Nuevo orden, de Michel Franco
Film aparentemente distópico dirigido por Michel Franco (México DF, 1979) — Las hijas de abril, Chronic, Después de Lucía—, en tiempos en los que ya hemos sobrepasado cualquier distopía, del cada vez más potente e interesante cine mexicano cuyos valores, una vez consolidados en suelo patrio, vuelan, casi siempre, al vecino del norte (Alfonso Arau, Alejandro González Iñarritu, Guillermo del Toro). Nuevo orden, con temática muy adecuada a estos tiempos extraños, funciona como una alegoría de lo que puede suceder en un futuro no muy lejano con el trasfondo de la lucha de clases en un México enloquecido en el que los pobres arremeten contra los ricos en una insurrección a sangre y fuego que da lugar a una dictadura fascistoide.
Una boda de alta alcurnia, que debe celebrarse entre Marianne (Naian González Norvind) y Daniel (Diego Boneta) en la mansión de lujo del padre de la novia, un rico empresario (las fortunas en México, y puedo dar fe de ello, no son equiparables a las europeas y las distancias sociales, por esa razón, son abismales) se ve interrumpida con ese estallido popular contra esa segmento privilegiado de población, mayoritariamente blanca, a la que se suman algunos de los sirvientes de esa familia mientras otros, Cristian (Fernando Cuautle), el chofer fiel, y Marta (Mónica del Carmen), su madre y sirvienta, permanecen fieles a sus señores e intentan salvarlos de la orgía de violencia que se desata. Ante la anarquía reinante en todo el país, con esas masas desbordadas que todo lo arrasan y saquean a su paso, se produce un golpe militar sangriento que restaura el nuevo orden al que alude el título de la película.
En Nuevo orden, película que nos alerta de ese fascismo larvado que está en estado latente en nuestras sociedades, con sus soluciones autoritarias agudizadas por esta situación extraordinaria de la pandemia global que ahonda los abismos sociales y recorta libertades en aras del bien común, confluyen en realidad un par de películas unidas por las vicisitudes que asaltan a Marianne, la novia frustrada cuya boda queda aplazada. La primera parte, para mí la más interesante y que podría haber filmado el mismísimo Luis Buñuel de Viridiana, retrata ese estrato social que vive en su burbuja, ajeno a la pobreza que le rodea, y se blanquea con puntuales obras de caridad (un antiguo sirviente acude a la boda para pedir dinero y poder operar a su esposa y recibe alguna migaja), y está centrada en esa boda que acaba en masacre sangrienta (parece planear por ella alguna imagen de la fiesta de Parásitos con su explosión de violencia irracional) tras el asalto de las masas enfurecidas a la mansión de lujo y sus proclamas de Muerte a los ricos que pintan en sus paredes con la sangre de sus víctimas; y luego hay otra, menos distópica, más apegada a la triste realidad mexicana de ahora mismo, con esos militares corruptos que aprovechan el caos y la impunidad del uniforme para secuestrar y exigir rescates por las vidas de los secuestrados a los que van asesinando conforme reciben el dinero.
Ambigua en sus planteamientos, alejada de maniqueísmos (Michel Franco no toma partido por ninguno de esos bandos enfrentados, carga por igual la violencia a unos y otros) hay en Nuevo orden secuencias potentes de manifestantes masacrados por soldados (ese camión repleto de cadáveres por la que se desliza la cámara en un impresionante plano cenital al principio de la película en contraste con el glamour de la boda), que remiten a la matanza de la plaza de las Tres Culturas de 1968, y una violencia seca y efectiva (los ajusticiamientos con tiro en la nuca de los militares corruptos). Pese a la potencia desplegada por Michel Franco y ese rosario de imágenes impactantes que explotan en pantalla, algo no funciona en la película (los ricos están caricaturizados, son demasiado frívolos) que deja frío al espectador que no acaba de empatizar con los protagonistas de ese drama social (los novios de esa boda truncada) en una película que acaba siendo más real que distópica y retrata algo que ya está a la vuelta de la esquina: el fondo se impone sobre la forma que no siempre está a la altura de éste. Nuevo orden, paradigma de un género que podríamos denominar como de catastrofismo social, es el retrato de la sociedad mexicana en las antípodas de la aclamada Roma de Alfonso Cuarón que era una parábola sobre el entendimiento de clases.