Que cuatro años no es nada

 

Se nos marchó hace cuatro años el cantante de los ojos disímiles. Se fue dejando como ultimo regalo una grabación de nombre premonitorio “Lazarus”. Pero en el mundo real las leyendas no resucitan, tan sólo permanecen en nuestras vivencias, perdurando en cada instante que los dejamos entrar, para levantar por un instante el telón de grisura de nuestra cotidianeidad. David Robert Jones sedujo a la audiencia con la odisea de un astronauta abandonado en “Space Oddity” que lo elevó a la cumbre en el año 1969. Tan sólo sería el inicio de una carrera donde lo camaleónico sería la marca de la casa.

Desde grabaciones complejas como “The Man Who Sold the World”, sonido de hard rock como novedad y comienzo del juego de la ambigüedad. En las entrevistas y portadas se ataviaba con un vestido, que provocó todo tipo de reacciones pacatas y victorianas. Hasta la línea que definiría el rock para la generación en Hunky Dory (1970). Aunque no todo fue fácil en los inicios. Su grabación debut llamada “David Bowie”, tuvo la misma suerte en las listas de ventas que su anterior sencillo.

Aquella amalgama de music hall, rock psicodélico y pop, no pareció seducir al público con su atrevimiento rompedor. También colaboró con “Queen” en el superéxito “Under Pressure”. La cumbre de su faceta transformista llegaría con su ambiguo Ziggy Stardust (extraña mezcolanza entre Iggi Pop y la música de Lou Reed), resultado de una grabación conceptual que incluyó grandes éxitos (Rock´n´Roll Suicie, Starman, etc.) y al que bautizó con el ampuloso título de “The Rise and Fall of Ziggy Stardust”. El ambiguo alter ego Ziggy, y su ramalazo travelo, catapultaron a Bowie al estrellato. Ziggy pasó a convertirse en personaje de culto, desafiando al núcleo de lo que era la música rock de esos momentos.

Ziggy, el personaje, fagocitó al creador, apoderándose de David y creando una fractura, que solo desapareció cuando Bowie toma las riendas de Ziggy. Para entonces el hedonismo le había conducido por senderos extremos, del Glam Rock a la experimentación a todos los niveles, que le llevaron hasta el álbum “Aladdin”, donde comienza también a ejercer de productor para artistas como Lou Reed, o escribir para “Mott the Hoople” (All the Young Dudes). Su primer éxito en los EE UU, se produjo con un tema coescrito con otro grande: John Lennon “Fame”. El minimalismo de “Low” se apropiaría de su siguiente trabajo (1977), y representó la primera de sus tres colaboraciones con el productor y amigo Brian Eno. (Ex Roxy Music) De esta cooperación surgiría la influyente Trilogía de Berlín” (Low, Héroes, Lodger) Desde la grabación apocalíptica (Diamond Dogs), coqueteaba con el “plastic soul” (término acuñado por un músico de raza negra para describir a un artista blanco interpretando música soul), que luego continuaría en “Station to Station”. La inspiración de “Diamon” se encontraba en la obra de Georges Orwell (1984)  y de aquella apocalíptica experiencia se extrajeron dos sencillos y se filmó un documental, con un Bowie demacrado y pálido, debido a su búsqueda de “otros paraísos”.

Aquejado del “síndrome de hombre del Renacimiento, el londinense sentía avidez por probar géneros y experimentar nuevos sonidos. “Lodger” fue una grabación apoyada por la crítica. Es en 1983, con la presentación de Let´s Dance, cuando encontramos un Bowie renacido (China Girl o Modern Love) le abrieron las puertas de una generación. Sería dos años después, cuando se enfrentaría a una de sus bestias negras para igualarla y fundir su carisma con él. Fúe la grabación de una versión de “Dancing in the Street” del grupo “Martha and the Vandellas” con el icónico Mike Jagger. El camaleón se camuflo de nuevo con la banda Tin Machina y su vida sentimental se estabilizó con la modelo Iman, En 2013 tras una desértica década grabó “The Nex Day”, para delicia de admiradores, que consiguió número 1 en Reino Unido. El “Duque Blanco” se ha despedido con un funeral vikingo, quemando sus naves con el álbum “Blackstar” presentado el día de su cumpleaños como ofrenda a la posteridad. Bowie ha sobrevivido durante cinco décadas. No lo tenía fácil. Poseedor de un personalísimo timbre, carecía de la calidad compositiva de Lennon/McCarney, del arrollador carisma de Jagger, instrumentalmente no se aproximaba al virtuosismo de un Hendryx, ni a la sensualidad y tesitura de Elvis, tampoco el derroche creador de Elton o la potencia vocal de Tom Jones.

Pero Bowie representaba la innovación, la profundidad intelectual de la propuesta y, sobre todo, él mismo era su personaje. El de Brixton, ha coqueteado con diversos estilos e influencias: blue eyes soul, jungla, adult comtemporary, o industrial, aportando a todos ellos su potente personalidad y convirtiéndose en icono de la cultura popular. El niño que se emocionó oyendo “Tutti fruti” o “Houng Dog” de Elvis, desconocía que con los años otras generaciones bailarían al ritmo que el marcaría. Su peculiar mirada bicolor fue el resultado de un puñetazo de un amigo (George Underwood) que llegaría a diseñar las portadas de sus discos iniciáticos. Atención especial merece el trabajo “Station to Station. Nuevamente el personaje fagocita y se alimenta del artista. El nuevo “alter ego” de David Bowie se llama <The Thin White Duke>.

Extraído de la letra de la canción que titula el disco. No era otra cosa que una extensión de un personaje cinematográfico que había interpretado en una extraña filmación de culto “El Hombre que vino de Las Estrellas”. En este disco se preludia el krautrock de sus próximas producciones mixturado con el funk y el soul de “Young Americans”. El consumo de estupefacientes formó parte de su vida durante estos años, creando extrañas situaciones en entrevistas y presentaciones.

En “Héroes” incorpora más pop y rock, aunque levita el concepto minimalista. Incluye sonido ambiente, sintetizadores y llegó al número 3, en UK. En el último disco de la “Trilogía de Berlín” huye del minimalismo y el ambiental ,para volver a ese rock de batería y guitarra de anteriores jornadas. También se ayuda de ecos de World music, new wave y utiliza como fuentes escalas musicales no occidentales. Tras su colaboración con “Queen” una película de culto: Christiane F. resucito con un cameo al David actor, pero sobre todo queda la banda sonora, regada por la música de Bowie. En 1982, un remake de Cat People”, titulada en España “La Mujer Pantera”, la hechizante historia de terror sicológico dirigida por Jacques Tourneur, y que lanzo al mundo del mito a la joven francesa Simone Simón, vería un remake de la mano del calvinista Paul Schrader (Taxi Driver, American Gigoló). En esta ocasión la piel (mucho más desvestida) de la pantera corrió a cargo de una hermosa Natasha Kinski. El sencillo titulado “Cat People” entró en el Top Británico. Su faceta altruista le llevó al Live Aid, conciertos benéficos para paliar el hambre en Etiopía. Durante este evento se estrenó el sencillo a dúo con Jagger, que llego a número 1 la primera semana. “Never Let Me Down” supuso olvidar el bagaje del sonido ligero, regalando retazos de industrial/tecno junto a un rock más potente.

     

Tras su boda con la modelo Iman publica el disco Tim Machina II, al que su afán provocador condena al ostracismo. Los desnudos (artísticos y de un gusto exquisito, según Bowie) de los miembros del grupo en portada, requirieron aerógrafo censor y parche ortopédico para tapar las zonas pudendas. En 1996, el francotirador Paul Verhoeven le solicita como compositor para su fracaso comercial “Showgirls”. Esta versión striper de “Eva al Desnudo”, recibió la canción “I´m Afraid of Americans”, un tema potente y obsesivo, remezclado por Trent Reznor para su lanzamiento como sencillo. El resultado fue dieciséis semanas en la lista Biilboard Hot 100. En 2014 canta a dúo con Butterly Boucher para la película animada “Shrek 2” la pegadiza canción “Changes”.

Fue en el 2014 cuando el británico de ojos diversos se convirtió en el ganador más longevo de los premios Brit. “Blackstar” se lanzó el día de su cumpleaños como homenaje a un creador irrepetible y carismático. Bowie consiguió extraer ideas del mundo que le rodeaba para incorporarlas a sus partituras, inventó personajes, creo universos, mixturó teatro, canción y se acercó a la pantalla con diferente suerte.

Estudió mimo y teatro bajo la dirección de Lindsay Kem. Sus papeles en teatro y televisión siempre han llevado la huella de su peculiar personalidad. Desde el extraterrestre del director de culto Nicolas Roeg en “El Hombre que Bajó de las Estrellas” un pequeño gran clásico, hasta “El Ansia” de Tony Scout (1983) cuya estética parece diseñada para el propio mundo del cantante. “Dentro del Laberinto” constituye un film de culto con diferentes lecturas. De la mano de Jim Henson, el Rey de los Duendes encarnado por Bowie, es inolvidable para la retina de los acérrimos seguidores. El londinense siempre figurará en el imaginario colectivo por su pantalón marcando virilidad y su ambigua relación con Jennifer Connelly. A pesar de los varapalos de “Fuego Camina Conmigo” es impagable poder contemplar la perfomance de Bowie en la serie.

Su interpretación en “El Truco Final” eleva el nivel de una trama laberíntica, que fue perjudicada por coincidir con otra obra de mayor calaje comercial (El Ilusionista) pero que no es desdeñable en absoluto. El personaje de Bowie (Tesla) es de lo más jugoso. Incluso entre el excelente trabajo del resto de actores. Otras de sus producciones son más olvidables a pesar de que su atractivo deja una impronta en obras menores como Absolute Beginners o Yellowberad, olvidable comedia de los Monty Pitón. Siempre quedara la riqueza de su vibrato, su modo de cambiar la voz en las secciones. Bowie también fue un multiinstrumentista y compositor. En su etapa inicial se pueden rastrear influencias de los escritores Aleister Crowley, o H.P. Lovecraft. Bowie sofisticó y dignificó el rock y lo convirtió en metáfora, lo salvó del cuero y le dio sofisticación. Quizá sea el último de una estirpe de artistas que sobrepasan las etiquetas para convertirse en referentes, para habitar como iconos; con derecho propio, los espíritus de sus adoradores. Su eclecticismo, su piel de camaleón le han hecho viajar en tantas direcciones musicales que es difícil encontrar un artista que no beba de sus fuentes. Marilyn Manson, Lady Gaga, Boy George, Spacehog, Groove Amanda y tantos otros, tendrían algo que decir al respecto. Este “Duque Blanco”, al que prefiero recordar con su elegante indumentaria de cabaret años treinta (Station to Station), al piano, su perfil esculpido en mármol.

Otros preferirán recordarlo como el ambiguo Jareht, dentro de su laberinto acompañado de una preciosa y oferente Jennifer Connelly. O regresando a las estrellas de las que vino para llevar agua a su planeta. Para mí siempre será el andrógino prisionero Jack Celliers, que provoca la catarsis del oficial nipón (Ryuichi Sakamoto), en un relato sobre la represión íntima y social, un metáfora sobre la necesaria metamorfosis que tanto practicó en su vida. Su último trabajo fue premonitorio, de resonancias bíblicas, “Lazarus”, el único hombre que nos recuerda que nadie puede resucitar. Donde quiera que estés. Feliz Navidad Mr Bowie…

 

 

 

 

 

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