Diario del chuloplaya, de Josep Roca
Para disfrutar de la delirante literatura erótica de Josep Roca, el lector debe dejar a un lado los prejuicios y dejarse llevar por esta historia descacharrante, que le debe mucho al cómic (de los transgresores, de la línea sucia de El Víbora) —el autor publicó un centenar de cuentos eróticos en Kiss Comix y en las revistas Playboy y Penthouse, además de las novelas Empate a cero, No me digas nada más, Levon y sus instantes, o libros de relatos como La tarde que compré la vida sexual de Catherine M.— y podría muy bien ser uno de esos monólogos con los que nos obsequiaba, y nos desternillaba, el actor galaico/ catalán Pepe Rubianes desde los escenarios, porque Josep Roca mezcla el castellano de argot con un catalán fonético que escribe tal como suena —Nen, així de despendulat no es pot anar par la vida, coño. Tens que cuntrulá. Con las cosas del comer no se juega. Tu diu la veu de laxpariensia.— que haría salir de sus tumbas a Pompeu Fabra y a Ramón Llull para darle un escobazo.
Miente a sabiendas Josep Roca cuando afirma que compró estas memorias libidinosas, en forma de cuadernillo, en Los Encantes de Barcelona y lo transcribió tal cual. Diario del chuloplaya (Laertes, 2014) es exactamente lo que su nombre indica, el diario sexual del Nen, con las hormonas alteradas por la juventud, que se va a trabajar de camarero a la Costa Brava y piensa con sus órganos genitales —Te enseñaré mi coñito. Es igual que el de mi hermana. Prieto, suave, rosado y tiene un finísimo vello rubio, Nen. ¿Quieres comérmelo?, huele a limones del Caribe. Y luego, ¿querrás metérmela, verdad? ¿Y que dices de que te haga el chupachú, Nen, mientras te entretienes con estos pezones que te tienen cardíaco?
A lo largo de poco más de cien páginas, en donde brilla el humor, la osadía, el descaro, con una prosa gamberra y desinhibida que llama a las cosas por su nombre —Tenía el culo más bajo que la matrícula de un 600 pero le di cipote como hacía tiempo que no se lo daban. Aixó am va dí, Nen. Y fijo que sería verdad porque me soltó cinco talfis, digo yo que como agradecimiento porque yo no le pedí ná de ná.—, Josep Roca nos relata las vicisitudes de un inocente latin lover, el Nen, que no piensa en otra cosa que no sea ir follándose extranjeras de forma compulsiva, y sus andanzas con su amigo el Berraco, otro elemento de su ralea, aunque no siempre sus asaltos carnales culminan en éxito y de vez en cuando se lleva algún que otro mamporro: Me miro en el espejo del baño. Tengo un ojo morado, un corte en la ceja y otro en el labio de arriba, un golondro en la frente, la nariz hinchada y punzadas en las costillas pero me da que no tengo nada roto.
En medio de toda esta literatura bizarra de la que hace gala Josep Roca con total desvergüenza y desparpajo, encuentra el lector frases brillantes ante las que debería quitarse el sombrero —Si tu coño fuera la cárcel, metería mi polla a cadena perpetua. —, brochazos de humor que son una constante del texto— … se encontró a las dos danesas pero que con ropa casi no las reconoció, y que se hizo a una vejestoria inglesa guitosa que tenía menos carne que el tobillo de un canario.— y situaciones chuscas como cuando el Nen, para viajar a Alemania y tirarse alemanas, se embarca en una expedición religiosa en un autocar de beatas y acaba por no comerse un solo rosco, porque las alemanas solo se desmadran en la Costa Brava: ¿Qué coño les pasa aquí a las tías que se esconden de mí como comadrejas de gallinero?
En realidad Diario del chuloplaya hunde sus raíces en una tradición literaria muy hispana, en la novela picaresca de nuestro Siglo de Oro, como si Cervantes y Quevedo hubieran escrito textos irreverentes sin cortapisas y sin miedo a los censores. Josep Roca podría haber sido contemporáneo perfectamente de los surrealistas franceses, del Guillaume Apollinaire de Las once mil vergas o del George Bataille de Historia del ojo. Su Diario del chuloplaya es una novela descacharrante que encuentra el lenguaje preciso para que el lector se deje llevar por ese Nen y su apología de lo bizarro que aporrea lo políticamente correcto tan de moda al que se someten no pocos autores. En la Edad Media Josep Roca habría ardido en una pira junto a sus escritos nefandos. En el siglo XXI la Inquisición tiene otros modales.