Los archivos de Van Helsing, de Xavier B. Fernández
Novela ambiciosa donde las haya esta última incursión en la narrativa de Xavier B. Fernández (Barcelona, 1960), periodista y escritor con oficio y talento que ha ganado los premios Río Manzanares, Novela de Carretera, Fernando Quiñones y el Black Mountain Bossòst en su primera edición y lleva publicadas las novelas Kensingnton Gardens, Barcelona Jazz Club, Un trabajo nocturno, El amante de la mujer árbol y Dinero fácil. Novela río Los archivos de Van Helsing que bebe de un sinfín de géneros literarios y que hace de su peculiar estructura uno de sus mayores atractivos.
Siguiendo al personaje real, y al mito literario digerido por Bram Stoker, de Vlad Drakul, príncipe de Valaquia, uno de los más sanguinarios tiranos de la historia que aplicó con mano de hierro lo que hoy se conocería como terrorismo de estado, Xavier B. Fernández nos habla del mal, inherente a la especia humana, que forma parte de nuestro ADN, y el bien, en el personaje de Van Helsing, él y los de su linaje, que entablan una lucha titánica durante los últimos cinco siglos de nuestra historia. Porque Los archivos de Van Helsing es una novela de novelas, una reflexión lúcida sobre el ser humano y la concatenación de hechos históricos causantes de las grandes masacres que asolaron Europa. Y así ese Vlad Drakul, con su halo mefistofélico, inmortal, que se alimenta de sangre, o su contrario, Van Helsing, y sus sucesivas reencarnaciones, se codean con Napoleón, con Himmler, con Hitler, con Nicolae Ceausescu, el conducator (La imagen de sus cadáveres recién acribillados, caídos con abandonado desmadejamiento, vistiendo esos mismos abrigos, que resbalan con abandono de sus cuerpos inertes, se publicaría en los periódicos de todo el mundo. En esas fotos del cadáver de Nicolae está mirando al cielo sin verlo ya con los ojos muy abiertos y esa expresión de triste desamparo que suelen tener los muertos), que era un poco un siniestro Nosferatu, y nos hace cabalgar por los principales acontecimientos de los últimos quinientos años hasta llegar a una playa de Bogatell, en donde empieza la historia con un ritual sangriento sexual a cargo de tres súcubos, o al monasterio de Sant Cugat del Vallés, guiño del autor a la población que lo acoge.
La praxis de ese tirano de tiranos que fue El Empalador, terror de los turcos y de los propios rumanos que, a pesar de todo, lo consideran su héroe nacional, tienen una lógica infernal y son drásticos, como por ejemplo contra la pobreza: Y la manera mejor y más efectiva de eliminar la pobreza es eliminando a los pobres. Y a ello se aplica. El que inspiró el mito de Drácula fue un maestro de la puesta en escena equiparable al romano Nerón: Un bosque de más de 20.000 agonizantes ensartados en estacas se extendió ante las murallas de la ciudad. En medio de aquel bosque mandé, como había hecho otras veces, que me compusieran la mesa para cenar. Como oscureciera antes de poder acabar mi cena coma ordené incendiar la ciudad para iluminarme.
Está invitada a este literario festín sangriento su sosia, la condesa húngara Elizabeth Báthory que sustituía la leche de burra rejuvenecedora de Cleopatra por sangre de vírgenes para mantener su piel lustrosa y bella: La condesa se metió en la bañera y se sentó. Dorkó sacó de entre los pliegues de su saya oscura un gran cuchillo, y de un diestro tajo degolló a la muchacha suspendida, abriéndole una segunda boca en el cuello que empezó a chorrear sangre sobre la condesa, quien se la frotaba por todo el cuerpo, cubriendo el blanco de su piel de un vivo carmesí. Y no faltan los homenajes al clásico de Bram Stoker, el escritor irlandés que popularizó al personaje histórico con el suyo de ficción, lo humanizó dotándole de un halo romántico muy alejado de la brutal realidad: Y sin hacer caso de sus persistentes chillidos la inmovilicé, apretándole entre mis garras, y la mordí en el cuello, allí donde el pálpito de la sangre se notaba con mayor intensidad. Está surgió entonces a chorro por la herida inundando mi boca, embriagándome, enloqueciéndome de deseo.
Hay en la novela de Xavier B. Fernández un sinfín de historias que se entrecruzan y el autor sabe combinar los muy diferentes elementos narrativos (cartas, legajos, expedientes, diarios, recortes de prensa, estudios científicos, entrevistas, novelas dentro de la novela, como esas memorias de un Van Helsing médico y del teniente André Duvalier en la campaña napoleónica.) para componer un fresco histórico y literario en donde no faltan digresiones morales, políticas, estéticas y humanistas: Quizá porque el mal resulte mucho más fascinante que el bien. Un aserto que debería hacernos reflexionar, porque la novela gira sobre ese concepto: el mal.
En esa novela dentro de la misma novela, que podría ser un texto perfectamente independiente, que gira sobre la campaña napoleónica, y en la visión de ese cirujano Van Helsing, enrolado en la Gran Armé (Y la mayor máquina de guerra que ha visto la historia, la titánica bestia que excretaba 1500 toneladas de heces al día, se puso en marcha), sobrevuela el León Tolstoi (y su pariente Alexei Tolstoi autor de un relato vampírico extraordinario titulado La familia del Vurdalak) de Guerra y paz que seguramente habrá leído Xavier B. Fernández como buen lector (somos lo que leemos): Miré hacia abajo. Era cierto, yo también estaba cubierto de salpicaduras de sangre. O, para ser más preciso, de sangres. De muchas sangres de muchos hombres: franceses, polacos, prusianos y rusos. Amigos y enemigos. Todas aquellas sangres eran igual de rojas y todas se mezclaban indiscriminadamente sobre mi mandil de cirujano. El horror de la muerte en la guerra, ese sinsentido que enfrenta seres humanos que probablemente serían amigos de no decidir sus dirigentes que sean enemigos, sobrevuela en esa parte bélica de la novela con todo su horror mefítico: El aire olía a gordita, a chamusquina, a excrementos y a más que a sangre, al olor inconfundible e inolvidable de los cuerpos humanos reventados, cuyas vísceras eclosionan de pronto entre cálidas vaharadas, como grandes floraciones carnosas de brillantes colores rosados, morados y violáceos, que enseguida se volvían mortecinos, agrisados por la muerte. Ese Abraham Van Helsing cirujano, ahíto de horror — Me duelen los brazos de tanto cortar y serrar, y las manos de tanto coser —se relaciona con el doctor Víctor Frankenstein, del mismo modo que Arthur Conan Doyle se cartea con Bram Stoker.
El príncipe de las tinieblas, la reencarnación del mal, Vlad Drakul, Drácula, nos obsequia también con sus cínicas ideas políticas que no tienen desperdicio por su absoluta vigencia —Porque el vulgo lo que quiere son gobernantes sólidos a los que someterse, que le eviten la fatiga de tener que pensar y decidir por su cuenta, proporcionándole reglas claras a las que obedecer—, y cuestionan la democracia —El ser humano no entiende la democracia, no más de lo que un cerdo puede entender las matemáticas. El ser humano solo entiende el poder, entiende que o bien puede ejercerlo o bien debe someterse a él. El que crea que la democracia es un sistema de gobierno viable desconoce por completo la naturaleza humana—. Y sin desperdicio su opinión sobre ese vampiro acéfalo, que chupa la sangre de la humanidad, llamado capitalismo, el monstruo más perfecto al que no se le puede derrotar clavando estacas en el corazón, llenado su boca de ajos o decapitando una cabeza que no tiene: En el sistema capitalista, en cambio, los ambiciosos que se han encaramado a él han conseguido dar forma a un sistema de dominación perfecto, inderrocable. Han creado un tirano abstracto, sin cabeza y por tanto sin un cuello que pueda ser cortado.
También contrapone Xavier B. Fernández su protagonista inmortal a la locura nazi —Aunque ese tal Adolf Hitler resulta mucho menos interesante que Stalin. Este es un gobernante racional, que ejerce el poder con rigor y emplea la crueldad necesaria para afianzarlo, mientras que Hitler es un enajenado sometido al capricho de sus desvaríos—. Y es Adolf Eichmann el que le ilustra sobre las bondades del exterminio judío: Así es. Por eso la llamamos Solución Final, porque es una solución para siempre. Oh, no pongáis esa cara, Herr Graft. No somos monstruos, les damos una muerte lo más indolora posible. Utilizamos gas. Es un trabajo desagradable ciertamente, pero acaso no lo es el del cirujano que debe amputar los miembros infectados del cuerpo para que no emponzoñen el tejido sano
Los archivos de Van Helsing es un homenaje a la literatura gótica, y a la literatura en general, con referencias precisas, además del ya citado Bram Stoker, a Edgar Allan Poe, Lovecraft, y una sesuda reflexión acerca de la condición humana, ese Caín y Abel que todos llevamos en nuestro interior. Una muy cuidada edición, extraordinariamente original y creativa, de Ediciones El Transbordador, hará la delicia de los lectores que, además, son bibliófilos (y ahí me incluyo).
Acaba el libro con una frase que nos retrotrae al infierno dantesco de Auschwitz: Pero Dios, como siempre, guarda silencio.