JERICÓ, EL VÉRTIGO
JERICÓ, EL VÉRTIGO
Sí, da vértigo Jericó. No solo por el teleférico que sube al Monte de las Tentaciones, que se queda parado un rato en medio del trayecto y se bambolea. La verdad es que no aprecio mucho las cosas de esa manera. Prefiero estar en tierra firme a mitad del monte y acercarme a la escalera que sube al Monasterio Quarantul excavado en la roca y mirar las cuevas profundas excavadas en lo alto. Sí, parece mentira, ahí estuvo a punto de ceder Jesús tentado por el poder y la riqueza. Y tantos ceden a esos dos dioses ahora. Pero de todos modos los que usurparon su nombre se entregaron al poder y la riqueza durante siglos y siglos, y también al fanatismo y al miedo a la libertad. Si Jesús volviera, como dice Dostoyevski en “Los endemoniados” lo juzgarían por hereje.
También da vértigo el precio que ponen los palestinos, quince euros por un paseo de 15 minutos. Y que el taxista palestino me dijera que en Jericó antigua no había nada y pretendiera que me fuera enseguida para seguir ganando dinero. Habrá palestinos en campos de refugiados, pero algunos tienen grandes cochazos y muchos saben como ganarse el dinero.
Pero lo que da más vértigo son las ruinas de la antigua Jericó. Son mucho más antiguas que la Biblia, según los historiadores son una de las primeras culturas urbanas del mundo, se remontan a hace 12000 mil años. Probablemente sea la ciudad más antigua del mundo, donde se inventó el concepto de ciudad. Sus escaleras son las primeras escaleras, sus murallas son las primeras murallas. Solo falta imaginar la primera taberna, el primer antro de perdición.
Ahora es un lugar polvoriento, con restos escasos y diluidos, pero que marean con sus implicaciones. Uno se siente perdido en un vórtice de Historia y de memoria. Hay que pensar todo lo que dice cada grano de arena, todo lo que significa cada piedra tallada. Los arqueólogos no lo han reconstruido, no han hecho trampas. Nos han dejado las piedras tal cual y nos han dicho: date cuenta de todo esto.
Hay una escalera que es la primera escalera, la Idea de escalera. Parece muy fácil, pero había que inventarla. Y todo lo que significa una escalera, ascender a niveles superiores, descender a las profundidades. Encontrarse con otro en mitad de una escalera y contarse los miedos. Ahora la escalera baja a lo profundo, adonde llegan los rayos feroces del sol todavía. ¿Por qué levantaron la primera ciudad del mundo en ese desierto polvoriento?
Los socavones profundos indican el nivel antiguo de la ciudad. Millones de toneladas de arena se depositaron encima pero no consiguieron anularla. Jericó sigue ahí asomada para nosotros. Así quiero yo seguir afirmándome aunque me confundan todos los vientos del olvido. Y debajo de los socavones hay otros más hondos para sugerir los secretos de los primeros ciudadanos.
Unas plataformas se asoman a los abismos de la Historia y te dejan que navegues en la infinitud del recuerdo. Porque en el fondo todos nosotros estábamos ahí hace miles de años, hay algo de ellos que ha quedado en nosotros. Será el pecado original, o el entusiasmo original, o qué sé yo.
Y en lo hondo está la primera torre, fíjense, la primera torre. La primera defensa de una muralla que separaba el interior del exterior. Todavía le llegan los rayos del sol feroces, pero ellos sabían construir una sombra. Sabían que en cierto modo la vida es construirse una sombra donde guardar los sueños. Unas murallas que los profetas echaron abajo con sus trompetas, vete a saber si valía la pena. No sé si las trompetas eran el entusiasmo de un futuro o eran el ruido y la furia.
Y en lo alto está el monte donde tentaron a Jesús. Le enseñaron todas las riquezas de la tierra y le dijeron: solo tienes que renunciar a tu sueño. Jesús prefirió el sueño pero los sucesores escogieron la riqueza.
ANTONIO COSTA GÓMEZ
FOTO: CONSUELO DE ARCO