La cordillera, de Santiago Mitre
La cordillera es una pequeña trampa argentina dirigida por Santiago Mitre (El estudiante, Paulina) para lucimiento de Ricardo Darín, un actor que hay que disfrutar a pequeñas dosis porque es muy dado a la sobreactuación. Una película débil porque toda ella está al servicio del astro argentino omnipresente en todos y cada uno de los fotogramas.
El presidente de Argentina, que se llama Hernán Blanco (Ricardo Darín) acude a una cumbre de presidentes latinoamericanos que se celebra en los Andes chilenos para fundar una organización de países latinos exportadores de petróleo liderada por Brasil. Intrigas políticas (la pérfida Estados Unidos a través de un funcionario oscuro interpretado por Christian Slater quiere meter la cuchara y conspirar) y el citado Blanco haciendo encaje de bolillos para estar a bien con el todopoderoso amigo americano, aunque finja estar en contra, es la materia de este elemental thriller político muy esquemático y escasamente creíble, y esto último es su principal handicap.
En medio de todo ese barullo poco creíble el presidente argentino deberá enfrentarse al desequilibrio mental de su hija, que lo tacha de asesino, y al grave accidente que sospechosamente sufre su yerno, marginado de su entorno, un personaje molesto del que no sabemos exactamente qué ha pasado con él: el elemento turbio y negro que se introduce con calzador en esta subtrama.
Santiago Mitre (Buenos Aires, 1988) hace esfuerzos por aunar lo privado (el drama familiar) y lo público (la gran política) en un film bastante plano, y, eso es lo peor, con personajes esquemáticos que uno no se cree en ningún instante. Ah, y no sé sabe qué pinta en este guiso una hierática Elena Anaya interpretando a la periodista Klein que hace una entrevista de nota al presidente Hernán Blanco preguntándole sobre el mal. A destacar la banda sonora de Alberto Iglesias.