Mank, de David Fincher
Conocemos bien a Joseph Leo Mankiewicz, el director de una serie de joyas cinematográficas y un tipo tan versátil que era capaz de ponerse a dirigir un peplum de la envergadura de Cleopatra como un western cínico e inteligente como El día de los tramposos, entre otras muchas películas, pero poco sabíamos de su hermano Herman J. Mankiewicz, Mank, el brillante guionista de Ciudadano Kane de Orson Welles, y sobre ese hermano olvidado del director de La condesa descalza gira esta película.
Utiliza David Fincher en este homenaje al papel de los guionistas, esos creadores de historias que muchas veces quedan en un segundo plano engullidos por la personalidad del director de cine que se lleva la gloria, y que también lo es a su padre, un guion de su fallecido progenitor Jack Fincher para contar los entresijos de la escritura de Ciudadano Kane, la obra maestra de Orson Welles, y su opera prima, considerada como una de las mejores películas de todos los tiempos.
El film, rodado en un espléndido blanco y negro, dialogado brillantemente de principio a fin, parece un vehículo diseñado para el lucimiento personal de su protagonista absoluto, ese Mank rebelde, dipsómano hasta decir basta, excéntrico y genial que seguramente le regalará una candidatura al Oscar a Gary Oldman en este año parco en estrenos porque no estábamos para fiestas. Relata el film la venganza personal que lleva a cabo Mank contra el magnate de la prensa Randolph Hearst (Charles Danze), entre otras la inclusión en las últimas páginas del libreto de la misteriosa palabra Rosebud —así se refería el empresario todopoderoso al clítoris de su amante Marion Davies (Amanda Seyfried)— que pronuncia al expirar Charles Foster Kane; las presiones que la producción sufre por parte de Hearts para que se retire del film cualquier referencia a su persona y los intentos para que retire su nombre del guion o lo rescriba otro, a lo que se niega Mank. Orson Welles y Hernan J. Mankiewicz obtuvieron sendos Oscar gracias a Ciudadano Kane.
Mank es una película tan canónica que bien podría haber filmado el mismísimo Joseph L. Mankiewicz (Tom Pelphrey), que también tiene un pequeño papel en el film. Se le puede reprochar al director de The games que pase de puntillas sobre el proceso de escritura del guion (un Mank alcoholizado dicta alguna página a su secretaria desde la cama), y no incida más en el enfrentamiento con el ególatra Orson Welles (Tom Burke), que tiene un papel muy secundario en la función. Se luce especialmente el director en la descripción del mundillo de Hollywood, presentado como una banda de negociantes sin escrúpulos a los que la función estética del séptimo arte les importa un bledo, y en esa cena de alta sociedad en la que irrumpe un Mank beodo que vomita ante la concurrencia toda clase de exabruptos y finalmente vacía el estómago como acto de justicia poética.
Le falta punch al film, sobre todo teniendo en cuenta que su director es David Fincher, el de El club de la lucha, Seven o El curioso caso de Benjamín Button, pero es de lo mejorcito que ha salido este año de ese Hollywood que Mank denostaba borracho o sobrio.