En el descuento, de José Ángel Mañas y Jordi Ledesma
Para escribir una novela a cuatro manos tiene que haber una gran complicidad entre las dos partes, y entre José Ángel Mañas (Madrid, 1971) y Jordi Ledesma (Tarragona, 1979), la cosa ha funcionado a las mil maravillas y el lector que se adentre en su breve novela publicada por Alrevés se dará cuenta de lo bien que se lo han pasado, y esa circunstancia redunda positivamente en la lectura.
Chúster, que no Schuster, el mítico blaugrana, es un juguete roto del fútbol —De pronto, se recordó ahí abajo, en un estadio ya desaparecido, corriendo sin saber adónde, perdiendo cada disputa.— que se come un marrón de su jefe y amigo Francisco, cinco años en la trena por guardar silencio —Y el Chúster, que acababa de dejar atrás el edificio que lo había tenido a la sombra durante las últimas cuatro primaveras, salió con su paso siempre renqueante por la cojera crónica.—, y Francisco, para compensar ese lustro que estuvo retirado de la circulación, le propone un trabajo rápido de fin de semana entre Barcelona y Madrid. Las cosas se complican, claro, porque por el camino hay puticlubes —Para nadie. Los receptores me contactan. Son gente desesperada … y a las chicas se les paga por el órgano. Es casi legal… —, ojos que pasan de una cara a otra ——En una cama cubierta con un plástico quirúrgico estaba Neus, muy quieta. La mujer abrió sus ojos, los dos ya verdes, el suyo propio y el de Alicia a medio poner … —y conflictos con moldavos que se resuelven mediante la violencia —Chúster encaró la ventanilla del Bemeuve y con la culata del fusco le reventó la nariz al conductor con el primer golpe y la mandíbula con el segundo. Abrió la puerta y lo agarró del gaznate para tirarlo al suelo sin que el tipo reaccionara.
Tiene la novela de Mañas y Ledesma un tono gamberro y un desarrollo de la trama fluido, sin complicaciones, por la que andan personajes creíbles, estereotipados, dibujados a grandes rasgos —Sus ojos eran dos maravillas alhajadas de verde que iluminaban la habitación por sí solas; de repente, Chúster constató como dentro de aquellas pupilas toda la seguridad puteril impostada se tornaba recelo al tiempo que la chica bajaba la vista con una vergüenza inesperada.— Goza En el descuento de una ambientación correcta, diálogos brillantes que ayudan a dibujar a los personajes, y se sirve del argot delincuencial en su estilo directo y ritmo acelerado, como corresponde a una novela negra dentro de los cánones del hard boyled.
Hay descripciones brillantes —Neus era una de esas mujeres delgadas y larguiruchas, pero con mucho porte en los movimientos. Desprendía una especie de elegancia innata. Rubia, de media melena con algunos mechones de canas sin teñir y el grueso del pelo recogido en una cola alta, tenía la piel tan blanca como la de su marido. Eran los dos casi transparentes— y no faltan destellos de humor a cuenta de la tecnología —Chúster quiso marcar Madrid como destino, pero el navegador activó la ruta hacia la calle de Madrid de Santa Coloma de Gramanet, que quedaba justo enfrente de donde él estaba, a ochocientos metros en línea recta, pero habiendo de cruzar antes el scalextric de autovías y el río Besós.
Está bien, Chúster, festejemos… ¡Por el cojo y la tuerta! Que un cojo y una tuerta sean los protagonistas de esta historia nos retrotrae a la picaresca del Siglo de Oro con la que el género negro patrio no anda reñido. Intenten descubrir en las páginas de esta novela qué hay del autor de Historias del Kronen y qué del de Lo que nos queda de la muerte y seguro que yerran. Están tan imbricados el uno en el otro que se tiene la sensación de que se citaron en un bar a tomar unas birras y empezaron a teclear al mismo tiempo el ordenador y les salió la novela de una tacada cuando el patrón los barrió para la calle. Y encima ganaron un premio: el de novela Ciudad de Santa Cruz. Seguro que repiten. Al Chúster aún le queda una pierna y a Alicia un ojo.