ATILANO SEVILLANO, O EL DON DE LA BREVEDAD

Hablar de Atilano Sevillano es hablar de Mr. Short.

Para quienes no conozcan la obra de este autor zamorano, diré que Mr. Short es un personaje borgiano que aparece en su libro Al pie de la letra (Microrrelatos de la A a la Z), publicado por la editorial PiEdiciones.

Mr. Short es un trasunto del propio Sevillano. Un alter ego de ficción, con alma poliédrica, que se dedica en cuerpo y alma a la literatura de lo breve. Siempre, con su habitual ironía, le he escuchado decir que a él, como lector, no le interesan para nada los libros que cuentan con más de 200 páginas. Y créanme si les digo que yo, discípulo suyo, sigo su consejo «al pie de la letra» y, cuando doy por finiquitado un libro mío, recuento las hojas que he escrito para comprobar fidedignamente que no supero las mismas. ¿Pues qué sentido tendría para un fiel discípulo como yo escribir un libro sabiendo que su maestro no lo va a leer?

En 1999, Atilano Sevillano publicó su primer poemario Presencia indebida, en la entonces joven editorial Devenir, con prólogo de su admirado Claudio Rodríguez. Era aquel un libro primerizo, pero hoy se lee como un libro maduro e inteligente. Sin embargo, y a pesar de haber contado en su bautismo poético con el beneplácito de Claudio Rodríguez, Atilano Sevillano abandonó desde aquel mismo instante la literatura, digamos, a gran escala y se dedicó por completo a lo que en el mundillo literario llamamos literatura breve o de la brevedad, llegando a convertirse con el tiempo en uno de sus principales adalides. En este tipo de literatura líquida, tan acorde a los tiempos en los que vivimos, ha publicado Atilano Sevillano un bello libro de haikus, Hojas volanderas, publicado por la editorial Celya en 2008 y, sobre todo, varias recopilaciones de microrrelatos, como De los derroteros de la palabra (editorial Celya, 2010), Lady Ofelia y otros microrrelatos (editorial Amarante, 2015), el citado Al pie de la letra (PiEdiciones, 2017) y el último, microficciones de diván, recientemente publicado también por PiEdiciones.

Precisamente, fue a raíz de la publicación de uno de ellos, de Lady Ofelia y otros microrrelatos, cuando tuve la suerte de conocerlo. Acababa de presentar en la librería Oletvm de Valladolid este preciso y precioso libro, que es en sí mismo todo un compendio de literatura, y me pidió que lo presentara en su tierra natal. Yo, que hasta la fecha no había presentado a ningún escritor, me sentí muy honrado y le dije que sí, y allá que nos fuimos los dos a Zamora con la ilusión de un joven Lazarillo acompañando a su maestro ciego… Pues bien, aquel frío día de noviembre no se presentó nadie al acto, y la presentación estelar en su tierra natal tuvo que suspenderse. Por su parte, Atilano Sevillano no hizo el menor gesto de desaprobación ni mostró disgusto alguno, y yo, con su actitud quijotesca, aprendí aquel día una lección que nunca he olvidado. La literatura, al menos la literatura que nosotros practicamos, no le interesa a casi nadie. Y aunque aquella era una verdad descarnada y dura, lo cierto es que nos fuimos tan felices a tomar unos vinos por la capital zamorana y, entre tapa y tapa, afianzamos nuestra relación, siendo aquel desastre manifiesto el comienzo de una bonita amistad que, afortunadamente, perdura hasta nuestros días.

Fruto de aquella amistad y de la compartida con Rafael Marín, surgió en 2016 el Colectivo DARt de Poesía Visual, que en apenas dos años ha expuesto en varios locales de Valladolid y ha participado en las VII Jornadas homenaje a Claudio Rodríguez, donde el colectivo dictó una ponencia escrita al alimón, Materialización visual de la obra poética de Claudio Rodríguez, que acompañamos de poemas visuales proyectados. Aunque lo cierto es que, como poeta visual, Atilano Sevillano ya contaba con un bagaje en solitario de muchos y fructíferos años de trabajo. En la década de los 80, Sevillano realizó en Barcelona varias exposiciones individuales y fue cofundador de la prestigiosa revista Poiesis, que publicó a grandes referentes de la poesía visual como Joan Brossa o Gustavo Vega, entre otros.

Por todo lo dicho, Atilano Sevillano es, creo yo, un referente tanto en el ámbito de la Poesía visual como en el panorama de la microficción, aunque, si les soy sincero, mi admiración por él como escritor nunca podrá superar a la admiración que siento hacia su persona. En una ocasión, hace un par de años, Atilano Sevillano tenía programada la inauguración de una exposición individual de poesía visual en una Sala de Exposiciones de Valladolid, pero al enterarse de que un servidor tenía una presentación –creo recordar que se trataba del libro De la luz al olvido del poeta valenciano Blas Muñoz- no dijo nada y se presentó como siempre en la Casa Museo de Zorrilla, donde lo descubrí sentado en la primera fila. Yo, que sabía que en aquel instante debía estar en su inauguración, no dije nada tampoco… Creo que nunca se lo había dicho a nadie, pero hoy, fíjense ustedes, me parece oportuno desvelarlo a los cuatro vientos. Atilano Sevillano no es tan solo Mr. Short, el escritor que más dice con menos palabras, sino que es sobre todo, y ante todos, un amigo, un maestro y la persona más leal que tengo el gusto de conocer en esta procelosa y turbulenta jungla de las letras españolas…

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