Manchester frente al mar, de Kenneth Lonergan
Manchester, que no está en el Reino Unido, del mismo modo que París está en Texas, es el microcosmos marino en donde se desarrolla ese melodrama que acumula seis candidaturas a los Óscar de Hollywood. La película de Kenneth Lonergan (Nueva York, 1962) fue presentada con éxito en el Festival de Sundance. Drama familiar en toda regla entre un tío y su sobrino, que acaba de perder a su padre y del que debe hacerse cargo. El tío, el fontanero Lee Chandler (un Casey Affleck monocorde que habla entre susurros), que arregla cañerías y se lía a puñetazos cuando alguien le roza el hombro en un bar, es un tipo con una herida incurable porque le pasa lo peor que le puede pasar a un padre. No se rehace porque de ese agujero no se sale jamás y lo condena a uno a una infelicidad perpetua. Quizá Patrick Chandler (Lucas Hedges), el adolescente hijo de su hermano muerto, consiga sacarle del hoyo y hasta puede que se complementen.
Kenneth Lonergan, que tiene una larga experiencia como director (Margaret, La familia Savage, Puedes contar conmigo) y guionista, construye un correcto melodrama, en algun de sus tramos emotivo, pero largo en exceso. Manchester frente al mar concurrió´ en la Sección oficial por Estados Unidos en el último festival de Gijón, un pequeño gran evento cinematográfico, y Casey Affleck se llevó el merecido premio a la mejor interpretación masculina. Correcta este Manchester frente al mar porque arriesga poco a nivel formal, más bien nada, y argumental, aunque al menos no se dan esas sonrisas y lágrimas típicas y tópicas de los melodramas (La fuerza del cariño) norteamericanos: aquí pocas sonrisas, ninguna, y escasas lágrimas (el dolor lamina por dentro). Curiosamente lo que más me gusta de Manchester frente al mar es esa interpretación monocorde de Casey Affleck, sus susurros, sus miradas idas, su irascibilidad que busca que alguien le golpee hasta la muerte, aunque él ya esté muerto. Hombre muerto anda.
Tío y sobrino acaban saliendo a pescar en el viejo barco de su padre, como en los buenos tiempos, y compran un nuevo motor con la venta de la colección de armas del difunto Joe Chandler (Kyle Chandler), a quien vemos de cuerpo presente y en flash backs. Final abierto y feliz para una historia que no puede tenerlo porque el protagonista es un muerto (el sobrino se queja de que no le dé conversación a la madre de una de sus novias, para beneficiársela tranquilamente en el piso de arriba).
Una buena secuencia para la retina: la madre Randi (Michelle Williams) de los hijos que tuvo el fontanero Lee Chandler, que acaba de tener un bebé con otra pareja y ha rehecho su vida, le pide, entre lágrimas, que perdone todas las palabras que soltó por su boca cuando la felicidad de la familia ardió literalmente entre las llamas. Allí el protagonista se resquebraja y la película vuela alto.