Enrike Solinís. El laúd encendido

La apuesta de la Sociedad Filarmónica de Badajoz para la inauguración de “Hojas de Álbum” no podía estar en mejores manos (si se me permite el juego de palabras). Enrike Solinís ya había dejado su huella por estos predios, en su anterior concierto en este mismo Salón Noble de la Diputación de Badajoz. En aquel programa, quedó patente la calidad digital y docente del intérprete, que sazona los instantes propiamente musicales con explicaciones y anécdotas que el espectador agradece. El programa, titulado Ars Lacrimae. Una historia del Laúd ofrece una paleta cromática amplia y exhaustiva, con obras de distinto calibre, origen y estructura, que permiten al tañedor ofrecer un abanico de las épocas y vicisitudes de la cuerda pulsada, rasgada, tañida o cualquier otra técnica que solicite la partitura. El título no podía ser más apropiado, dado que nos hallamos ante un instrumento de rango melancólico, para el que se escribieron algunas de las obras más nostálgicas y “lacrimosas”. Nadie mejor que el británico John Dowland (todo un pop-star de la época) para definir esos sentimientos de profunda tristeza y gravedad. De este compositor, Solinís eligió “Preludium, Lacrimae y A Fancy (Fantasy)”. Dowland siempre es una apuesta segura. La evocadora melancolía de Lacrimae (cuyo origen puede estar en un madrigal de Marenzio) su cadencia señera, constituyen una de las pavanas más hermosas que se han escrito. Basada en cuatro notas claves, un intervalo de cuarta descendente (evocando la lágrima que resbala).

 

 

Los dedos de Solinís navegan por los trastes con limpia digitación e intenso sentimiento, extrayendo un diáfano sabor isabelino y evocador. A lo largo del concierto, el intérprete fue utilizando diversos instrumentos: archilaúd, laúd, tiorba, guitarra barroca, ofreciendo un amplio panorama de la evolución de la música pulsada, destacando la Suite en Re de Robert de Visée y la Suite en Do menor de Sebastián Bach. De Viseé brilló en la corte de Luís XIV como compositor, cantante y multiinstrumentista. El hermoso “Preludio fue, seguido de las habituales allemanda, courante, zarabanda, aunque no se interpretó la obra completa. En las obras para guitarra de De Viseé, las “baterías” (rasgueados rápidos), proporcionan un acompañamiento  armónico y rítmico eficaz, mientras que la  melodía y el contrapunto son tratados en punteado (pincé).

El Manuscrito Il Barbarino es  de finales del siglo XVI, posiblemente recopilado por el laudista  castrato del mismo nombre.  Originalmente tenía 400 páginas, con piezas de origen napolitano, español e italiano. De aquel, extrajo la obra “Quaranta de Francia”. Enrike Solinís desgrano dos obras del renacentista Alonso de Mudarra: La hermosa “Pavana de Alexaindre”y La “Fantasía X”  de “Tres libros de música en cifras para vihuela”, con sus famosas “campanellas”. Esta obra es un paradigma de la retórica con assimilatio, circulatio, gradatio, etc.  El intérprete extrae una cadencia emotiva, sincera y de gran precisión técnica. Tras esta aparente facilidad se esconden muchas horas de estudio, dejándose las falanges en el intento. Curiosamente esta “Fantasía X” no se basa en el contrapunto imitativo característico de este género, sino que se desarrolla con tres diferencias en un variante de lo que pocas décadas después se denominaría “Folía”.

Makan Huseyni” es una original propuesta del erudito príncipe de Moldavia, Demetrio Cantemir (1673/1723). Cantemir era un experto musicólogo y gran interprete de música otomana en el tanbur. Llegó a inventar un sistema de notación alfabética. Solinís extrajo el sabor oriental de esta obra, que está recogida en el Libro de la Ciencia del mismo autor (355 composiciones).

Como colofón, el músico interpretó los “Canarios” de Gaspar Sanz, Publicado por vez primera en 1674, logró una tremenda popularidad a lo largo del siglo XX. La Fantasía para un gentilhombre (1954) del maestro Joaquín Rodrigo, un concierto para guitarra y orquesta, usa temas de Sanz: no por casualidad culmina esta obra con una versión brillante del “Canarios”. Enrike Solinís dedicó al director de la Sociedad Filarmónica, Enrique Pereira, esta obra, compuesta por frases de cuatro compases, con final en la tónica. El tañedor desplegó todo su arsenal digital sobre el mástil de la guitarra barroca, recorriéndolo de cabo a rabo, con adornos, campanelas, rasgueos, etc, dejando patente el virtuosismo que nace de sus dedos. Una excelente apertura de Ciclo.

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