Almacenados, de Jack Zagha
El cine mexicano es uno de los más potentes de América del Norte. Arturo Ripstein, Luis Alcoriza, Luis Buñuel en su etapa mexicana, posteriormente Alejandro González Iñárritu, Guillermo Arriaga, Alfonso Cuarón, Guillermo del Toro, Amat Escalante, el inclasificable Carlos Reygadas, hablan, entre otros, de la buena salud de la cinematografía azteca.
Almacenados, de Jack Zagha, está más en la línea de los clásicos mexicanos, de ese Luis Buñuel surrealista de El ángel exterminador, por ejemplo, que de sus colegas contemporáneos, y sorprende por su osadía argumental y formal.
Lo que, con dificultad, apenas llenaría un corto de cinco minutos se estira hasta los 90 minutos sin que este espectador se irrite y abandone la sala. Un almacén vacío, en donde en 39 años no se ha almacenado nada; un encargado de almacén riguroso, que en 39 años no ha hecho nada; y un aprendiz que acaba de entrar en la empresa, para sustituirle porque se jubila, en un trabajo que no existe más allá de una mesa, una silla, un teléfono que no suena, tres libros contables inmaculados y una hoja de pedidos por estrenar.
Teatro del absurdo convertido en una película que aguantan los dos únicos actores de la función, el señor Lino (Juan Carlos Ruiz) y el joven aprendiz Nin (Hoce Meléndez) mediante unos diálogos ocurrentes transitados por el humor. Una película valiente que es un desafío para su director. Un ejercicio de estilo, el de Jack Zagha (Adiós mundo cruel, El último trago, Yo también te quiero), que es capaz de montar este artefacto cinematográfico en honor al absurdo mundo laboral y a Kafka.