Realismo insoportable made in Corea
La coreana Niebla es una cinta de violencia muy explícita, de esas que hieren y difícilmente aguanta el espectador con los ojos abiertos (Kenatay de Brillante Mendoza y La zona gris de Tim Blake Nelson serían dos de esas películas cuya dureza visual y temática remueven al espectador en su butaca que me vienen a la cabeza a bote pronto), como necesaria, necesaria porque seguramente lo que relata ha pasado, pasa y pasará, por desgracia. El Mediterráneo, la fosa común marina que separa el primero del tercer mundo, está lleno de cadáveres como los que se lanzan, despiezados, por la borda en Niebla. Los mares de todo el mundo ocultan, en su inmensidad, historias terroríficas como las que se narran en esta película coreana.
Niebla (no hay posibilidad de otro título, esa niebla omnipresente configura un escenario claustrofóbico y agobiante) es una muy buena película que mantiene una tensión creciente y en donde la sangre está justificada, no se puede obviar para paliar el horror de lo que se cuenta, es necesaria mostrarla para revolver. Por la crisis, que nos golpea a todos a lo largo y ancho de este mundo, un capitán ve peligrar el futuro de su pequeño y viejo barco de pesca; pero hay otros negocios más lucrativos que la obsoleta pesca de arrastre. Con el objeto de salvar el barco y el futuro de su tripulación, acepta transportar inmigrantes chinos que debe recoger en alta mar. Cuando tenga que ocultar la carga humana en las bodegas del barco empiezan los problemas y las tensiones y se impone una lógica terrorífica.
Shim Sung Bo construye esta tensa película y narra muy bien el proceso por el que unos pacíficos marineros, en un momento dado, se convierten en feroces carniceros en lucha con sus estómagos y sus andamiajes morales. Niebla habla de la bestia que llevamos todos dentro y aflora en situaciones extremas, de lo que personas normales son capaces de hacer. En medio de esa travesía infernal, esa pesadilla gore en un espacio abierto, el mar, que, sin embargo, se convierte en claustrofóbico, tiene lugar una historia de amor que convierte al más joven de la tripulación en héroe que se redime ante la barbarie de sus compañeros de tripulación.
Hay buenos efectos especiales en la película, violencia efectiva, porque es realista, una excelente fotografía y perfecto dibujo de los personajes que sufren esa travesía moral en alta mar que los transforma y embrutece. Esta terrorífica película coreana, en la que Shim Sung Bo domina de forma magistral el crescendo hacia un final difícilmente soportable, es una denuncia valiente de esa lacra social a la que ya nos hemos acostumbrado: la trata de personas.
El hombre como negocio y lastre que se puede arrojar por la borda porque quienes surcan esos mares de muerte no son nadie, han perdido hasta su identidad