle que configura nuestra heredad patria. Ciertamente a pesar de las simpatías de Brenan hacia la república, no deja de reflejar las conductas negativas de los grupúsculos que obraban dentro de la misma de forma violenta e irresponsable.

Algunos fallos de exactitud léxica como cuando se refiere a “personas ejecutadas” en las diversas zonas cuando debería decir “asesinadas”, es decir sin juicio, ni fundamentos legales. Ciertamente pasa como de puntillas por la liquidación del POUM, las sacas de la cárcel de Madrid o la masacre de Paracuellos, pero vierte todo su arsenal sobre los comunistas y el anarquismo pistolero. Alfonso XIII no escapa de las puyas brenianas, aunque se queda bastante corto para un monarca responsable de la hecatombe africana, mientras dirigía sus ocios a la caza, la pornografía, lucrarse con carreras de galgos y asentarse en la poltrona a toda costa. Terratenientes opresores, elecciones falseadas, condiciones de vida infrahumanas en el agro, un poder eclesiástico anacrónico y absoluto en la sociedad civil, desfilan a lo largo de estas páginas clarividentes. El bagaje estilístico es el del erudito, pese a la querencia novelística de Brenan, que nunca llegó a brillar en ese género.

Es un ensayista nato, penetrante y ordenado de una cultura enciclopédica. Hay una visión romántica de España, influenciada por sus lecturas románticos ingleses y franceses. Su conocimiento del habitante se produce con la observación cotidiana y minuciosa de las costumbres y su universal acercamiento a nuestra literatura. Con mentalidad “eduardiana” se refugió en una perdida aldea granadina, lejos de la rigidez, para leer a pensadores como Russel y su filosofía analítica, o al historiador Gibbon y la modernista (y miembro de Bloomsbury) Virginia Wolf, sin hacerle ascos a eruditos como el filólogo y apasionado medievalista Menéndez Pidal. Gerald Brenan amaba el paisaje y observaba (como un entomólogo) el paisanaje. Vivía la naturaleza con intensidad panteísta y netamente británica. Vía Orwell, el ensayista nos pasea por una República donde las distintas facciones carecen de puntos en común y entendimiento.

Donde no hay una idea tolerante de Estado y no se busca un punto de encuentro común, lo que disgrega la ideología de izquierdas. Esta falta de cohesión sería una de las causas posteriores del desastre que se avecinaba.

Convertido hoy en un clásico imprescindible “El Laberinto Español”, es un sesudo análisis de lo económico, lo social, y lo político, del carácter hispánico. Una síntesis de un siglo, documentada y apasionada, aunque, en menor medida lastrada por ligeras carencias de matiz y afirmaciones acaloradas o faltas de perspectiva sobre algunas situaciones.

Ágil radiografía de una época, no por ello debemos olvidar la perspectiva histórica desde la cual se escribe, la información y acceso a fuentes de que disponía en esos momentos, la ideología desde la cual suscribe el texto o su formación historiográfica. En cualquier caso un síntesis admirable de los años anteriores al conflicto civil con una lúcida perspectiva y unos razonamientos estimables. Brenan fue incinerado en el año 2000, en presencia de su nieto Stephan, hijo de Miranda, la niña que nunca conoció a su madre. Esta enterrado en el cementerio ingles de Málaga junto a su esposa la poetisa Game Woolsey (Málaga en llamas).

Un ingles que saboreó el vino jerezano, aunque el granadino le era más asequible y paladeaba la pringá, los  garbanzos y las habichuelas. Amante de las chicas de pueblo y las obreras, trajo hasta la Alpujarra a Dora Carrington, Bertran Russel y Virginia Wolf. La gente elegante y exclusiva de Bloomsbury en una aldea alpujarreña surcada de barrancos y arroyos. Hasta consiguió que Carlos Cano le dedicara una canción.

/ Pasodoble de sol, de clavel reventón, como si un torero fuera/ Y que nadie me hable de London…/…Y decirle Bajito, muy bajito, limón azulina y hierba buena y la casa encalá y el vino de Albondón y una sillica en la huerta./ Olé y Viva Gerald Brenan!».

 

 

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