“Creo que en nuestra época ocurriría como en el siglo XVI: Teresa de Jesús sería admirada, venerada y seguida por algunos. Y odiada, envidiada y calumniada por otros. ¡Al fin y al cabo, han pasado cinco siglos, pero no ha evolucionado tanto la naturaleza humana!”
Helena, ¿por qué elegiste la figura de Santa Teresa para escribir su biografía?
Primero me atrajo como escritora, pues es la primera mujer que firma sus escritos y se impone como autora. Y su obra es de una belleza sobrecogedora.
Más tarde me atrapó su carácter. Su fortaleza inmensa a pesar de sus enfermedades, su arrojo, su voluntad, su inteligencia. Y me conmovió lo desoladoramente aislada que debía de sentirse, siendo mujer y débil, luchando sin fuerzas físicas en un mundo de hombres lleno de prejuicios. Y quise descubrir a esa mujer fuerte pero débil, enferma y tan sola, la mujer de carne y hueso, que ha quedado sepultada por cinco siglos de historia y de leyenda sobre su persona.
Por favor, explícanos para todos los que no sabemos o comprendemos, por qué Teresa es considerada como mística, ¿qué hechos le valieron ese apelativo?
La palabra “mística” puede tener varias acepciones, pero en el caso de Santa Teresa es clara: ella lo es porque llega a unirse con la divinidad, y en toda su extensa obra nos cuenta de distintas maneras esa unión.
¿En qué consiste el misticismo?
El término tiene diferentes significados, parecidos pero no idénticos. En el caso de Santa Teresa, su misticismo consiste en la unión con Dios. Tras fases de preparación, ascéticas, purgativas, el alma llega a una suerte de matrimonio espiritual. En su libro Las moradas del castillo interior, la santa nos cuenta cómo se produce, cuáles son las etapas: “El alma es como un hermoso castillo todo de diamante o de muy claro cristal, cuya puerta se abre mediante la oración”. Una vez dentro del castillo, debemos atravesar siete estancias. En la última, la más profunda, la que se encuentra escondida en lo más hondo de ese castillo, que es nuestra alma, nos espera Dios. Y cuando llegamos a Él, nos colma de esa felicidad inefable de la unión que cantan los místicos de todo el mundo y de todos los tiempos.
Sin embargo, tú la retratas como una mujer profundamente humana hasta en su lecho de muerte, vanidosa, altiva, arrogante, exigente…
¡Lo uno no quita necesariamente lo otro! Tenía mucha fuerza interior, mucha voluntad, y la profunda convicción de que estaba sirviendo los designios de Dios. Sin esa fuerza y ese carácter tan alejados del ideal femenino de su época, no habría conseguido llevar a cabo una obra de tal envergadura.
Cuéntame más sobre su relación con Jerónimo de Gracían.
Ella era unos 25 años mayor de él, y en cierta forma actuó como mentora, captando para su reforma del Carmelo al joven y valiente sacerdote. Fueron grandes aliados hasta la muerte. Y sus cartas demuestran que fueron mucho más el uno para el otro, que fueron amigos, cómplices, hermanos en Cristo. Y que les unía un verdadero amor.
Si viviera hoy en día ¿cómo sería considerada?
Es difícil imaginarla hoy en día tal y como fue en su época, porque vivir en un determinado período histórico conlleva unos condicionantes inmensos. Hoy en día, una mujer con su carácter lo tendría más fácil en cierto sentido: la sociedad ha avanzado y es menos reacia a aceptar que una mujer pueda ser brillante y carismática. Pero si hablara libremente de sus experiencias extáticas, de sus visiones y de las manifestaciones paranormales que la rodeaban, actualmente, tal vez la acusarían de tener alguna enfermedad mental. Creo que en nuestra época ocurriría como en el siglo XVI: Teresa de Jesús sería admirada, venerada y seguida por algunos. Y odiada, envidiada y calumniada por otros. ¡Al fin y al cabo, han pasado cinco siglos, pero no ha evolucionado tanto la naturaleza humana!
Su Orden ¿fue perseguida…?
Sí, como ella misma escribe, “andaban recios los tiempos”. Los carmelitas calzados persiguieron a los carmelitas descalzos, con episodios de gran crueldad, como el secuestro de San Juan de la Cruz: fue encarcelado en condiciones deplorables, durante meses, hasta que logró escapar, sufrió hambre, frío y torturas diarias.
En tu libro, descubrí un personaje que me llamó mucho la atención, y fue doña Casilda…
Es un personaje entrañable, que impacta: Casilda era una muchacha noble, muy joven, de sólo once o doce años, que deseaba ser monja, pero a quien su familia casó con un tío carnal. Huyó de su marido y se refugió en un convento. Es histórico, Santa Teresa nos habla de doña Casilda en su Libro de las Fundaciones, con gran admiración por el valor y la sabiduría de la joven.
¿Cuáles fueron tus fuentes de investigación para esta novela?
Algunos trabajos de erudición sobre la época y sobre Santa Teresa, como el maravilloso libro del hispanista francés Joseph Perez, Teresa de Ávila y la España de su tiempo, entre otros muchos. Pero sobre todo me he basado la obra de la propia Teresa de Jesús, que fue una gran y prolija escritora.
Háblame sobre tus proyectos literarios.
Ahora estoy escribiendo un libro sobre “qué releer”: considero que uno de los criterios más fiables para distinguir la buena literatura del entretenimiento es que las buenas obras se pueden leer más de una vez, y que con cada nueva lectura nos enriquecemos. Este es el caso de los clásicos. Pero no se trata de ofrecer un canon, sino de recomendar de forma muy subjetiva los libros con cuya relectura sigo disfrutando.