Terence Davies huye del mundanal ruido
Las buenas expectativas hacia Sunset Song, de Terence Davies (Liverpool, 1945), se mantienen en las dos terceras partes del film y se desvanecen en la última, como si el corredor hubiera agotado su talento al divisar la meta. El director de Voces distantes, El largo día acaba, La biblia de neón, La casa de la alegría y The Deep Blue Sea plantea un film de belleza apabullante que entra en barrena por un guion fallido.
El director británico acierta con el tono, el ritmo y la fotografía en ese drama rural ambientado en Escocia hacia 1900, antes de la gran guerra, y sigue la novela del escritor escocés Lewis Grassic Gibbon. Crudo retrato de la vida en el campo, el microcosmo aldeano de Kimraddie, y de la institución patriarcal de la sociedad. Peter Mullan, ese extraordinario actor, y, ocasionalmente director brillante, encarna a un padre odioso y brutal que azota con saña a su hijo. Hasta que él permanece en la película, imponiendo su brutal tiranía de padre padrone en su núcleo familiar (Eres mi sangre y puedo hacer lo que quiera, es su leit motiv), la película funciona, quizá por el magnetismo personal de ese animal cinematográfico. Agynes Deyn, una actriz esbelta y de belleza melancólica, es su atribulada hija Chris, maestra frustrada que acaba siendo campesina, que mantiene una relación de complicidad con su hermano atormentado.
La fotografía, luminosa, bella, ilustra un relato bucólico pero con aristas duras. Podría pensarse, en algún momento, aunque la época no coincida, en Lejos del mundanal ruido de John Schlesinger o en Tess de Roman Polanski; incluso, por la forma de captar la belleza de los trigales ondulados por el viento, en la poética de Terrence Malick, pero todo se tuerce en cuanto entra en escena Ewan (Kevin Guthrie), el joven que acaba casándose con Chris, y empeora cuando éste es llamado a filas para combatir en las trincheras de la Primera Guerra Mundial. Ahí, y es una lástima, porque es la parte teóricamente más dramática, la historia se hunde y la que podría ser una de las películas más hermosas del cine británico se pierde por culpa de la relación tan burda como incomprensible que se establece entre marido y mujer. Pero Sunset Song es una buena película si se cierran los ojos y los oídos en sus últimos cuarenta y cinco minutos.