Migas de pan, de Manane Rodríguez
Migas de pan fue a competición en el reciente festival de Gijón y ha sido seleccionada por Uruguay a los Óscar y a los Globos de Oro. Cine denuncia sobre la represión de la última dictadura uruguaya contra los grupos opositores y que se ensañó, muy especialmente en las mujeres, precisamente por su condición femenina ese fascismo machista formado en la tristemente célebre Escuela de las Américas, la valiosa aportación de la política norteamericana a la democracia en Latinoamérica.
Como otras muchas dictaduras criminales del Cono Sur, auspiciadas por los gobiernos de Estados Unidos, los milicos uruguayos trataron de aniquilar al enemigo despojándole de su dignidad, antes de la vida. Con las mujeres, además de las dolorosas torturas físicas (la universal picana que tanto sirvió para Uruguay, Argentina o Chile), intentaron degradarlas con la violación sistemática.
Liliana Pereira (Cecilia Roth) es una afamada fotógrafa uruguaya que decide, junto a sus compañeras, denunciar a los militares que las torturaron y vejaron y que ocupan altos cargos de responsabilidad en la cúpula militar. A ella, además, la castigaron con el alejamiento de su hijo Diego, del que perdió su patria potestad.
La bienintencionada película de Manane Rodríguez (Retrato de mujer con hombre al fondo, Los pasos perdidos, Un cuento para Olivia), directora uruguaya afincada en Galicia, es muy larga, y se hace muy larga con sus 109 minutos; contiene un prolijo flashback, no muy bien resuelto, que narra la detención y tortura de la protagonista, interpretada por la joven Justina Bustos, que casi se convierte en otro largometraje; y pasa por alto el sustrato ideológico de esos jóvenes idealistas que acabaron muchos de ellos bajo tierra mientras uno de los suyos llegó a ser uno de los presidentes más honrados, sabios y modélicos del país y del mundo, un valioso referente de la integridad de izquierdas: Mújica. ´
Le falta gancho a Migas de pan, que consume buena parte de sus minutos en una boda inicial que podría abreviarse, escenas de tortura reiterativas y rutinas carcelarias, cuando las revolucionarias son encarceladas, y adolece de una pobreza en la planificación.
El cine de denuncia no solo se hace con buenas intenciones. Manane Rodríguez pone el foco sobre los represores, pero pasa de puntillas sobre el sustrato ideológico revolucionario de esos luchadores que se enfrentaron, en muchos casos a muerte, con los militares que secuestraron la voluntad de sus pueblos. Migas de pan está en las antípodas, por ejemplo, del Costa Gavras de Estado de sitio, por poner un ejemplo de alguien que sí trato con brío la temática de la lucha clandestina revolucionaria en el Uruguay del último tercio del pasado siglo.