Lina y Ostalinda Suárez. XIII Festival de Flamenco y Fado de Badajoz
Una suave brisa se levantó en la Terraza del López de Ayala para acompañar la voz de musgo de la fadista Lina que ofreció una paleta de obras, plenas de saudade, de nostalgia atlántica y melancolía. La voz de Lina Rodríguez trasladó al publico a las calles de Lisboa, al Bairro Alto, acompañada del trémolo metálico de la guitarra portuguesa, y la síncopa del contrabajo de para presentar el disco “Busto”. Lina posee una formación clásica, algo que puede apreciarse en los matices y la riqueza de registro. Lina estrenó es espectáculo en la Exposición sobre Amália Rodrigues “Meu Sorriso Minha Entrega”. Este álbum seminal de Amalia Rodrigues, conocido como “Busto” (1962), en realidad no tiene título. Temas clásicos como “Vagamundo”; desgranado por la cantante con esa delicadeza que solicita una obra habitada de melancolía y tristeza: Já disse adeus a tanta terra, a tanta gente. Nunca senti meu coração tão magoado. “Extraña forma de vida” es un estándar en cualquier concierto de fado. Con letra de Antonio Marceneiro, es un imprescindible en el repertorio. Lina desarrolla la canción con un concepto clásico y bebiendo de los referentes amalianos, sin prestarse a renovaciones tan gratas a otros fadistas. Uno de los fados más desgarradores. Casi una caricatura de Lisboa, como si de una mujer se tratase es María Lisboa, una obra sincopada, dinámica con una divertida letra de David Mourad Ferreira. Lina hace de la sobriedad un arte. De la intensidad, un poema. Como cuando canta el fado “Abandono” (El faro de Peniche), una obra censurada y perseguida, que para Amalia era un poema de amor. La versión de Lina Rodrigues es deliciosa, de una intensidad sin aspavientos. De un dolor, silente, profundo y, como el dolor de los presos del faro de Peniche. La canción no gustaba demasiado a la dictadura salazariana, ya que allí se encontraba la prisión política del Estado Novo. Lina ofreció otros cuatro fados que no fueron grabados en el disco, como la canción con letra de Luis Camoens, que supuso un “sacrilegio” en su momento para los puristas literarios. Amalia grabaría en 1965, un disco con poemas del mayor poeta patrio. No cabe duda de que Carolina Rodrigues es el diamante en bruto del nuevo fado. Ya lo demostró con el osado disco junto a Raül Fernández, fusionando el género con el toque electrónico del barcelonés. El sonido de la guitarra portuguesa de Pedro Viana es cristalino y empasta cómodamente con la viola de Bernardo Viana y la viola baixo de Carlos Menezes, permitiéndose algún pasaje jazzístico que enriquece el concierto.
Después, el concierto cambió de palo, (nunca mejor dicho). Ostalinda Suárez y su travesera flamenca, llenaron de compás y tronío la noche pacense. La música llegaba con su espectáculo “Acaná Off”. Un escenario, señoreado por un sillón “gipsy”, dónde la flautista extremeña interpretó algunas de las obras del repertorio. La versión reducida de su espectáculo reivindica el papel de la mujer a distintos niveles. Tanto en el flamenco, como instrumentista o como compositora, de la mano de una licenciada en flauta clásica que ha derivado hacia los caminos del compás y el duende. Tuvo embrujo la noche sin duda. Tanto en las manos de Ostalinda con esas difíciles obras, esos remedos de los “picáos” guitarrísticos (pura semicorchea y síncopa), como en los prodigiosos “zapateáos” de Jesús Ortega, el talle juncal de Rosa Belmonte o la digitación clásica de Marina Belmonte al chelo. Las canciones interpretadas por “Los Mellis” (Antonio y Lolo Saavedra), Manuel Pajares y Pakito Suárez son pura fusión, donde lo jondo se entremezcla con estrofas más ligeras. En la noche se pudieron escuchar alegrías, enriquecidas en la flauta de Ostalinda (ti ri ti trán, trán trán), puro compás en una preciosa soleá. Acaná es un espectáculo ecléctico, donde cada obra deja su tiempo al interprete, alargándose sin cansar, desarrollando cada tema desde la perspectiva de cada artista. Juan Manuel Moreno (puro compás), desarrolla en la guitarra diversas técnicas con una potencia sonora y precisión envidiable. No le anda a la zaga el cajón y la percusión de Roberto Jaén (que quita el sentío). La estructura del espectáculo es atrayente, dinámica, con una estudiada fluidez que permite enlazar obras clásicas (al chelo) con una versión aflamencada de Asturias (Albéniz). El epílogo con “La Saeta” surgiendo de la columna de aire de Ostalinda fue puro embrujo y luz de luna. Un enorme inicio para este Festival de Flamenco y Fado.