Dios no es amor
Ilustración: Freepik
por Leo Castillo
Amor es lo que no hay. Dar, darse, no lo es en absoluto, lo es condicionalmente. Cuando a alguien de aspecto amenazador o inmundo doy una moneda, compro su retirada inmediata de mi vista. Este dar, stricto sensu, no es dar, es comprar. Igual sucede con la generosidad promulgada, la acción a través de Fundaciones, de Damas Rosadas y demás dispositivos de captar perdón, simpatía, fans. La generosa cruzada no es gasto ni siquiera, es inversión apenas. Dios no es amor. El amor es Dios en boca de quien lo pronuncia, si lo hay. De no ser ello cierto, Krishnamurti me habrá mentido diciendo “amor, esa palabra que tendría que ser desinfectada.” Amor es palabra común que quiere designar una condición inusual, no es lo que designa. Es lo que no designa y lo que designa es apego por afinidad, recompensa, gratitud, liberalidad, deseo. Amor nadie sabe decirlo. Nadie ama a su amante, ama su amar, que a su vez es amar este amar. El verbo, no el sustantivo. Así, es imposible hacer el amor. El amor sucede como el universo. El amor no se da, no es objeto, ni substancia. El amor no se demuestra, no es una conducta. No se peca al matar, robar, envidiar. Estas acciones son instintivas, deberes de la conservación del individuo, axis de la especie. No es amor parir, amamantar, criar, proteger. Deberes, que no excluyen trabajo ni recompensa. Amor es polo opuesto del caos, de donde se sigue, si Deus sive natura, que Dios no es amor. El amor no se define felicidad más que desdicha, ni salvación que perdición. El amor no tiene sinónimo en la lengua de los ángeles ni de los hombres