El Payaso y la Estrella. 37 Festival Ibérico de Música. Emotivo espectáculo de raigambre hispana
El Payaso y la Estrella. 37 Festival Ibérico de Música
Emotivo espectáculo de raigambre hispana
Posee la zarzuela contornos que definen y diferencian sus andanzas como género. Desde ese reflejo costumbrista (y castizo), donde los personajes son cotidianos y palpitantes (nada parecido a geishas o heroínas bíblicas), hasta la presentación cotidiana de los enredos amorosos y su querencia por lo cómico. Sus personajes están directamente extraídos de imaginario popular, abocetados desde el patio de vecinos, pasando por una tasca desvencijada o incluso ampliando a un ambiente urbano o marinero. Pero donde se distingue la idiosincrasia de la zarzuela es en sus referencias sonoras. De todas ellas estuvo sembrado este concierto de la OEX. Un emotivo espectáculo, de profunda raigambre hispana. A base de retazos de zarzuelas de Sorozábal, el eterno incomprendido, y de Moreno Torroba. Su archirival en lo musical y lo ideológico.
Sobre las tablas vimos escenas de una excelente escritura; en la orilla del sainete; como “La del manojo de Rosas”, ejemplo de la última época creativa de la zarzuela, casi en el límite de su agostamiento, defendida con intensidad y dramatismo por los intérpretes.
Federico Moreno Torroba era director de la SGAE y nunca disimuló su hostilidad hacia Sorozábal, que le acusó de delación y conspiración. Sorozábal asumió el riesgo de mantener una compañía propia y vivir con dignidad, en medio de sus enemigos y apoyado por un público que interpretaba sus puestas en escena como un acto militante. Ideologías aparte, este concierto es un delicioso paseo por escenas, paisajes y paisanajes de aquella época. Desde la conjugación de los ritmos tradicionales con el fox trot o la farruca, en la búsqueda de modernidad de “La del manojo de rosas”, hasta los inteligentes toques orquestales, aderezados de sprechgesang, con armonías modernistas y referencias de Broadway de “Black, el payaso”. Un precioso e intenso dúo de Carmen Solís y David Menéndez.
Disfrutamos también de la sutil orquestación, la melancolía, el apego a la tradición y el colorido encanto hispano de la comedia lírica Luisa Fernanda (en realidad escrita para mezzo). Vibramos con el soterrado humor (hoy no será políticamente correcto) de Don Manolito, un brillante musical, inmerecidamente olvidado.
La soprano Carmen Solís, soberbia en los agudos, generosa y homogénea en el resto, destila elegancia en el timbre con hermosos vibratos. También se pudo escuchar “Sino vendrá”, de la ópera chica “Adiós a la bohemia”, una obra que se representaba preferente en programa doble. Casi siempre como complemento a otras obras mayores del autor, debido a que el canon musical y argumental, la apartaban de la habitual zarzuela. También se escucho la emotiva romanza de barítono “Adiós dijiste”, defendida por la voz redonda, poderoso andamiaje y emisión, sonoridad plena y caudalosa de David Menéndez. La zarzuela es territorio donde el cantante debe adaptarse, ya que no puede haber distanciamiento entre la voz hablada y cantada que rompa la continuidad.
La voz de cabeza en los roles femeninos limita el registro y debe tener libertad para jugar en todo el registro de forma uniforme, aunque con la ligereza solicitada por el género. Los excesos al levantar el velo del paladar se traducen en escaso entendimiento del texto, algo que en la zarzuela es imperdonable. También se solicita precaución para no dañar la voz al proyectarla hablando.
La OEX, con acertado timbre, rememoró instantes que remitían a raíces “jondas”, reminiscencias castizas o incluso cabareteras, en un programa que permitió escuchar obras de escasa audición en directo. El tenor Daniel Izquierdo resuelve con solvencia sus personajes, solicitando la voz algo más de cuerpo en algún instante. Violeta Siesto, amén de clara emisión, se acompaña de notable expresión corporal. La dramaturgia estaba en las manos de la experimentada Susana Gómez, que creó unas amenas y “educativas” transiciones, dotando de dinámica las estampas de la mano del actor Elías González y la acertada iluminación de David Pérez.
El Payaso y la Estrella es un emotivo espectáculo que destila amor por un género propio, irrepetible y cercano. Un soberbio espectáculo de profunda raigambre hispana.