Malditos amores, de José Luis Muñoz
CARLOS MANZANO
El relato, como subgénero narrativo, tiene entre sus características distintivas una notable exigencia formal y un margen reducido para la digresión, aparte de que implica el riesgo de dejar ver con mucha claridad sus posibles errores de construcción. El elemento fundamental sobre el que se erige, es decir, el lenguaje —la palabra—, se presenta prácticamente desnudo, apenas encuentra recovecos donde esconderse ni adornos que disimulen sus carencias: una novela podría permitirse muchos más ornamentos externos, detalles poco fundamentales que enriquezcan la trama o sencillamente que ofrezcan un envoltorio misterioso y deslumbrante; el relato, por su concisión, exige una dosis de precisión bastante mayor y permite pocos trucos de prestidigitador. Una novela no demasiado bien escrita podría sostenerse gracias a su bien armada argucia argumental o incluso a su interés extraliterario; en el relato, eso es más difícil. (Aclaro que se trata, en cualquier caso, de una opinión personal sobre la que, adelanto, no tengo ninguna intención de debatir en este lugar). Así pues, enfrentarse a un relato exige del escritor un esfuerzo y un sacrificio considerables, cuya recompensa pocas veces se consigue.
Por eso sorprende encontrarse con libros como “Malditos amores”, de José Luis Muñoz (Bohodón Ediciones, 2021), donde se nos presentan nada más y nada menos que 47 relatos, todos ellos centrados en el amor, el sexo, las relaciones personales y la pasión carnal, es decir, una de las dos características (junto con la búsqueda de alimento) que compartimos con el resto de especies del planeta. Y lo hace siendo plenamente consciente de que en un relato lo principal no es lo que se cuenta, sino cómo se cuenta, el cúmulo de sensaciones e imágenes que el lector va a percibir cuando este llegue a sus manos, las mil y una relecturas a que puede dar lugar.
Es imposible dar cuenta aquí de todos los relatos del libro, aunque ninguno de ellos desmerece lo más mínimo y todos brillan a un gran nivel, pero, por no extenderme demasiado, y entendiendo que son elecciones basadas en aspectos que van más allá de lo puramente literario (nadie accede a la lectura desde la virginidad absoluta), subrayaría los siguientes: “La maestra”, o el desencanto de una vida de esperas y renuncias donde el príncipe azul nunca aparecerá; “El viaje cotidiano”, un texto muy breve pero lleno de misterio y poesía; “El dedo perdido en el aire”, o cómo un gesto inocente puede desvelar la más cruda de las verdades en un texto donde pasado y presente se entrecruzan; “Breve encuentro”, una extraña cita entre dos escritores incapaces de separar su búsqueda de inspiración creativa de la pura alquimia sexual; “Cuatro tiempos en la historia”, o cómo la vida se nos viene encima sin que nos quepa hacer otra cosa que capearla de la mejor manera posible; “No querer despertar de nuestro sueño”, lírica y emotiva carta de un amante todavía enamorado pero sabedor de la imposibilidad de continuar una relación abocada al fracaso; “Pilar”, situada en la ciudad de Zaragoza y que narra la intensidad de un inolvidable primer amor; “Antes de dormir”, que juega con los equívocos y los misterios de una sencilla relación contractual; “No me olvidarás”, sobre la peculiar iniciación sexual de una joven incitada por el anuncio de un diario; “La carta de Hermione Gaudelle”, donde la posibilidad de un amor acaba trucada por el azar y el extravío; o la trágica y hermosa “Amor”, que nos presenta una historia de puro romanticismo y con la que se cierra además el libro.
No creo necesario descubrir aquí a José Luis Muñoz, escritor con más de 50 obras publicadas y un todoterreno de la narrativa española. Sus numerosos premios lo atestiguan (Tigre Juan, Azorín, Café Gijón, Ignacio Aldecoa, La Sonrisa Vertical, Ciudad de Badajoz…), y sobre todo la calidad de sus títulos (por citar unos pocos: ‘Cazadores en la nieve’, ‘Marea de Sangre’, ‘Pubis de vello rojo’, ‘Los perros’, ‘El viaje infinito’, ‘El rastro del lobo’, ‘El mokorero de Okavango’, o esa extraordinaria epopeya titulada ‘El centro del mundo’), pero si alguien todavía no lo ha leído, esta puede ser una magnífica oportunidad para enmendar esa falta.