Midway, de Roland Emmerich
La batalla de Midway fue la respuesta más o menos inmediata al desastre de Pearl Harbour por parte de los norteamericanos. Jack Smigth, un director de talla mediana que nos dejó algunos buenos policiales interpretados por Paul Newman, fue el encargado de dirigir en 1976 La batalla de Midway con un reparto de primeras figuras que incluía a Charlton Heston, Henry Fonda, Glenn Ford, Robert Mitchum, Toshiro Mifune, James Coburn, Robert Wagner, Cliff Roberston y Tom Selleck, entre otros. En 2019 Roland Emmerich (Stuttgart, 1955), un alemán americanizado especializado en películas de acción y de catástrofes como El día de la independencia, El patriota, Soldado universal o Asalto al poder, es el encargado de montar un gran espectáculo pirotécnico con la excusa de recrear esa batalla naval protagonizada fundamentalmente por la aviación.
Roland Emmerich domina el lenguaje del espectáculo puro y duro para que el film no decaiga en su duración de más de dos horas metiendo al espectador en las carlingas de los aviones norteamericanos y haciéndole participar en una bella guerra más pirotécnica que sangrienta en cuyo marco las explosiones, las llamaradas, los disparos y los barcos que se hunden forman parte de un escenario bélico que parece un banderín de enganche para reclutar pilotos.
No hay emoción en Midway, es previsible, son planos los personajes, especialmente el de ese especie de cowboy alado simpático, dicharachero y sobrado que es Patrick Wilson (Edwin Layton) que ganaría, si le dejaran, él solo la guerra, y tampoco son muy satisfactorios los efectos especiales que parecen los de un videojuego, porque sospecha uno que, como buena parte del cine comercial que se produce en Estados Unidos, Midway no sea otra cosa que un costoso spot promocional de algún producto para consolas que ya esté en marcha.
Perdidos entre pilotos heroicos y guapos, casados o prometidos con chicas estilosas, vemos a Woody Harrelson, con pelambrera, encarnando al almirante Chester Nimitz, quien desde tierra dirige todo el operativo contra la armada imperial japonesa, y a Dennis Quaid como el vicealmirante William Halsey. Un film de hazañas bélicas entretenido que tiene los momentos más emocionantes cuando los aviones, tras las refriegas, deben regresar a sus portaaviones y aterrizar en sus cortísimas pistas con cero combustible en sus depósitos.