Colossal, de Nacho Vigalondo
Empiezo a creer que me hago mayor cuando ya no conecto, ni ganas, con cierto cine que se hace. Leo algunas cosas sobre esta película que me alucinan, y cito literalmente: “La obra maestra de Nacho Vigalondo”. Creo que el director cántabro, que es un tipo inteligente, y ahí está como muestra un botón haber sacado buena pasta para este proyecto, se debe de estar carcajeando de lo que dicen sobre él, porque sentido del humor no le falta. Lo que leo de Colossal me lleva a la conclusión de que quizá me equivoqué de cine, tenía el día tonto cuando la vi o estoy fura de onda. Me inclino por esto último.
Vi la película el año pasado cuando la proyectaron en la Sección Oficial del Festival de San Sebastián. Quizá fueron los efectos de ese Bloody Mary que me tomé previamente, pero juraría que sustituyeron el vodka por buenas dosis de tabasco que es más barato. Me extrañó ver una película más en el certamen encuadrada en el subgénero de gigantes en la Sección Oficial de un festival tan serio. ¿Quién habrá en el comité seleccionador aquejado por gigantismo?, me pregunté.
Colossal, en su mismo título, ya encierra el engaño. O eso espero por la buena salud del compatriota Nacho Vigalondo. Colosal tomadura de pelo o broma cara sin gracia. Me imagino al director español entre birras apostando con sus amigotes. ¿Qué te juegas que les cuelo a las majors semejante idea y encima ponen en eso una pasta que te cagas? Pues eso. Otra película que se equivocó de festival.
Nacho Vigalondo (Cabezón de la Sal, 1977) se acerca al subgénero kaiju eigas que causa tanto furor a los nipones como indiferencia absoluta al que esto escribe. Colossal va de gigantes buenos y malos, niños enfrentados por sus respectivos juguetes, y adultos que descubren que son capaces de hacer mover esos monstruos a distancia en Seúl. Pisando fuerte en un parterre de Canadá se ahorran un montón de efectos especiales y abaratan la producción, la hacen low cost. A cada pisotón dado por los dos humanos, niños enfrentados en la escuela por sus juguetes, los monstruos gigantescos hacen lo mismo en Seúl y arrasan calles, edificios y hormigas humanas. Podría ser en Pyong Pyang, para desbarrar un poco más, y sacar al tipo del tupé que merece un subgénero él solo. Godzila cruzado con Goonies, melodías y subrayados del peor Spielberg que quizá formen parte de una descomunal broma. Demencial: el dinero invertido y el tiempo. El cine/palomitas hace estragos y directores españoles se suben con entusiasmo a él. Hay un montón de jóvenes talentos españoles (y ahí incluyo a José Antonio Bayona) que lo están perdiendo al otro lado del charco pero quizá les compensa hacer películas absolutamente olvidables si quieren vivir de hacer cine, porque España les niega la oportunidad.
La protagonista de Colossal es una gigantesca Anne Hathaway que le da a la birra y eso provoca que su novio rompa con ella. Lectura feminista, leo en otra de esas reseñas que se están publicando sobre la película. Glups. Me quedo a leer todos los títulos de crédito por si hay guionista. No lo veo y estoy muy atento. Pero no me hagan mucho caso porque seguramente lo que me pasa es que estoy fuera de onda.