La vida y nada más, de Antonio Méndez Esparza
No todo el talento cinematográfico se disuelve en la industria norteamericana como un azucarillo en una taza de café. El caso del español Antonio Méndez Esparza es buen paradigma de ello. El cineasta madrileño que nos había ofrecido el galardonado film Aquí y allá ambientado también en una realidad ajena, la de México, sigue su andadura camaleónica para contarnos un drama intimista dentro de la comunidad negra de Florida, y lo hace con un conocimiento tal que parece que haya vivido toda su vida en Estados Unidos (él lleva una década).
La vida y nada más es una espléndida película española rodada en EEUU con equipo y actores yanquis, y uno juraría estar viendo una crónica social salida del ojo del director de la espléndida Moonlight o una de las mejores películas de Spike Lee. El tema no es nuevo porque no se atisba solución: la discriminación social que sufren los afroamericanos en el supuesto país de las oportunidades. Una madre coraje soltera llamada Regina (Regina Williams) intenta tirar de un hogar desestructurado con su hijo de 14 años Andrew (Andrew Bleechington), un adolescente conflictivo y un tanto autista, y una cría de 3, Ry’nesia (Ry’nesia Chambers), su hija en la vida real. El padre cumple condena. Su trabajo es una mierda y no le alcanza para pagar las facturas. Un novio que le sale, Robert (Robert Williams) no se acaba de implicar en su problemática, no congenia con su hijo y además la deja embarazada. Y la guinda es que a su hijo lo detienen por una chorrada y va un correccional.
Película naturalista y actores afroamericanos en estado de gracia como Regina Williams, mujer voluble y llena de vida que pasa del llanto a la rabia, y de ésta a la risa contagiosa, lo que se conoce como un animal cinematográfico, y Andrew Bleechington, en el papel de ese hijo mayor obligado a adoptar el papel del padre ausente, un elenco de actores no profesionales que quizá no estén interpretando ningún papel sino representando la vida, la suya, y nada más, ante el ojo del director en una película que tiene mucho de documental dramatizado. Soberbio y conmovedor drama social esta La vida y nada más armado con pulso certero y pivotando sobre unos personajes muy comunes dotados de una inmensa humanidad con los que el espectador empatiza en todas y cada una de las vicisitudes que la vida les pone en su camino en un país que lidera las desigualdades sociales y se vende como el paraíso de las oportunidades. Si naces negro, pobre y en una familia desestructurada, el futuro es como el color de tu piel.
Un aplauso cerrado a Antonio Méndez Esparza, un director español que no dirige películas de casas encantadas, pese a estar en EEUU, y conoce extraordinariamente bien su problemática social porque vive en Tallahassee, Florida, en donde es profesor de su escuela de cine: Yo ahora vivo en una pequeña localidad de Florida, y la primera vez que entré en unos almacenes Walmart fue un ‘shock’. Descubrí una América muy depauperada, hecha de gente que se mata a trabajar pero aun así sufre unas necesidades increíbles. Esa es la realidad que quise retratar, a través de la historia de una madre soltera. No he querido hacer un alegato racial.
Con Aquí y allá, su primera película rodada en 2012, obtuvo el premio al mejor film en la Semana de la Crítica del Festival de Cannes. Incomprensiblemente, y con un gran esfuerzo y gracias a una beca, ha tardado cinco años en rodar esta segunda gran película que habría merecido haber ganado la última edición del Festival de Cine de San Sebastián, pero los jurados son gente extraña. Esperemos que al director madrileño le lluevan más oportunidades y no se demore un lustro para regalarnos con otra nueva demostración de su inmensa valía cinematográfica.