Templo en Taishan, el aliento de un sueño, por Antonio Costa Gómez
TEMPLO EN TAISHAN, EL ALIENTO DE UN SUEÑO
Solo añoro una cosa en China. No añoro a Confucio, ni a la Gran Muralla, ni el comunismo, ni el capitalismo, ni la producción en masa, ni los puentes interminables, ni los miles de soldados de terracota, ni las ciudades galácticas.
Añoro ese monasterio perdido en las montañas. Seguro está en las montañas Lushan, en la provincia de Shandong al norte, donde también estuvo Li Po. Está entre un paisaje infinito, perdido en lo alto de las montañas, entre nieblas y nubes, donde los seres humanos se pierden y se vuelven enigmáticos. Está rodeado de atmósfera, todo se une con todo, lo imponderable está detrás de todos los objetos.
Esa es mi China. Solo añoro esa China. Donde se inspira el taoísmo o el budismo zen. Donde el zen trata de captar la naturaleza por encima de las palabras, las separaciones, las clasificaciones. Yo añoro esa China.
Añoro ese monasterio donde Li Cheng , como otros pintores de la dinastía Song, quisieron captar el aura, sumergirse en el espíritu, transformarse en él, recibir la vida y el misterio. Esos pintores querían captar el aliento, la divinidad de la naturaleza, el soplo imponderable. Mi Fu escribió que “pertenecen a un sueño”.
Solo quiero visitar esa China. A menudo regreso a ese templo perdido en las montañas. Me instalo allí. Me quedo a vivir en ese paisaje donde no hay separaciones, no hay trazos ni divisiones . Todo bebe de todo. Lo siento con pasión todo.
Allí todo es impreciso, nada parece ser él mismo. Todo se funde de una forma entusiasta. Allí yo también puedo fundirme. Puedo transformarme y ser libre.
Sí, regreso a ese “Templo budista en las montañas” de Li Cheng. Donde los muros se confunden con las ramas de los árboles, los monjes parecen exhalaciones, el aire que parece agua y viceversa. Solo me faltaría una copa de anís.
ANTONIO COSTA GÓMEZ
FOTO: CONSUELO DE ARCO