Aracataca flotante, por Antonio Costa Gómez

Remedios la Bella

ARACATACA FLOTANTE
Remedios la Bella sale desnuda de un libro delante de la estación y levita envuelta en mariposas amarillas. ¿Te encuentras mal?, le preguntan a la muchacha solitaria. Y ella comienza a levantarse como si no ocurriera nada.
Cada quince minutos pasa un tren de 120 vagones y lleva carbón a Santa Marta. La estación es un pórtico grande, en ella se sientan seres solitarios a mirar pasar los trenes. Los trenes no paran en Aracataca.
Las casas son bajas, con pórticos en sombra tapadas por los árboles. Algunas calles todavía son de tierra. Hace un calor bíblico o novelesco. Como no hay mucho alumbrado, de noche el pueblo parece cerca de las estrellas.
El Camellón es un bulevar con bancos que sale de la estación. En el murete está escrito el nombre de Comala. Macondo es hermana de Comala. A un lado está un circo raquítico, que funciona al atardecer.
Se ve la enseña del Cine Olimpia, el que puso el italiano Daconte. Se ve el almacén de la compañía bananera, donde compraban a la fuerza los trabajadores. Se ven las Cuatro Esquinas, donde tenían sus tiendas los turcos. Se ve la Casa del Telegrafista, que nunca comprendió a su hijo Gabo. Se ven los billares, donde juegan los tipos duros.
En la calle que sala de la plaza está la casa donde nació Gabo. Es una reconstrucción postmoderna. La casa real estaba hecha ruinas en los años sesenta. Hay textos sugerentes con letras grandes. En medio está el corredor de las begonias donde la abuela asustaba a Gabo. Se sugiere el cuarto donde el coronel fabricaba los peces de plata. Se esboza el cuarto con un ejemplar de “Las mil y una noches”.
Las habitaciones flotan, parecen puras ideas. Son alusiones, referencias. En el jardín está el gigantesco ficus , donde ataron a Aureliano Buendía. Y la cabaña donde vivían los indios de la Guajira.
En el barrio del Carmen está la tumba de Melquiades, el gitano que trajo el hielo a Macondo. En la piedra hay una frase de Melquiades: todas las cosas están llenas de vida, hay que saber despertarlas. La tumba la levantó un holandés portentoso que se hizo llamar Tim Buendía. Abrió un alojamiento que se llamaba The Gipsy Residence, la Residencia Gitana. Pero tuvo que cerrarlo.
En las cercanías bajan muchos ríos de la Sierra Nevada de Santa Marta. Hay infinidad de puentes con armazones de hierro. Las extensiones de bananos recuerdan la época de la United Fruit Company. Pero hubo una huelga y el ejército mató a cientos de obreros.
Detrás de las vías del tren todavía siguen las casas de los gringos. Una de ellas es la del alcalde. Los gringos vivían aparte, cuidaban sus orquídeas y se balanceaban en las mecedoras. Las alambradas los separaban. Pero ahora se les ha colado Gabriel García Márquez.
En “El patio mágico” de Dilia Todaro tiene piedras grandes, como las que hay por todo el pueblo, “como huevos prehistóricos”. Y hay una foto enorme de Leo Matiz, el fotógrafo que prefería Frida Kahlo. Se llama “El pavo real del mar”, es un pescados con una red al aire que parece un pavo real cósmico. Matiz vivió en esa casa. Y hay una foto de Leo Matiz abrazando a Gabriel García Márquez.

ANTONIO COSTA GÓMEZ
FOTO: CONSUELO DE ARCO

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