La odisea de los giles, de Sebastián Borensztein
La odisea de los Giles, espantoso título donde los haya, fue la aportación argentina a la sección oficial del último festival de San Sebastián. El director Sebastián Borensztein (Buenos Aires, 1963), del que ya habíamos visto Un cuento chino, Capitán Kóblic, Tiempo final y Sin memoria, factura un film amable y simpático que hace justicia poética a los afectados por el corralito argentino y a esa crisis globalizada que fue un toco mocho para todo el planeta.
Una panda de idealistas maduros se propone crear una cooperativa para animar la economía de su pequeño pueblo. Cuando consiguen la plata de los cooperantes, los muy incautos la ingresan en el banco el día antes de que haga fallida el sistema bancario argentino. La pasta contante y sonante, algo más de ciento cincuenta mil dólares, se la lleva íntegra un especulador local. Los afectados deciden hacer una especie de rififí para recuperar su dinero y sacarlo del búnker en donde lo tiene sepultado el granuja en cuanto reciben el soplo.
En tono de comedia entrañable, con todos los tics y convencionalismos que no rehúyen momentos cursis y sentimentalismo barato, el film emplea a la familia Darín en pleno, Ricardo y Chino Darín que, además de interpretar el papel de hijo del popular actor argentino ejerce de productor ejecutivo de la cinta. Hay momentos chispeantes y más buenas intenciones que resultados en esta comedia argentina.
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