«Watchmen (TV), episodio 1»: ¿Te atreves a averiguarlo?


Una sola secuencia le basta a Damon Lindelof (creador de esta serie que se acaba de estrenar) para acallar el tumultuoso escepticismo que ha rodeado la nueva aproximación a esa obra maestra de la novela gráfica que es «Watchmen», escrita por el indomable genio de Alan Moore (una vez más, sin aparecer en los créditos) y dibujada por Dave Gibbons (ahora también productor): una vieja película muda nos muestra la persecución entre dos jinetes en el salvaje oeste, el sheriff debidamente ataviado de blanco como corresponde al buen héroe y su acosador, vestido de negro, como mandan los cánones en la etiqueta de los villanos; pero las máscaras caen, y el blanco defensor de la ley resulta estar hecho de la peor de las calañas y el que le dio caza resulta ser un negro ángel de la justicia, que despierta algo más que fascinación en el pequeño espectador, también negro, que contempla la silenciosa proyección. Nada más abandonar la sala, se encuentra que la ciudad donde vive es literalmente arrasada por un grupo de miserables supremacistas que pueden asesinar a su antojo sin que haya el menor asomo de ley o justicia por ningún lado, recreando la pesadilla real que se vivió en la ciudad de Tulsa en los años veinte del siglo pasado.
Y el espectador puede respirar, despejado de la carga del recelo.
Porque «Watchmen», la serie, se coloca justo en las antípodas de ese engendro que fue «Watchmen», la película,
en la cual Zack Snyder nos brindó uno de los ejercicios de cine más gélidos y desconcertantes jamás filmado, y muy paradójico porque a base de fingir una traslación exacta de las viñetas a la gran pantalla acababa por ser la versión menos fiel al original que pueda concebirse. Cosas que pasan cuando confundes a Superman con el Dr. Manhattan.
No es el caso del Lindelof.
Tras la polémica «Perdidos», y después de ser responsable de una serie tan triste y brutal como «The Leftovers», demasiado oscura para resultar comercial, Damon Lindelof ni se acerca a replantearse una nueva adaptación de la obra de Moore.
No es una réplica, sino que surge de ella. Mucho mejor buscar inspiración entre sus páginas que intentar filmarlas de nuevo.
Con una puesta en escena deslumbrante, y un planteamiento muy osado, el primer episodio no se ahoga en la fidelidad al mítico cómic, y al mismo tiempo es un compendio de guiños, trazas argumentales, referencias muy  bien armadas (da igual si se conoce el trabajo impreso, pero si se es fan hay mucho que disfrutar) y hallazgos más que notables en ese universo sin igual imaginado por Moore. Viejos conocidos se entremezclan con muchísimos personajes nuevos que, de momento, conviven en perfecta sincronía. Todo se parece, pero nada es igual. O viceversa. Y a veces es igual de profunda, y de incisiva, y de divertida, pero sin apelar a la imitación o a la simple yuxtaposición de ideas gemelas, como pretendía Snyder. Claro que es muy pronto para saber si toda la serie estará a la altura de este primer capítulo, si irá a peor o a mejor, si se vea perjúdicada la previsible falta de un público tan atronador como el de «Juego de Tronos» que se adscriba y defienda esta propuesta, si sus creadores podrán seguir manteniendo este tour de force hasta el desenlace, sin desbarrar o finalmente volver a buscar en Moore respuetas que solo Moore conoce.
Pero como arranque, fija la atención de ese modo tan personal con el que Lindelof suele agasajar a sus espectadores. Y ya habrá tiempo de comentar muchos aciertos, como la extraordinaria fotografía o el reparto. Pero si se suman secuencias como la presentación del personaje interpretado por Jeremy Irons, cuesta mucho no avivar las esperanzas de que estamos ante una gran serie de televisión.
Por no mencionar que aquella pregunta que lanzó Alan Moore en 1986 parece ahora más vigente y necesitada de respuestas que nunca, y la propuesta está sembrada de ecos de esta aterradora realidad que vivimos cada día:
¿Quién vigila a los vigilantes?
O como reaparece ahora en el sombrero de copa de Lindeloff:
¿Quis custodiet ipso cutodes?
¿Te atreves a averiguarlo?

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