«Viudas»: Muy lejos del negro del luto.
«Viudas», adaptación de una serie británica de los ochenta, parte de una premisa muy sencilla y efectiva que ha hecho que más de uno haya comentado la sinopsis en vez de ver la película. Cuatro mujeres, cuyos maridos acaban de morir mientras huían de la policía, se verán obligadas a responder por las temibles deudas de sus esposos cruzando cuanto límite se les imponga para llevar a cabo un atraco que no tiene nada de perfecto. Es extraño que algunas voces hayan logrado establecer similitudes entre esta obra y «Ocean’s 8» (ese fiasco que buscaba ser la réplica femenina a la trilogía de Sodenbergh) porque si en algún lugar se puede situar «Viudas» es justo al otro extremo de una mala comedia que no aspiraba ni a franquicia. No puede haber dos películas más distintas ni más opuestas.
Supone el regreso a las pantallas de Steve McQueen, tras un largo silencio después de ganar el Oscar por «12 años de esclavitud», y es evidente que su cine se decanta precisamente por el clasicismo de esa obra tan premiada, y que se aleja de los vibrantes caminos por los que en sus primeros y arriesgados títulos, «Hunger» y «Shame», transitó de forma tan brillante como personal. En ambos casos, ganamos un excelente director. Aunque en «Viudas» termina siendo la pieza menos potente, por mucho que no se resista a tomar decisiones formales algo arriesgadas, que a veces son perfectas y otras acaban arrastrando hasta la banalidad un acontecimiento sobrecogedor por el afán de narrarlo en otro interminable y circular plano secuencia que te arroja fuera de la trama en el peor momento posible. Pero su mayor acierto, prueba de su sabiduría, es casi hacerse a un lado porque cuenta con los aliados más poderosos.
En primer lugar, su reparto. Dejando a un lado que Viola Davis demuestra una vez más que ya es una actriz legendaria, no hay un solo nombre que no sea sinónimo de garantía: Michelle Rodriguez, Elizabeth Debicki, Cynthia Erivo, Daniel Kaluuya, Colin Farrell, Brian Carrie Coon, Robert Duvall, Liam Neeson, Lukas Haas… Un prodigioso engarce, que articula el relato con admirable precisión. Muchos personajes, algunos fugaces, pero cada uno de ellos parte viva en algún momento u otro de una secuencia decisiva, que en este caso son casi todas.
Porque toca hablar de la gran estrella de la película. Desgraciada e injustamente, no es frecuente que el nombre que más brille, del que se debe hablar, sea el del guionista. Y «Viudas» es una obra escrita (junto al director) por Gillian Flynn. Y esa es de las que, como se suele decir, juega en otra liga. Pero es que cuando a una autora de novelas tan magistrales como «Perdida» (que también adaptó al cine) o «Dark Places» (también con versión para la gran pantalla, pero lejos del descenso hasta el horror de recordar descrito en el libro) se la compara con Patricia Highsmith hay que prestarle algo más que atención. La compleja riqueza en sus retratos sobre mujeres criminales deja muy atrás los torpes estereotipos del género, y es capaz de alcanzar una profundidad aterradora en la construcción de sus personajes, dejando claro que los masculinos tampoco se libran de tan minuciosas disecciones. «Viudas» está llena de su genio. Diabólicamente hábil en los diálogos, febril buscadora de momentos de turbia intimidad, dejando a un lado sus brutales giros argumentales para ceñirse a una historia tan dura, tan seca, tan certera a la hora de rescatar a las mujeres del eterno trabajo de comparsas para mostrarlas cuando su papel es el de protagonistas. Precisamente lo que narra «Viudas». Una transición desde el espejismo de lo cotidiano para perderse en los túneles del mundo criminal de cuatro mujeres que se las arreglan para burlase de la burla que les había preparado el destino.
Estremecedora de principio a fin.