Golfus de Roma. Un golfo descafeinado.
Han pasado casi 30 años desde que este golfo arribara a las milenarias piedras del Teatro Romano de Mérida de la mano de Mario Gas y teniendo como oficiantes a Javier Gurruchaga, José María Pau y Gabino Diego. Reseñar esta faceta de las obras que se programan en el pétreo recinto, es adentrarse en senderos espinosos donde el purismo se enfrenta a lo comercial y lo clásico se complementa con lo rabiosamente contemporáneo.
Sería injusto opinar sobre esta alocada farsa desde otra perspectiva que no se la netamente teatral. Sin entrar en diatribas sobre la idoneidad de utilizar este recinto para este tipo de espectáculos o de dirigir a un cierto tipo de público hacia el pan masticado y digerido (Panen et circenses), y después apostillar que es lo que solicitan. Cuando en realidad es lo que se les ofrece.
Por eso nos adentraremos en los entresijos de esta sátira divertida, irreverente y gozosa, únicamente dentro de los parámetros de las funciones que ofrecieron, y dejaremos para otro día las cuotas identitarias, las morcillas facilonas y los homenajes a programas de sábado noche.
Golfus de Roma llega de la mano de Daniel Anglés, que coordina con acierto los distintos y difíciles aspectos de este mítico musical. Un desafío del que salen bien parados, pergeñando un vodevil fresco, dinámico, divertido y alocado, que deviene homenaje al circense mundo, a los cómicos de la legua, al cabaret y el cómic y juega con la comedia de puertas y pasillos en su vertiente final.
Apoyar toda una obra en un personaje famoso parece ser una de los pequeños vicios que en los últimos años ha adquirido el Festival. Quizás a la búsqueda de un público multitudinario y la posterior exhibición en otro tipo de escenarios durante la gira. Este montaje puede llevarse a cabo en cualquier teatro. De hecho no se aprovechan las posibilidades que ofrece un espacio como el de este monumento. Simplemente colocando los músicos en el foso, tendría cabida en cualquier escenario.
La escenografía juega con la nostalgia y el homenaje al mundo circense, donde tres caravanas constituyen una metáfora de la sociedad.: el burdel de Lycus, la casa noble de Senex y la casa de Erronius, que busca durante toda su vida a sus hijos perdidos.
La parte musical es irreprochable, bajo la batuta de de Xavier Mestres, unos músicos de primera que, además, son actores, bailarines, funambulistas y algunas cosas más, capaces de jugar con soltura entre las distintas disciplinas sin chirriar. Sin menoscabo ni quebranto de cada especialidad.
La interpretación de Latre es esforzada, dinámica y fluida. No cabe duda que como maestro de ceremonias, imitador y showman es un personaje de primera línea. Ahora bien ¿justifica este currículo la asignación de un papel que precisaría de un profesional del musical? Volvemos a la eterna esgrima entre teatro cultura y teatro empresa. Un duelo que en los últimos años ha señoreado los espectáculos del Festival de Mérida.
El público que acudía a ver esta versión de la obra de Sheveloe, Gelbart y Sondheim ignoraba (según sus comentarios) incluso lo que iba a ver. Pero estaba “ese tan gracioso de la tele”.
La versión se defiende en la farsa de bajo nivel, sin buscar ácidas críticas a la sociedad. Es efectiva en el envoltorio de la frivolidad, pero no perforemos la tierra para extraer la ansiada agua del espejo del ser humano, la crítica del ser, la reflexión o la complejidad. No vamos a encontrarlas.
Sería injusto, como dije, juzgar la obra dentro de parámetros ajenos a la misma. En estos tiempos donde la cultura y el arte genuflexan frente a lo ideológico, el texto bromea, acertadamente, sobre la absurda manipulación del lenguaje en uno de los sketch más divertidos del montaje. Como también lo son los diálogos referidos a la peste.
Hay un hábil manejo del humor disparatado montyphitoniano, de la dinámica payasesca, de la locura que genera una disparatada coreografía (Oscar Reyes) en la escena final, pero con acertado control del timing. La sección musical, plena de profesionales de alto nivel, fogueados y diversificados, capaces de interpretar acertadamente y correr del atril al escenario (y viceversa), sin perjuicio del ritmo ni de la calidad interpretativa o musical. Lo orquesta, acertadamente dividida, los vientos ejerciendo sobre la casa de Lycus, bajo y teclado a la derecha, chelo y clarinete a la izquierda. Todos ellos dirigidos con certeza desde el proscenio por Xavier Mestres (que también ejerce de legionario). La maquinaria funciona con exactitud de relojero. En el aspecto vocal destacan las voces de Ana San Martin (Philia), el alocado Eros (Eloi Gómez) o Eva Diago (Dómina). Carlos Latre, a pesar de no ser cantante, consigue sacar adelante las facetas vocales del personaje. Modula con acierto y consigue empastar con habilidad, sin chirriar, con las entrenadas voces del resto del elenco.
A destacar la presencia escénica y el dominio del medio, tanto gestual como interpretativo, de OriolO (excelente Erronius), la vis cómica de Meri Duró o el soberbio Hysterium (Frank Capdet), el irritante Jefe de Esclavos.
¿Cuál hubiera sido el resultado si en lugar de Latre, el papel hubiera sido desempeñado por un actor curtido en musicales? Nunca lo sabremos. Latre es un golfo ligeramente descafeinado para esta contaminatio (mezcla de comedias plautinas), deudor de un personaje que solicita mayor entidad en su astucia y modus vivendi, y no el histrionismo televisivo. Latre sale airoso del envite, de esto no cabe duda. Si bien en ocasiones es a costa de ceder terreno de cara a la galería con morcillas televisivas y gags elementales, de esos que parecen agradar tanto al público veraniego que el resto del año no aparece por un teatro.
Nos queda un espectáculo ágil, cromático, señero homenaje a la carpa y al carromato de la legua, al cabaret. Una oferta lúdica y festiva, donde la lentejuela prevalece sobre la toga y la clámide, que nos llega de la mano de un grupo de profesionales curtidos y conocedores de su oficio y además disfrutan de lo acontecido. Incluso aunque el protagonista lleve un diseño amarillo (Montse Amenós) de mal fario en el mundo de las bambalinas.
Sobre el resto de temas podríamos estar debatiendo durante horas, granjearnos enemigos y encontrar apoyos incondicionales. No es el lugar ¡Viva el teatro!
REPARTO
Carlos Latre
Diego Molero
Eva Diago
Eloi Gómez
Frank Capdet
Meritxell Duró
Ana San Martín
Iñigo Etayo
OriolO
Mireia Morera
Pol Roselló
Carles Vallès
Gara Roda
Berenguer Aina
Mercedes Olmeda
Eduard Marcet
Alex Iglesias
Curro Ávila
Pablo Zarco
Laura Masferrer
Pablo Rodríguez
Xavier Mestres
CUADRO ARTÍSTICO TÉCNICO
Música y letras: Stephen Sondheim
Libreto: Burt Shevelove y Larry Gelbart
Adaptación al castellano: Daniel Anglès
y Marc Gómez
Arreglos musicales: Sergi Cuenca
Director: Daniel Anglès
Co-director: Roger Julià
Coreografía: Oscar Reyes
Dirección musical: Xavier Mestres
Escenografía y Vestuario: Montse Amenós
Iluminación: Xavier Costas
Sonido: Jordi Ballbé
Caracterización: Núria Llunell
Ayte. de dirección y coreografía: Gara Roda
Ayte. de escenografía y vestuario: Carlota Ricart
A Funny Thing Happened on the Way to the Forum
Originalmente producida en Broadway por Harold S. Prince
Presentado en acuerdo con Music Theatre International (Europe): www.mtishows.eu
Una coproducción del Festival de Mérida y Focus