Marga Clark regresa con el compendio de toda su obra fotográfica Cosmogonía: más allá de la simple apariencia de la cosas
“Fue en la oscuridad del laboratorio donde empecé a ver por primera vez”. Es la confesión de la fotógrafa Marga Clark que tras varios años volcada en su actividad poética y literaria regresa al universo psicológico de la mirada a través de su cámara de fotos y su exposición Cosmogonía que recorre sus cuatro décadas de trabajo.
La escritora y artista fotógrafa madrileña confiesa que su trabajo es una manera de cuestionarse a sí misma y una excusa para adentrarse más en todo lo que la rodea. Con esta premisa, Cosmogonía propone adentrarse en su universo a través de las tres épocas que marcaron su carrera.
La primera, Movimiento Estático (1976-1985), comienza con un cambio fundamental en la vida de Clark cuando a mediados de los años 60 le conceden la Beca Margaret Cage que la lleva a realizar estudios universitarios en Nueva York en instituciones como Bennet College, el Hunter College o el Centro Internacional de Fotografía.
En los años 70 ya es la fotógrafa oficial de la Oficina Española de Turismo en la Gran Manzana. Pero detrás de los retratos de las personalidades que inmortaliza en aquellos años, y tras haber estudiado con el gran maestro del retrato, Philippe Halsman, Clark busca la excusa para adentrarse en todo lo que le rodea y surgen una serie de obras que nos trasladan a una “dualidad realidad-fantasía, consciente e inconsciente” como escribiría Juan Cruz en El País.
Estas fotografías de Marga Clark enfrentan al objeto consigo mismo a través de la magia del movimiento. No le interesa lo estático sino el movimiento que se produce al yuxtaponer el objeto consigo mismo. Busca ese momento “único y permanente que desafía a lo instantáneo”. Le interesa esa relación principio/fin.
Escribe Román Gubern en el prólogo del libro Movimiento Estático: “Mediante el montaje, o yuxtaposición seriada de encuadres, los espacios representados se construyen, se destruyen y se transforman, como en una mirada caleidoscópica”.
Esta etapa concluye con el primer gran reconocimiento a la artista cuando en 1985 el MOMA de Nueva York adquiere varios ejemplares de su primer libro de fotografías: Static Movement-Movimiento Estático.
Transformaciones (1985-1988) es la segunda época de la artista madrileña con imágenes, como las que describió Rafael Canogar en el prólogo del catálogo de la exposición en la galería Juana Mordó, en 1988, que son “el alfabeto con el que Marga nos da un determinado texto para comunicarnos conceptos y reflexiones sobre lo intemporal y lo sublime”. Un lenguaje que se configura en trípticos de imágenes que van del color al blanco y negro y que aspiran a la perpetuidad mediante la combinación de formas y texturas que confluyen en la abstracción que indulta a lo condenado al olvido.
Marga Clark nos invita a “querer detener el tiempo en nuestras manos para sentirnos un poco más eternos”. Nos muestra con su abecedario en Transformaciones un lenguaje que evocó paulatinamente palabras. Fue la época en la que la artista fotógrafa empezaba a explorar su otro universo: la poesía. Ella misma nos asegura que la poesía es el origen de toda su creación. Su poemario, El olor de tu nombre ganó, el premio Villa de Madrid de poesía en 2008.
Instantáneas del alma (1988-2016) es su tercera, más prolífica, lírica y profunda etapa. Todo el camino vital y artístico de Marga Clark goza de un recorrido lúcido y coherente. Si en Transformaciones rescataba del olvido algunos objetos, en este periodo el pensamiento es aún más existencial y materializa la pugna entre la vida y la muerte.
Daniel Canogar explica que la artista “rescata lo que está a punto de sumirse en el olvido, para poder de esta forma meditar sobre la transitoriedad de nuestra existencia”. Clark crea un templo donde las imágenes nos guían al interior de su alma donde las memorias que encierran son también las nuestras.
El escritor Valentí Gómez-Oliver escribe en el catálogo de la exposición que la obra de Marga Clark es de carácter «trascendente» y que en las últimas décadas de su obra se ha lanzado por el intrincado camino que la llevará a captar la «invisibilidad de lo visible».
Las obras de Instantáneas del alma son, en algunos casos, imágenes de seres abandonados, jardines nostálgicos que nos muestran una realidad oculta que separa el espíritu de la materia, el “no lugar” que habita la memoria donde conectar con los seres queridos. El comienzo de esta obra se origina con el Portfolio: De Profundis, en 1989 y gracias a la beca que obtuvo de la Academia Española en Roma en 1994, pudo investigar más a fondo sobre su obra.
Esa conexión que empieza en la imagen y nos lleva a la poesía, o viceversa, se refleja en la obra de Clark con versos que acompañan a las obras. Versos como:
Te escucho porque no hablas.
Te busco porque no existes.
Te encuentro porque no eres.
Marga Clark llama a estas imágenes “reveladoras” porque contienen en su interior la palabra poética y confiesa que su objetivo es crear “un espacio infinito de lenta contemplación”.
Esta exposición que permanecerá abierta al público los próximos meses nos muestra además otras composiciones de la artista como las Cajas poéticas, Cajas Áureas, Poemas Áureos o Poemas traslúcidos, entre otras propuestas que configuran estas cuatro décadas de una biografía artística que se antoja indispensable en el arte contemporáneo.