La evolución humana es más un intrincado delta que un árbol ramificado

delta-rioThe Lena River Delta in Siberia/LandSat NASA

 


Hasta hace poco, los antropólogos sacaban el árbol genealógico humano de la misma manera que mi hijo de 10 años de edad resuelve un laberinto. Encuentra mucho más fácil trabajar desde el final hasta el principio, porque hacerlo desde el principio conduce a callejones sin salida con monotonía deprimente. Tan sólo de esta manera, una vez que los científicos trazaron nuestro propio linaje desde el presente hacia el pasado, se van moviendo hacia atrás a través de una maraña de parentelas fósiles, cada uno posado sobre su propia rama especial hacia la extinción.

 

Este enfoque produjo la imagen, ahora omnipresente, del árbol genealógico humano, con el Homo sapiens, y su única familia de homínidos, sentado solo, aparentemente inevitable, en la parte superior. Es una poderosa metáfora, salvo que resulte estar profundamente equivocada. Donde una vez veíamos cada una de las rama de forma aislada, las pruebas de ADN revelan ahora una red de conexiones. A partir de un origen africano, hace más de 1,8 millones de años, los ancestros humanos fluyeron en diferentes poblaciones, siguiendo caminos separados durante cientos de miles de años, y aún así se unieron para mezclar sus genes.

La recuperación del ADN antiguo de antiguos homínidos, en primer lugar por el grupo de investigación de Svante Pääbo del Instituto Max Planck en Leipzig, y más tarde por otros, empezó a dar pistas de poblaciones desconocidas. Los Neandertales proporcionan una prueba de principio, que muestra la recuperación de pruebas de todo el genoma a partir de fragmentos pequeños.

El primer genoma de alta cobertura proporcionó una gran sorpresa: un pequeño trozo de hueso de un dedo en la Cueva Denisova, al sur de Siberia, nos mostró una población desconocida (ahora llamadosl ‘Denisovanos’) que eran muy diferentes de la gente que vivieron desde los neandertales. Ellos representan alrededor del 5 por ciento de los ancestros de los aborígenes australianos, y una pequeña fracción de más de mil millones de personas en toda Asia y el Nuevo Mundo.

Una vez que los genetistas sabían qué buscar, comenzaron a documentar más estos linajes de los restos dispersos de sus genes en las gentes de ahora, incluso sin el ADN de antiguos huesos. Los genetistas comenzaron a llamarlas ‘poblaciones fantasma’, y rápidamente se puso de manifiesto que muchos africanos, también llevaban un legado de las poblaciones desconocidas.

Incluso los genomas antiguos tenían fantasmas dentro de ellos. El genoma Denisovan llevaba las huellas de esta antigua mezcla, no sólo de los neandertales, sino de otro grupo aún más divergente, algunos especulan que podría haber sido del Homo erectus. Por todas partes los genetistas ven poblaciones muy diferentes de las personas que ahora viven, mezclados entre sí en pequeñas fracciones. No es ningún árbol evolutivo. Nuestra historia evolutiva es como una corriente entrelazada.

 

¿Cómo pudo la ciencia haber pasado esto por alto?

Los antropólogos pasaron 100 años en busca de signos de rasgos neandertales en la gente posterior, estudiando en los viejos huesos esos pequeños detalles. Había señales débiles, especialmente en los primeros europeos que vivieron hace más de 25.000 años, justo después de los neandertales, pero en realidad la anatomía ósea es un mal reflejo de la mezcla poblacional, incluso entre las personas que viven. Muchos trabajaron para poner a prueba la hipótesis de que los esqueletos fósiles tenían una pequeña fracción de ascendencia neandertal, pero estos esfuerzos han bloqueado el campo de debate.

En la década de 1970, los genetistas se dieron cuenta de que los seres humanos han sido sorprendentemente endogámicos dada una especie tan expandida por todo el mundo. Otros grandes simios (chimpancés, gorilas y orangutanes) tienen muchas más variaciones, tantas que los primatólogos de hoy reconocen dos especies de orangutanes, y hasta cuatro especies de chimpancés y gorilas. Estos simios tienen historias profundas, con poblaciones separadas por cientos de miles de años. Por el contrario, los seres humanos de todo el mundo se ven como refugiados de una sola pequeña parte de África. Algunos científicos se han preguntado si alguna erupción volcánica masiva pudo habernos diezmado.

Pero una secuenciación más profunda de los genes y unas más amplias muestras de personas cambiaron la imagen. Nuestra población no se originó en una catástrofe. Cuando los neandertales, denisovanos y los linajes fantasmas, tanto dentro como fuera de África, caminaban por la Tierra, sus poblaciones eran bastante endogámicas, pero colectivamente fueron diversas, más que gorilas o chimpancés y más que los humanos de hoy en día. A través de los últimos 200.000 años, estas corrientes separadas fueron engullidas por el incremento de una rama africana de la humanidad. Los humanos se extendieron por el mundo como el amplio delta de un río, portando distintas y ligeras fracciones de estas corrientes antiguas.

Todavía no sabemos lo que desencadenó el éxito de estos antiguos africanos. Pero podemos ver algunas formas en las que se beneficiaron de la mezcla con las poblaciones distantes. A medida que se iban mezclando, recogían las primeras e innovadoras soluciones biológicas de las poblaciones distantes y probándolas sobre la marcha. Ya vimos que los genes Neanderthal o Denisovano contribuyen a la inmunidad, al metabolismo y la expresión de proteínas del pelo y la piel. Un gen derivado de los denisovanos ayudó a la gente a adaptarse al entorno bajo en oxígeno de la meseta tibetana.

Apenas el mes pasado, dos nuevos estudios encontraron evidencias de más genes neandertales y denisovanos activos en el sistema inmunológico humano. ¿Qué le debemos de nuestras alergias a los hombres de las cavernas, según algunos titulares de la prensa han afirmado? Probablemente no. Pero la vida fuera de los trópicos supone singulares desafíos, incluyendo un déficit de producción de la vitamina D, ahora se sabe que afecta fuertemente a la inmunidad. Cuando los africanos se encontraron con estas poblaciones, los nuevos trucos inmunes podrían haber sido valiosos, concretamente aquellos frente a los parásitos locales. Un talento para adaptarse rápidamente a los nuevos agentes patógenos y parásitos podrían incluso explicar el crecimiento inicial de nuestros antepasados dentro de África, donde habrían encontrado una diversidad de patógenos más alta que en cualquier otro lugar en tiempos arcaicos humanos.

La trenzada corriente de la evolución humana coincide con lo que estamos viendo en otros mamíferos. A medida que los genetistas han muestreado más y más poblaciones de animales salvajes, se van encontrando con lo que se conoce en nuestras plantas y animales domesticadas desde hace mucho tiempo: la hibridación y la introgresión de genes entre especies y poblaciones distantes es algo universal en el mundo natural.

 

hominidos mezclados

 

Los coyotes del este, ahora forman un espectro de poblaciones con una alta parte de lobo y ascendencia de perro doméstico. Los ánades reales europeos, introducidos por los cazadores en Nueva Zelanda, hibridaron rápidamente con los patos marrones indígenas, y ahora se cruzan abiertamente entre ellos. Desde hace mucho la gente cruza al cebú de la India con el ganado taurino, creando razas áridas tolerantes que ahora se extienden a través de la mayor parte de África. Lo que más ha cambiado es nuestra capacidad de ver esas pequeñas fracciones de mezcla a través de todo el genoma. Sólo en los últimos años, los científicos han demostrado que los osos pardos, del sur y América del Norte, portaban genes de los osos polares, un legado de la antigua mezcla de población. Los homínidos no son excepcionales; nuestra mezcla es la forma en que los mamíferos evolucionan extendiéndose.

Si esto es cierto, deberíamos realmente llamar a estas poblaciones diferentes «especies»? Después de todo, la mayoría de nosotros aprendimos que las especies se definen por su capacidad de cruzarse. Para las antiguas poblaciones conocidas, precisamente, por ser humanos, parece equivocado un término que lleve a la gente a asumir que no podían cruzarse.

Pero los antropólogos están empezando a hacer frente a esta cuestión de cómo definimos las especies de antiguo ADN. Ante la evidencia de una profunda historia genética con neandertales, denisovanos y poblaciones fantasma en África, los biólogos conservacionistas no dudarían en clasificarlos como especie, tal y como se reconocen ahora varias especies de gorilas. Antes de que podamos resolver esto, puede ser que necesitemos descubrir más acerca de la anatomía y el comportamiento de estos pueblos antiguos y las consecuencias de sus diferencias genéticas e históricas.

Lo que más me inspira sobre esta entrelazada corriente de nuestros orígenes es lo que implica sobre futuros descubrimientos. El rastreo de linajes fantasma ya nos sitúa en un pasado de 400.000 años en el registro actual de ADN antiguo de homínidos. A través de los 7 millones de años o más de evolución de los homínidos, que debieron haber sido decenas de poblaciones de larga duración, a veces mezcladas y que pudieron compartir las demás adaptaciones. Igual que en el caso de los homínidos denisovanos, podríamos incluso tener pequeños rastros fósiles de estos antiguos grupos que aún no podemos reconocer. Muchos más están ahí fuera, esperando a los antropólogos para desenterrarlos.

Seguimos buscando.

 


Publicado por: Pedro Donaire en Bitnavegantes
Referencia: AEON.co .
“Human evolution is more a muddy delta than a branching tree”
por John Hawks, 8 de febrero 2016
-Imagen: The Lena River Delta in Siberia/LandSat NASA
– Imagen: Homínidos mezclados. flickr.com / Jaroslav A. Polák
– Imagen: Evolución humana. Wikipedia.
-Autor: John Hawks es profesor de antropología en la Universidad de Wisconsin-Madison.

 

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