Pan de limón con semillas de amapola, de Benito Zambrano
Sorprende al espectador ver el nombre de Benito Zambrano (Lebrija, 1965) tras este título que ya produce cierto rechazo a priori. El director andaluz, con una filmografía impecable constituida por Solas, Habana Blues, La voz dormida e Intemperie, desbarra por completo en una producción que más parece televisiva que cinematográfica y busca la lágrima fácil del espectador a través de una supuesta historia muy emotiva. Sospecho que no es culpa exclusiva del director (o sí, por haber aceptado ese proyecto) sino de la novela original de Cristina Campos que adapta con guion suyo y de la propia autora.
Dos hermanas diametralmente opuestas, Marina (Elia Galera), una médica dedicada a tareas altruistas en África, y Anna (Eva Martín), casada con el empresario maltratador y corrupto Armando (Pere Arquillue), vuelven a encontrarse en Mallorca tras la muerte de su madre para dirimir la herencia que les ha dejado: una panadería artesanal, especializada en ese pan de limón con semillas de amapola, a cuyo frente está Anita (Mariona Pagés), tan menuda como fuerte de carácter y arisca. Las hermanas, separadas durante tantos años, se reencuentran emocionalmente y aún se unen más cuando descubren el secreto familiar que su madre les ha ocultado y la fiel empleada Anita les descubre.
La película de Benito Zambrano camina por todos los tópicos del melodrama, sus actores atesoran todos los tics posibles, incluido ese malo malísimo que interpreta Pere Arquillue, y la historia, lacrimógena hasta decir basta en el prolijo relato de Anita, la panadera, y en su secuencia final, resulta tan previsible como absolutamente impostada. Un trabajo rutinario del director de Solas que más parece un encargo para televisión, de esos seriales que suelen pasar por la tarde tras el telediario y compiten con los documentales de animales, que película cinematográfica para ser exhibida en salas, un film fallido que no oscurece la carrera más que brillante de uno de nuestros mejores realizadores. Hay veces que hay que decir no a los encargos.